59. El Niño Triste

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En el funeral de Daniel Lozano, estaba toda la familia de Andy, pero no llevaron a los niños. No querían que fueran sometidos a todo el escándalo de los periodistas con sus preguntas indiscretas. Y, sobre todo, a enfrentar a esos parientes que de pronto salieron, a remover más las heridas del pasado.

Hernán Lozano y su esposa Imelda Lozano, los tíos que tanto atormentaron a Daniel en vida, ahora llegaban a presentar sus respetos.

Era esa pareja, que, en el cumpleaños de Estefanía, donde Andy arruinó el pastel, tenían a un Daniel niño, vestido elegante como un mini adulto. Que lo llevaron para presentarlo, pero le prohibieron juntarse a jugar con nadie, y antes que termine la fiesta lo mandaron a encerrarse a su cuarto solo.

Daniel era el niño de ojos bellos y tristes que Andy vio e invitó a jugar con el cachorro. Pero él, amenazado por sus tíos adoptivos no pudo aceptar la invitación. Ese día, el pequeño Daniel se moría por jugar un rato. En la inmensa soledad que sentía todo el tiempo, añoraba poder reír como los demás pequeños. Pero no podía. Esa pareja funesta, ejercía tal control de su psiquis que tenían mil métodos para atormentarlo sin dejarle una sola marca en su cuerpo para evidenciar el maltrato.

El niño creció y tardó años en construir alrededor de él una coraza que lo protegiera de los daños emocionales. Y fue muy efectiva, para sobrevivir durante mucho tiempo. Hasta que conoció a Andy. Y cuando se enamoró, se dio cuenta que esa no era su verdadera personalidad. Que ya no podía como antes fingir por más tiempo. Él no era un ser frio, distante y despiadado, necesitó por sobre todas las cosas, compañía y amor.

Pero para su desgracia, tras morir sus padres adoptivos que le dieron por corto tiempo amor y cuidados. Quedó a cargo de esta pareja. Que tenía el sadismo de Leonardo, la impiedad de Amaro y la capacidad de Eduardo, de seguir como si nada con su vida, después de destruir la de los demás.

Andy observaba el retrato sobre la urna, un Daniel joven y lleno de vida por delante. Que, pese a todo su pasado, había logrado triunfar en el mundo empresarial. Pero los demonios que los rodeaban a ambos, no dejaban de crear nubes de muerte sobre sus cabezas. Impidiéndoles vivir en paz. Su corazón se llenaba de una nostalgia tan añeja, que parecía cubrirla de telarañas, que por más que trataba no se podía quitar.

Y se llenaba de impotencia, que, en realidad, todo lo que vivieron no se lo habían buscado. Los traumas y el cambio para mal en sus espíritus, para Daniel y para ella, tan solo fue un daño gratuito.

Y miraba a estos dos personajes, tan solo sus gestos, los mostraban como las aves de rapiña que siempre fueron. Esperando el cadáver del joven. Pues siempre lo desearon ver muerto, y ahora por fin su sueño se cumplía.

Tanto Andy como su familia no cruzaron palabra alguna con estos dos seudo humanos. Y terminado el servicio, junto con el comisario, fueron informados que existía un testamento según el abogado de Daniel. Que debía leerse, y existían varios citados a ese evento legal.

La noticia de su suicidio fue tan repentina e inesperada como el hecho que hubiera un testamento, que dejó Daniel tras su muerte. Su fortuna no era menor, por lo tanto, el testamento debía leerse por su abogado en presencia de los citados y testigos.

Como testigos fueron citados el comisario y el fiscal.

Y como interesados, fueron citados, Evan Santander, Dante Guerra, Andy, Hernán e Imelda Lozano como parientes cercanos, y el abogado de Andy, Víctor Alarcón.

En el despacho del abogado, que debía leer el testamento.

—Buenos días, para los que no me conocen, soy Raúl Bustamante, quien en vida fuera el abogado del señor Daniel Lozano. Tengo el testamento que dejó en mi poder, y que muy a mi pesar, debo leerles. Nunca pensé que sería tan pronto, dada la juventud que tenía mi cliente. — dijo sombrío el abogado.

Enemiga del CEOWhere stories live. Discover now