25. Antes de todo 3/3

79 10 2
                                    

Narra USA.

FBI iba al volante, condujo hasta el medio del desierto, hasta toparnos con una de las cárceles con mayor seguridad del país.

México estaba loco, de eso no había duda, lo había demostrado en la mañana. Así que esa prisión sería perfecta para controlar una alimaña cómo él.

Nos detuvimos frente a aquellos muros repletos de oficiales armados hasta los dientes y bajamos del auto los tres.

Una vez más, tuve que arrestar al moreno, pero ésta vez estuve vigilando sus manos y actitudes todo el tiempo. No iba a descuidarme una vez más.

Caminamos hasta la entrada de la prisión y justo ahí, nos revisaron un par de oficiales antes de entrar.

Una vez dentro de las instalaciones, entregué al criminal a uno de los oficiales, pues ahora estaba en manos de ellos.

Después de quitarme ese peso de encima, me dirigí hacia mí compañero, quién estaba  hablando con el director de la prisión.

—No se preocupen —decía el hombre negro y de pelo cano—, nosotros nos encargaremos de él, no será un problema.

—De verdad, se lo agradezco mucho —respondió FBI al darle la mano.

—Váyanse tranquilos, nadie sale de aquí hasta que se cumple su condena.

—Solo serán unas semanas —me acerqué a darle la mano—, agradecemos su cooperación.

—Es un placer.

Después de despedirnos, salimos del lugar con una preocupación menos; ahora lo importante era controlar a la prensa, pues por el estúpido show del mexa, todo era un desastre.

• • •

• • •

Narra México.

No era la primera vez que iba a prisión, pero estaba seguro que mi estancia en aquella cárcel, estaría de la verga.

Nunca había estado en un lugar que tuviera tantos policías, era obvio que era de máxima seguridad, lo cual sería un problema ya que no obtendría ayuda de los demás reos ni mucho menos de los oficiales.

Lo único bueno era que ya no estaba esposado; sin embargo, estaba siendo escoltado por dos oficiales armados hacia mí celda, y para colmo, el uniforme de la prisión era incómodo en la entrepierna.

Solo deseaba que no me tocara compartir celda con algún psicópata.

—Aquí es —habló autoritario un policía.

Me detuve y le di la cara a las rejas, las cuales fueron abiertas de forma remota y cerradas una vez que estuve adentro.

Me sentí un poco aliviado de no ver a nadie allí dentro y fui directamente a recostarme un poco en la cama de abajo, pues era una litera.

Estaba cansado por el viaje, además de sentirme adolorido de todo el cuerpo, pues no era fácil superar un accidente automovilístico, tenía jaqueca y me dolía el cuerpo.

—Salut? —escuché una voz en la habitación.

«¿Así que no estoy sólo?», pensé un poco frustrado y me senté a la orilla de la cama.

—¿Hola? —hablé buscando el lugar de dónde provenía la voz.

De pronto, la cabeza del contrario se asomó desde la cama de arriba, solo se le veía de los ojos hacia arriba y la luz no me ayudaba a distinguir sus facciones faciales.

—¿Co-cómo te llamas? —me preguntó aquél tipo.
Tenía una voz relativamente grave, pero se oía ansioso y hasta un poco nervioso.

—Mi nombre es México…

No terminé de hablar cuando el contrario dió un grito de terror.
—¡¿México?! —dijo asustado para luego intentar bajar de la litera; sin embargo, se tropezó y cayó al suelo desde arriba.

Solté una carcajada sin pensar, pues la escena me causó gracia. Aunque todo fue diferente cuando miré lo que él estaba haciendo.

El tipo estaba temblando y se mantenía sentado en el suelo, mirándome con una expresión inexplicable, como si me tuviera un miedo inmenso…

Pero fue de ese modo que pude verle la cara, era un tipo alto y delgado, con pecas en las mejillas y ojos verdes, sin mencionar que su cabello era levemente rizado y de color castaño claro, muy cercano al rubio.
Era un tipo apuesto, pero su actitud era la de un enfermo.

—¿Qué te pasa? —cuestioné serio, pero no recibí respuesta—, debes estar loco…
Lo último lo dije casi susurrando, luego me puse de pie y subí a la cama de arriba.
—Yo dormiré aquí desde ahora —le dije—, es tu pedo lo demás.

El tipo no decía nada, se mantenía susurrando en un idioma que no entendía, no me volvió a dirigir la palabra.

Estaba quedándome dormido cuando escuché que alguien golpeó los barrotes de la celda.
—Es hora de cenar, ratas inmundas…
Se trataba de un guardia.

Me enderecé y bajé de la cama, pues el sujeto había dejado dos platos de comida dentro de la habitación por medio de una puerta pequeña.

—¿Con que te tocó compartir celda con éste? —me sonrió el sujeto y luego soltó una risa nasal—, tienes buena suerte…

Iba a responder, pero el tipo se alejó de inmediato, dejándonos sólos.

Miré de reojo a mi compañero de cuarto y luego me acerqué un poco para tomar mi plato de comida que parecía haber sido sacada del basurero.

En ese momento, el chico se exaltó asustado y rápidamente se fue hacia la otra esquina de la celda para después ponerse en posición fetal y taparse los oídos mientras seguía diciendo cosas en otro idioma.

—Hey —le dije con calma—, no muerdo.
Después, le acerqué su plato, empujándolo por el suelo, aunque solo hizo caso omiso.

—Non, s'il te plaît... j'ai peur... ne me quitte pas... mon frère...
Alcancé a escuchar eso por su parte.

«¿Eso es francés?», pensé todo confundido.
"… Tienes buena suerte…", recordé las palabras del oficial…

No entendía qué clase de suerte podía tener al estar junto a un sujeto así…

The slave of the gangsta's paradise (Countryhumans • México)Where stories live. Discover now