Prólogo

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Según una vieja curandera que leyó mi futuro usando hojas de coca, mi vida sería un chiste, un chiste malo.

—Joven, tu vida será un chiste... ¡Las hojas de coca me lo dicen!

En ese momento, me reí de sus palabras. Se trataba de una vieja tuerta que lanzaba hojas de coca sobre una mesa enmohecida. Ella miraba las hojas por un rato, meditaba un poco y lanzaba predicciones bizarras.

—Tendrás novia. Te amará por lo que eres. No obstante, romperán. Motivo: serás infiel.

—¿Qué?

—Shhhh, shhhh. ¡Las hojas de coca me siguen hablando!

—Yaaa...

—Postularas a la UNI. Felicidades, ingresarás. Desgraciadamente, no veo una carrera en tu futuro. Mmh, o te expulsan o la dejas. Cualquiera es válida.

—Eh.

—Intentarás buscar un trabajo. Te explotarán por tres años.

—¿Qué? ¡¿Habla de mí?!

—¿Hay otra persona aquí?

—No...

—Entonces no hagas preguntas estúpidas —dijo, mirando las hojas—. Además, las hojas me dicen que pasaras un tiempo en cana.

—¡¿En la cárcel?! ¡¿Por qué?!

—Por robar. Te convertirás en ladrón.

—¡No joda!

—Finalmente, morirás un martes trece, de forma graciosa, en abril. Únicamente tus padres y un par de amigos acudirán a tu funeral.

Si no mal recuerdo, esa tarde estuve un poco deprimido. Si sus palabras eran ciertas, me esperaba un asco de vida. Ni siquiera la peor calaña merecía eso, ¿verdad?

¿Qué mierda le pasaba al destino? ¿Acaso me odiaba?

Los años pasaron. Olvidé sus palabras.

Sin embargo, siete años después, a mis veintidós, recordé todo. Las hojas de coca, su rostro serio, la fogata crepitando. ¡Su predicción!

"Morirás un martes trece, en abril".

¡PTM!

Quería volarme la cabeza por imbécil. Sus palabras, sus predicciones, ¡todo fue real!

En pocas palabras, hoy (martes trece, del 2020) recibí cinco balazos en la espalda debido a que fingí ser un puto héroe, en una balacera en donde 'YO', un puto ladrón, estaba involucrado.

¿Cómo terminé así? ¿En qué momento arruiné mi vida?

Nunca maté a nadie, nunca abusé de nadie. Robé, es cierto. Lo hice de forma descarada y sin vacilar, aun así: ¿merecía esto? ¿Merecía morir?

Tal vez.

Apenas consciente, esbocé una sonrisa irónica mientras lágrimas caían de mis ojos.

A la distancia, una exclamación me hizo reír:

—¡Mamá, quemaron al choro!

Ja, ja, ja, tienes razón... sí tengo otra oportunidad... jamás volveré a robar...


Morí como un ladrón y reencarné como un... ¿ladrón?Onde histórias criam vida. Descubra agora