022. Santo Gnocchi de mi vida.

2.1K 105 19
                                    

Blair
Hoy me levanté, por mi cuenta, temprano, de buen humor, desayuné una comida decente, me duché…

Dios, qué me pasó hoy.

Blair, estás madurando.

No creo.

—¡Blaaaaaiiiiir Aaandersooooon!—Dan llegó a mi lado y pasó su brazo por mis hombros—¿A dónde vas? ¿No vas a estar con nosotros en McLaren?

Yo sonreí al verlo y asentí.

Sí, ya iba para allá. Menos mal que te encontré.

—Sí, menos mal, porque estás perdidísima, el garage de Mclaren está por allá.

—Sí, definitivamente, estoy perdida.

—Me di cuenta.

Reímos y dimos vuelta para ir a dónde teníamos que estar. Dan saludaba a algunos mecánicos y técnicos, yo solo sonreía de madera cordial y ellos hacían igualmente.

Cuando llegamos al garage, le di un abrazo a Lando, que lo recibió con gusto, y saludé a Heidi también.

—Ven aquí—me vuelvo a acercar a Lando y él me abraza otra vez—Me gustan tus abrazos, son como abrazos de oso.

—¿Estás bien?

—Sí, solo quería un abrazo.

—Cuando quieras.

—Gracias, Bear.

—¿Bear?

—New nickname unlocked.

—Me gusta.

—Ahora te llamaremos así siempre—dice Dan y Lando asiente.

Eres un roba-apodos, pero no te voy a decir nada.

—Hay suficiente Bear para todos—digo y Dan se nos une al abrazo.

—¿Me acompañas a caminar un rato, Bear?—me pregunta Lando y yo digo que sí.

—Yo me quedo con Heidi—dice Dan, le doy un abrazo y a Heidi también, luego camino con Lando fuera del garage.

Caminamos mientras hablamos un poco, me preguntó por el fútbol, yo le pregunté sobre la fórmula 1 y fuimos hablando de las profesiones del otro poco a poco.

—¡Ey! ¡Lando Norris!—eso lo gritó un señor con una cámara, y él junto a más como él y periodistas se acercaron corriendo a nosotros.

—¿Quién es ella?

—¿Nueva novia?

—¿O es solo una amiga?

—No hablo de mi vida personal, lo siento—responde Lando lo más educado que puede.

Me tapé la cara con una de mis manos, me mordía la lengua nerviosa y Lando tenía su brazo, intentado apartarme un poco de las cámaras.

Intentamos entrar al garage de Ferrari, y en el intento, una cámara se estrella contra el lado izquierdo de mi frente, yo me quejo y llevo mi mano a esa parte de mi cara.

—¡Eh! ¡Con cuidado!—le gritó Lando al tipo.

Carlos salió de su garage con el ceño fruncido, me imagino que escuchó el jaleo.

¡Eh, eh! ¡Apártense! ¡No más cámaras! ¡Fuera!

Nos metió dentro y me sentaron en la primera silla que encontraron.

En realidad, nunca nos odiamos.Where stories live. Discover now