037. Tutti Frutti.

2.2K 133 3
                                    

Pablo
—Buenos días, Blue—dije con suavidad.

Dejé un beso en sus labios y ella enroscó sus piernas en torno a mi cintura, tumbándome encima de ella sobre la cama. Yo reí y me apoyé de los antebrazos para no poner todo mi peso en ella y aplastarla. Aparté el pelo de su cara y fui repartiendo besos por toda su rostro.

—Me abandonaste.

—Si te sirve de consuelo, dormí abrazado a Pedri pensando que eras tú. Yo también te extrañé.

—Yo abracé a Josite, pero no pensaba que eras tú. Pero también te extrañé.

—¿Qué vamos a hacer contigo?

—No sé.

—¿Jackson?

—Dime.

— No tienes que venir a casa de mis padres si no quieres.

Me tomó de los mofletes e hizo que la viera directo a los ojos, ella me miraba con el ceño y sus labios fruncidos.

—¿Por qué dices eso?

Aparté la mirada, divagué un poco en si contarle o no, al final suspiré y volví a sus ojos.

—Solo no te enfades…—levantó una ceja—Puede que os haya escuchado hablando ayer, y Jana había dicho lo de eso y tú te sonrojaste y Ciara preguntó si estábamos juntos y… no quiero que te sientas incómoda.

—Ey, no, no, no. Yo estoy bien, no me molesta. Y Jana lo dijo solo vacilando, tú y yo somos cuates, no novios.

—Me estás haciendo odiar esa palabra con toda mi alma.

Ella sonrió brillante y dijo:—Solo para tu información, eres mi mejor cuate.

—¿Y el único?

—El único. ¿A qué hora es lo de tus padres?

—A las 14:30. Son las 11:25 y hoy hay entreno a las 19:00.

—Lo tienes todo controlado.

—Sipi.


—Me voy a morir.

Solté una carcajada y le pasé un brazo por los hombros acercándola a mí. Miré nuestro reflejo en el espejo del ascensor y dejé un beso en su mejilla, ella sonrió levemente y me miró con los ojos entrecerrados.

—Deberías parar de ser tan cariñoso, porque al cruzar esa puerta, tú y yo somos amigos.

—Tú y yo somos amigos… que se besan, y a veces hacen más que besarse.

Solo amigos.

—Mocosa.

El ascensor llegó a la planta que era, Blair se calló abruptamente y yo solté una pequeña risa, tomé su mano y caminé a la segunda puerta a la derecha, toqué el timbre y escuché pasos acercarse junto a las voces de mi madre y hermana.

—¡Llegasteis!

—Hola, mamá.

—Cada vez que te veo estás más guapo, hijo.

—Mamá, ella es Blair.

—¡Oh, querida! ¡Te vi en las noticias! ¿Estás bien? Veo que te dejó cicatriz.

—Mamá—dije en tono de reproche.

—Lo siento, querida. Es que Pablo nunca trae a chicas a casa. Es la emoción.

—¡Mamá!

—Pasad, estoy haciendo lasagna.

Blair estaba roja como un tomate, y yo me estaba muriendo de vergüenza.

En realidad, nunca nos odiamos.Where stories live. Discover now