EPÍLOGO.

590 65 39
                                    


Esa misma noche, baja la colina con las manos metidas en los bolsillos de su sudadera. Camina hasta el lago rocoso, bajo la luz de la luna. Ella está sentada sobre una de las rocas más altas, vestida con un vestido blanco que se había comprado hace unos días. La tranquilidad y la sutileza la embriaga en medio del silencio, por eso no hace nada, simplemente se abraza las rodillas mientras escucha las olas golpear las rocas debajo de ella. Al mirarla desde la barandilla, siente una emoción de ternura que le recuerda el entusiasmo con el que se precipitó en su busca casi desde el primer momento en que la vio; es la mejor persona que ha conocido en su vida. La ha elegido bien. Con cuidado, baja dando saltos hasta su posición.

—Te estaba esperando—dice Ava.

—Este clima me encanta.

—Y pensar que en unos días tendremos que volver al trabajo.

Beatrice se inclina y le besa el cuello. En unos días, Ava tendrá que volver a Alemania, encerrarse en su taller y hacer lo que mejor se le da; pintar sin parar. Ella en cambio, tiene que hacer los preparativos para la llegada de las reclutas en la nueva sede de la OCS de España. Ava resopla: varias exposiciones en un mes en distintos países, entrevistas, ruedas de prensa y conversaciones interminables y sofisticadas con cientos de críticos. Si no fuese por la práctica que ha adquirido en los últimos tiempos, aún le temblarían las piernas de miedo.

Al cabo de un rato, Beatrice pregunta:

—¿En qué piensas?

—En cosas. En volver al trabajo. En las exposiciones a partir de otoño. En nuestras vidas. En ti.

—¿En mí?

—¿En mí?—Ava sonríe y se burla de su modestia.

—¿En nadie más?

—En nadie más—se queda en silencio un rato—. Sé que nuestras vidas son difíciles. Vivir del arte no es agradable a veces. Muchos viajes, muchos aviones. Pero este lugar, de todos los que hemos visitado juntas, será el que más eche en falta—y tras una pequeña reflexión, su mirada se pierde en Suiza—: Me he sentido muy a gusto aquí, Bee. Así que después de todo, estaba observando este lago y pensando que en unos días me tendré que encerrar en mi taller de Berlín—continúa mientras mira el horizonte—. Sin ti.

—En cuanto termine con los preparativos de la OCS, pasaré tiempo en Alemania.

Ava sonríe. Sabe que Beatrice no necesita prometerlo para cumplirlo.

—Es irónico, ¿no crees?

—¿Qué?

—El tiempo que ha pasado desde que empezamos esta historia—Ava se encoge de hombros—. Las personas que hemos conocido, en las que seguimos pensando pero con las que ya no hablamos. Las situaciones que se han quedado y las que tenemos que dejar atrás. Es irónico que ahora todo tenga otra luz.

Beatrice aprieta los labios y asiente.

—Es que a veces el tiempo y la vida son dos estancias que no cuadran, aunque lo hacemos lo mejor posible.

Ava sonríe. Le encanta cuando sonríe y sus músculos se crispan para estrecharla contra su cuerpo. Le encanta la forma en la que empezó a trabajar el arte justo después de que ella utilizase la energía del halo para devolverla a la vida, como si fuese una extensión que nace de su alma. Beatrice le besa la mano con la comisura de los labios y Ava mira a la luna. Es su forma de decir que también está siendo feliz allí con ella. Intenta imaginarse lo que estar feliz ahí significa para Ava: feliz al pasar unos días en Suiza después de imaginarse cómo sería esto después de todo lo ocurrido, feliz estar trabajando en el cielo durante las calurosas mañanas, feliz yendo en bicicleta al centro de la ciudad, feliz perdiéndose en los lagos cada noche y volviendo tan tarde, feliz con sus debates filosóficos y con sus libros nuevos. Se pregunta si una se acostumbra a eso, o se le acumula una emoción tan grande que no le cabe en el pecho. Cuando la mira a los ojos, sabe que cualquier distancia merece la pena y que no se arrepiente de nada, ni siquiera de haber tomado el halo, ni de las diferencias, ni de las perspectivas. Ahora está bien con Ava y Ava está bien con ella y consigo misma, eso es lo que importa.

A la mañana siguiente Beatrice la observa dibujar precisamente lo que ella más ha aprendido a amar: las rocas, los lagos, el sonido del agua, el halo dejando un reguero de luz por un camino de hierba. Ava la pinta como una fugitiva que ha recuperado las balas pero que también es capaz de arrojar lejos su arma y ceder ante la nueva vida que ha encontrado. Sabe que cuando esté en España y Ava esté en Alemania, esa pintura le devolverá cierta calidez.

—Creo que cuando esté en Berlín echaré de menos ver cómo se pone el sol aquí. Vino blanco, o una cerveza—dice Ava tras acaparar todo el sol y tumbarse a su lado.

—Al menos hemos tenido algún tiempo para viajar después de lo que ocurrió en la sede suiza.

—Todo ha sido un ciclón desde entonces.

Y era verdad. Por supuesto, han encontrado la forma de sostenerse la una a la otra. Siempre hay conversaciones, llamadas y abrazos rápidos. Encontronazos en distintas ciudades europeas y un apoyo intocable e irrompible.

Beatrice añade:

—Menos mal que estamos emocionalmente intactas.

—Desde que te has convertido en la nueva monja guerrera, todo lo que dices suena a cita poética.

Beatrice hace chocar su hombro derecho contra ella y ambas ríen.

—Siento que los dos nos hemos despertado de verdad después de un sueño muy largo.

—A veces es difícil mantenerse despierta y no echar de menos ciertas cosas.

—Sí.

—Quizás algún día podamos volver a Suiza, o perdernos en algún punto de España, apoyarnos en las barandillas de los puentes, hablar entre horas, comer aperitivos y mirar por encima a los turistas. Luego tú conducirás hasta la costa y me obligarás a surfear sabiendo que lo único que haré será sentarme como hoy en la arena y pintar.

—Si no es Suiza o España, será otro lugar. Pero será en esta vida, Ava.

Cuando la mira a los ojos, sabe que dice la verdad. Por primera vez, Ava se siente como un soldado liberado por el ejército enemigo porque por suerte, se conoce y se reconoce. No es la misma Ava de siempre. Es una distinta, pero al menos reconocible. Deja los pinceles a un lado para agarrarle la mano. Cuando está con ella no hay preguntas, confusiones o paranoias. No hay puertas, ventanas o escaleras derruidas. Cuando está con ella sólo existe la necesidad de seguir caminando, quizás porque la estancia entre ellas vuelve a ser igual de acogedora que en la infancia. Pasan la mañana haciéndose bromas, pintando, escribiendo y cocinando juntas. Beatrice tiene que tomar algunas pausas para responder mensajes, emails y llamadas del trabajo. Ella, por su parte, igual. Se encuentran en el centro de la cocina. Al mirarse de nuevo saben que por mucho tiempo que estén separadas, armando sus propios caminos, no olvidarán Suiza mientras vivan.

Y eso es más que suficiente para seguir.






N/A: Hola!!! ¿Cómo estáis? Espero que estéis pasando un buen tiempo desde vuestros lugares. Ha pasado un tiempecito desde la última vez, pero quería escribir un poco esta noche de insomnio para devolveros algo del agradecimiento que denoto por la paciencia y los mensajes de cariño que me habéis enviado a lo largo de las semanas, o de los meses (cuánto tiempo ha pasado? xd) el calendario es un poco caótico para mí ahora mismo, pero quería mandaros un abrazo virtual y desearos toda la salud del mundo. No me enrollo esta vez, promesa. Como siempre, mil gracias por haber leído, comentado y en definitiva, haberos quedado conmigo y con este pequeño proyecto que de alguna manera tendrá un pedacito de mi corazón por todos los buenos ratos que me ha dado y por las oportunidades de conocer a gente maravillosa que he tenido. 

Ahora sí, por última vez...Un besazo muy fuerte desde tierras españolas!!! Por favor, cuidaros, escucharos y mimaros muchísimo. 

GRACIAS, GRACIAS Y MIL GRACIAS. 

SALMOS 34:14 (SEGUNDA PARTE)Where stories live. Discover now