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El corazón le latía desbocado no por temor o miedo, esta vez era producto del jubilo que sentía. No sabía cómo, pero había purificado el trasero de Naraku, liberándolo incluso de su propia agonía personal. Ahora todos habían vuelto a la normalidad, Miroku ya no tenía el hoyo negro en su mano, Kohaku no dependía de un fragmento y aquellas almas pérdidas durante esa guerra absurda habían vuelto a la vida, incluso Kikyo.

Estaba feliz, no lo podía negar, había logrado su propósito inicial de reconstruir la perla y desaparecerla pidiendo el deseo correcto.

Observó con el aliento contenido cómo su antepasado volvía a la vida y se materializaba en una preciosa mujer humana con el mismo aspecto que le conocían, hermosa, elegante y con la piel llena de vida. Por primera vez vio sonreír a Kikyo, una sonrisa de completa felicidad y realización, le sonreía a Inuyasha quien la había abrazado y la sostenía en sus brazos mirándola embelesado.

Y luego estaban los demás sonriéndole, felicitándose entre ellos, con los ojos brillantes por la euforia del momento y ella, después de aquella arrebatadora felicidad sintió en el corazón un punzante dolor, era claro que su propósito en aquel mundo había terminado y la voluntad de su amado finalmente quedaba en evidencia frente a todos.

Sus ojos que hace un momento rebosaban de alegría, de repente se habían llenado de lágrimas, no lo pudo evitar, pero se recompuso de inmediato. Respiró hondo y sostuvo la mirada al frente donde estaba la feliz pareja abrazándose amorosamente, Inuyasha la volteo a ver sintiendo el peso de sus abatidos ojos en su espalda, no le pudo sostener la mirada agachó la cabeza sin decir nada porque para ambos era claro a quien había elegido.

Sus amigos se acercaron a ella y la abrazaron alegremente tratando de disipar la tristeza, tratando de desviar la tensión del momento. Shippo se abalanzó sobre sus brazos y le sostuvo amorosamente el rostro, con lágrimas en sus ojos, como si tuviera la certeza que en cualquier momento ella desaparecería de sus vidas. Ella solo le sonrió levemente y lo abrazó con ternura.

A lo lejos una figura imponente acompañado de dos pequeñas figuras más, observaba la escena sin mostrar ningún tipo de emoción, se giró en sus talones con la parsimonia y elegancia propias de un ser de su clase y se alejó esperando no tener que encontrarse por un buen tiempo con aquel grupo.

Por primera vez desde que había llegado a la era Edo, ella no se sentía como parte de este, la tensión en el grupo se podía sentir constantemente en el ambiente, sentía que era la pieza sobrante en aquella aldea, la acomplejaba el hecho de ver las muestras de afecto por parte de la feliz pareja, los planes a futuro que ya se empezaban a conocer por aquellos lares, le estaba costando inmensamente, aunque ella continuaba intentado a toda costa ser la misma empática y abnegada amiga de todos.

Pero la verdad es que estaba pisoteando su dignidad, su orgullo de mujer aferrándose a un amor imposible, cada vez que veía sus muestras de amor su corazón de partía en mil pedazos.

Muy pronto Sango y Miroku decidieron cumplir su promesa de casarse, el monje no tardó en iniciar la construcción de su propia cabaña y así transcurrieron los siguientes días, entre la emoción por no solo una sino dos próximas bodas y la desazón en el corazón de la azabache, quien a todas luces no sabía cómo continuar con su vida.

Inuyasha no tardó en reiterarle su decisión, provisto de poco tacto, ya se podrán imaginar las maneras, pero al menos lo intentó, kamisama sabe que intentó ser lo más prudente posible para que ella no se sintiera peor, pues por días había sentido su aroma salino, era la tristeza que la inundaba y que además se reflejaba en sus bonitos ojos.

¿La quería? La verdad es que sí, pero no como su hembra. La verdad es que la quería, pero la dueña de su corazón siempre sería Kikyo.

Kagome le respondió con rabia, una que nunca había sentido antes. Ella no era un ser que se dejara llenar de odio, pero en ese momento al escuchar las palabras que no quería escuchar, llenas de fingida condescendencia, se llenó de frustración, le echó en cara su indecisión, aunque en el fondo sabía que era ella la que se había ilusionado tontamente con un imposible, por su inexperiencia no lograba inferir que se había sometido a una promesa absurda. La promesa de permanecer al lado de Inusyasha, aun sabiendo que él nunca llegaría a amarla como amaba a Kikyo.

Frustrada como estaba, dolida en lo más profundo de su corazón, decidió que era suficiente, buscó fuerza de donde no tenía y lucides en medio de su abatimiento. Si, había hecho una promesa, pero a este punto ya no era necesario cumplir con ella, más aún cuando esa relación no florecería, no como ella lo esperó en algún momento.

Fue esa misma noche que decidió concentrar todo el poder que poseía y pedir desde lo profundo de su corazón que, con su partida, el camino que llevaba a su mundo se cerrara. Sobra decir que estaba hecha un mar de lágrimas, que sentía que se moriría porque era tanta su ilusión de permanecer con él, con quien ella sentía que era el amor de su vida. Y así fue como su partida cerró la conexión entre el futuro y el pasado para siempre, o por lo menos, eso era lo que ella esperaba.

Indeleble: el sueño de su soledad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora