006. Volver a ducharme.

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Gavi
Blair empezó a moverse, se quejó y se llevó una mano a la cara, yo intentaba no reírme de ella, entreabrió los ojos, y luego los abrió por completo con terror en la mirada.

—¿Qué hice yo anoche?

—Buenos días, Jackson.

Dió tal grito que tuve que taparle la boca, pegué su cabeza contra mi pecho, ella seguía con los ojos muy abiertos, y por el susto del tirón que le di para callarla sus manos se aferraron a mis brazos.

Quité lentamente la mano de su boca y Blair me dió un golpe en la pierna, me quejé y ella me miraba furiosa.

—¿¡Qué coño te pasa!?

—¿¡Y yo qué hice!? ¡Lo único que he hecho es respirar y despertarme! ¡Y no he respirado lo suficiente como para quitarte oxígeno!

—¡Me asustaste, gilipollas!

—¡No me digas! ¡Ni que hayas gritado como una puta loca!

—¡No me llames loca!

—¡Eres una loca!

Se levantó, rodó los ojos y se quejó tronándose el cuello, hizo una mueca y siguió caminando.

—Te quiero matar. Tengo tortícolis por tu culpa.

—No me jodas, entonces yo tengo tortícolis, escoliosis, el culo dormido, dolor de cabeza y me voy a quedar paralítico, por culpa de que Michael Puta Jackson se durmió encima mío.

—¿¡Por mí culpa!? ¡Si tú fuiste el que me dijo y me puso así, gilipollas!

—¡Para que no te murieras de frío y pudieras dormir medianamente bien y no te partieras la espalda! ¡Yo seré un capullo, y todo lo que tú quieras pero un poco caballeroso soy, joder!

Se puso su camisa y el pantalón, se quedó descalza, sacó las gafas del bolsillo de su sudadera y las limpió con la tela.

—¿Cómo se supone que vamos a salir de aquí?—le pregunté vistiéndome a su lado.

—¿Qué quieres? ¿Qué nos peguemos en las paredes a lo Spiderman y caer en tierra sin un rasguño? ¿O volar como Superman?—me respondió sarcásticamente.

—Es que yo no te aguanto, da gracias a qué no te tiré de la azotea mientras dormías. Si te soy sincero, si no funcionaba mi plan, el segundo era matarte.

—Qué gracioso.

—¿Quién te dijo que era un chiste? Tienes suerte de que una mínima parte de mí te soporte.

—Tan mínima como tu polla.

—Oye, yo estoy satisfecho con el tamaño de mi polla.

Rodó los ojos murmurando un "hombres", mientras me terminaba de poner la camiseta. Se acercó a una de las esquinas de la azotea, unos metros más lejos de ella y empezó a levantar los brazos y moverlos de un lado a otro, señalando que estábamos allí.

—¿Qué cojones haces, Jackson?

—Hay una cámara de seguridad, imbécil.

—¿Y qué hago? ¿Poso para la foto, gilipollas?

—Hay gente vigilando, prende un poco las cenizas de tu cerebro, ¿o ya pasaste la aspiradora?

—Vete a la mierda.

—De mierda tienes llena la cabeza.

Siguió haciendo señas, hasta que la puerta de la azotea se abrió, ella dió un grito y dijo en él "¡Atrás, Satanás!", Ana nos miraba con las cejas alzadas.

En realidad, nunca nos odiamos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora