Él salió de la cárcel luego de cumplir dos años de condena.
El aprendió que robar chelas era una estupidez.
Él se reformó en ese lugar. Saliendo como un hombre nuevo.
¡Él prometió trabajar honradamente!
Hasta que...
"¡Únete a nuestra empresa, negro...
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...
—¡Rovin! ¡¡Rovin!! —La voz de Snow resonaba en el recinto. Gotas de lágrimas caían de sus ojos.
Tatsumi se encontraba a su lado.
—¡¡M-mierda!! Le sale mucha sangre. ¡Tenemos que sacarlo de aquí!
En ese momento, Rovin intentó respirar, un dolor punzante le atravesó el pecho. Todo estaba borroso, sus gritos reverberaban en las cavernas. Su vida se estaba apagando.
—¡No te esfuerces, tonto! —gritó Choco, apretando sus puños—. ¡Te sacaremos de aquí!
—L-lo siento, chicas... —murmuró Rovin, apenas consciente.
—¡N-no te disculpes! —gritaron las hermanas.
Por otro lado, el mayordomo derramó dos frascos de medicina en el pecho del joven. Vapor emergió de la zona afectada. El sangrado se detuvo un poco. La herida no mejoraba.
—¡No es suficiente, la herida es muy profunda!
—¡¿Qué hacemos?! —soltó la blanquita.
Tatsumi tomó al chico entre sus brazos.
—¡Tenemos que sacarlo de aquí! Vamos, en marcha.
—¡Está bien! —contestó Snow.
—¡Despejaré el camino! —gritó Choco.
—Entendido.
Corte vertical, tajo horizontal, salto y patada. Choco tomó una espada corta, y empezó a trocear hormigas a diestra y siniestra. Las obreras volaban por los aires, manchas de sangre mancillaban el suelo y las paredes. La pequeña no se detuvo. A unas les cercenaba las patas, a otras, la cabeza.
La respiración de Choco se notaba errática.
—Tmr, e-este cuerpo se cansa muy rápido... —se quejó.
Las habilidades de Choco se encontraban restringidas en gran medida. Lo mismo pasaba con Snow. La morena se limpió la sangre que manchaba sus labios. ¡Nada de eso importaba! Entornó la mirada.
Su hermana intervino.
—¡Usaré la magia de armamento! ¡Hazte a un lado, hermana!
—¿Qué? —Hubo una pausa—. ¡No digas gaferas, tonta! ! La magia de armamento no está permitida. ¡Tu cuerpo no lo soportará!
—¡No me importa! ¡La vida de Rovin es más importante!
—¡No te dejaré!
—¡Apártate, tonta!
—¡Eres más terca que una mula!
—¡Mira quién lo dice!
Choco se rascó la cabeza. No había tiempo que perder. La amazona pateó el piso.