Fix You || Bensler.

Capítulo 1.

¿Qué tan fácil es definir la locura? Parece fácil, pero nada es lo que parece. Aquella tarde después de que el escuadrón había oído su idea habían caratulado a Elliot con esa palabra, en especial Amanda, que riendo sarcásticamente miró a su mejor amigo con confusión y enojo. A pesar de que Donald Cragen como autoridad había intentado calmar las aguas había sido inevitable que la rubia y el detective empezarán a discutir.

Cegada por su opinión al parecer inquebrantable, Amanda no había dejado que él explicará con detalle lo que tenía pensado y tampoco dejó que continuará hablando, no le importaba absolutamente nada, lo único que quería era expulsar todo el dolor y la decepción que azotaba su interior. Ni siquiera los intentos de Cragen por frenar la pelea habían servido para que la rubia se callará. En medio de gritos le había cantado unas cuantas verdades a Elliot, quién atónito por las palabras de aquella mujer que, consideraba su amiga decidió que lo mejor era no decir una palabra más, tomar sus cosas y volver a casa.

No podía juzgarla, de verdad que no podía ni quería hacerlo, intentaba entenderla, intentaba en su interior serenarse y dejar que las cosas se calmarán solas, pero aún en la oscuridad de su departamento y nervioso buscó en su maletín un cigarro. Hace mucho tiempo que no fumaba, pero en ese momento de furia, cansancio y confusión lo creyó necesario. Una vez que encontró la caja tomó uno, y agradeció tener al menos tres cigarrillos a su disposición. Era bueno tener insumos para palear la ansiedad, y aún más esa medianoche donde visualizaba una madrugada larga y cargada de trabajo.

Una vez que encendió el cigarro Elliot le dio una larga pitada mirando a la nada misma. Estaba cansado, furioso por no encontrar una pista certera que lo ayudará a resolver el caso que había llegado hace unos días a la Unidad de casos peligrosos. Lo había intentado todo, habían evaluado cada prueba, cada vídeo, cada testimonio, cada posibilidad, pero nada había servido. Bruno Davies aún seguía libre y, no sabían cuál sería su próximo paso.

No podía negar que también estaba dolido por su discusión con Amanda, no podía borrar de su mente aquellas palabras, aquellas frases que ella había utilizado con el afán de ¿lastimarlo? ¿defenderse? No lo sabía. Ella no era una simple persona, una simple compañera de trabajo, Amanda lo significaba todo para él, era su mejor amiga, su confidente, su hermana de la vida. Le dolía pensar en la idea que ella había utilizado parte de su pasado para sacar ventaja.

Otra pitada, su mente aún seguía pensando en aquella idea que él mismo le había dado a Cragen. Todo parecía una locura, una idea que carecía de sentido y lógica según las palabras de sus compañeros de trabajo y de su jefe... Todos allí sabían que todo podía salir mal, pero... ¿Y sí salía bien? ¿Y si les daba el resultado que estaba buscando? Ya lo habían intentado todo, y nada había salido bien. Quizás, solo quizás con suerte y ayuda... La idea de Elliot podía resultar.

Aunque era consciente de que estaba arriesgando muchísimo. Muchas cosas estaban en juego y, por primera vez sintió miedo. Miedo de que todo saliera mal, de lastimar a la gente que quería, de perder su trabajo, simplemente sentía miedo de equivocarse.

Equivocarse era algo que no le gustaba en lo absoluto, al ser un hombre extremadamente detallista y perfeccionista, obsesivo del orden y de su trabajo, no podía permitirse un mínimo margen de error.

En lo que daba otra pitada respiró profundamente unas cuantas veces. Necesitaba tranquilizarse, necesitaba ver el vaso medio lleno cómo siempre lo hacía. Estaba solo y lo sabía, aquella noche Amanda, su amiga y confidente, no estaría para escucharlo ni para ayudarlo. Debía arreglársela solo, aunque no tuviera ni la más mínima idea de cómo hacerlo.

Metido en sus pensamientos Elliot escuchó al tercer timbre el sonido de su celular. Miró quién era el autor de aquella llamada, y atendió sin dudarlo un segundo.