ʚ iii. crecí viendo la belleza en los cuadros, pero tú...

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—No conseguirás nada si sigues pincelando de esa forma. ¿Quieres superar tu bloqueo de pintor o no?

—Tu postura es demasiado jorobada. Podrías desarrollar un mal hábito y experimentar dolores de espalda horrorosos.

—Te habla la voz de la experiencia, usar esa combinación en tu examen de Pintura no es una buena idea.

—¡Maravilloso! Ahora puedes usar esa técnica en el resto de las partes del cuarto, ¿no es esperanzador?

—Nakahara-san, los pinceles pueden ser gratis debido a que es una universidad privada, pero ¿podría poner en consideración el medio ambiente antes de romper uno? Gracias. Está haciéndole daño a los árboles.

Dazai Osamu se caracteriza por ser una persona contundente. Lo es siempre a través de bromas ácidas y de señalamientos no pedidos que podrían poner en una situación contradictoria a su víctima. Ahora bien, hay momentos donde no puede apagar ese lado suyo. Viviendo y latiendo como un pequeño yo en su mente, es incapaz de ponerle freno cuando su atención está fija en algo.

O, más peligroso aún, en alguien.

En este caso, Chuuya.

Chuuya, que usa atuendos horriblemente atractivos durante sus clases de Pintura.

Chuuya, que siempre gruñe en voz baja cuando Dazai comienza a parlotear sobre el uso correcto de alguna técnica.

Chuuya, hermosa y enojadiza mujer, que se ha levantado de su asiento con tal fuerza, removiendo la paleta directo hacia su camisa de color blanco que lleva hoy.

—Oops.

Dazai termina en los baños momentos después, Chuuya cerrando la puerta con pestillo tan fuerte que incluso parece que la bisagra se va a romper por el impacto. Pero no sucede. Y lo siguiente que sabe es que hay un aliento mentolado y similar a las fresas artificiales sobre su rostro, un cuerpo mucho más pequeño y embadurnado de salpicaduras de pintura contra el suyo, una mirada que está haciéndola considerar caer de rodillas porque parece injusto tener una conversación con ella así.

—Me importa un bledo quién seas, ¿sabes? —sisea Chuuya, las fauces de su nariz dilatadas. Sus irises son tan claros debido a la pupila estrecha, y Dazai tiene ganas de saber cómo se verían renegridos por la lujuria. Sus pensamientos son cortados cuando un par de manos con uñas pintadas en azul cielo agarran las solapas de la sencilla camisa que lleva puesta—. Dazai Osamu, una pintora de renombre, el reemplazo temporal de Oda-sensei, sí, eso eres. Pero me estás sacando de mis casillas. Y soy muy conocida por no tener mucho control. Así que mantente malditamente fuera de mi camino.

Cuando Chuuya sale de su espacio personal, Dazai todavía sigue pegada a la pared, su boca ligeramente abierta dejando escapar ligeras bocanadas de aire porque oh por Dios, Chuuya acababa de-

¿Qué...? —Tiene que carraspear vergonzosamente, porque su voz se ve atrapada en un graznido poco atractivo—. ¿Qué estás haciendo?

Chuuya se comienza a desabrochar los botones de la camisa frente al espejo, sin dignarse a lanzarle una mirada.

—Limpiando lo que cierta idiota hizo.

Dazai parpadea una, dos y hasta tres veces para apartar los ojos del lindo top deportivo color beige que usa Chuuya debajo. Ella definitivamente no mira cómo los músculos de su abdomen parecen ser lo suficientemente fuertes como para crear pequeños cuadritos, o que las pecas siguen corriendo por su lechosa piel como si no se olvidaran de ningún rincón-

—¡Yo no hice eso! ¡Chuuya lo hizo!

—¿Cuántos años tienes? ¿Tres? Deja de lloriquear y ven a ayudar.

—E-Estoy bien —tartamudea inteligentemente Dazai, sintiendo el calor florecer en su cara cuando recibe una mirada de soslayo de Chuuya. Ella se endereza, dejando el apoyo gratuito y firme de la pared para comenzar a recomponerse. Sus mejillas siguen ardiendo, pero Chuuya no dice nada—. Estoy bien aquí. Además, esa no es de ninguna forma mi culpa.

—Me hiciste enojar-

—Estaba haciendo señalamientos subjetivos en cuanto a tu pintura. Y que tu temperamento tenga una mecha tan corta no es de mi incumbencia. 

—¡No tienes ningún derecho! —Chuuya se voltea. Dazai mira hacia el techo, fingiendo ignorancia, fingiendo que las lámparas pegadas al techo son sumamente preciosas y evitando con mucha fuerza perderse en el arco bonito y respingón de las tetas de Chuuya por el top—. Alguien cuya exposición está protagonizada por cosas irrelevantes y carentes de emociones, sentimientos, pasión, no tiene ningún drecho para decirme cómo pintar.

Dazai frunce las cejas, finalmente sintiendo el golpe de las palabras asentarse en la parte posterior de su cabeza. Bien. Dos pueden jugar un juego, y Nakahara Chuuya puede ser la pelirroja más caliente, hermosa y vivaz que ha conocido en toda su vida, pero incluso si todo eso suma muchos puntos, no minimiza el impacto su acusación.

—Oh, diosa del arte, ¿por qué no me iluminas? —pregunta, ladeando la cabeza—. ¿Quizá mostrándome alguno de esos tan preciados artes rebosantes de emociones, sentimientos y tu anhelada?

—Soy una estudiante —gruñe con irritación Chuuya, lanzando su camisa con fuerza en el lavamanos. El sonido es asqueroso y parece avivar las llamas del enojo que vive en Chuuya—. Estás jugando sucio al pedirme algo así. Pero si quieres ver alguno de mis proyectos, entonces...

¿Entonces? ¿Me llevarás a tu preciado rincón de creación para mostrar las maravillas que haces con esos pequeños dedos tuyos?

—¡Cállate! Estás siendo una maldita niña en este momento. Tú no-

Dazai no la deja terminar, alzando la voz de una manera petulante.

—Creo que estoy por fin arremetiendo contra tus ataques y no estás soportando, lindura.

Chuuya tiene las mejillas rojas cuando regresa al espacio personal de Dazai, esta vez sin contenerse cuando la estrella contra la pared. Dazai suelta un suspiro patético, porque su espalda se siente adolorida con dos golpes contra la pared hoy. Pero incluso así, las manos firmemente en su camisa y la mirada ardiente de la pelirroja frente a ella es mucho más importante.

—Puedes meterte tus respuestas y toda tu mierda de arte por donde mejor te quepan, Dazai. Pero todo eso nunca borrará el hecho de que todo lo que has mostrado en esas malditas galerías, no ha sido más que un boceto asqueroso de lo que realmente podría ser.

—¿Qué, mi bella damisela, sería eso que tanto falta en mis pinturas? ¿Toda esa pasión?

Chuuya abre la boca para responder, pero un pensamiento cruza su mente, Dazai lo ve en sus ojos. Y, luego, da varios hacia atrás, su calor corporal tan lejos que Dazai casi alza la mano para acercarla de nuevo. 

No le tiene miedo al fuego, no cuando significa que la muerta será tan dulce y excitante como Chuuya.

—Encuentra las respuestas tu misma, ma chérie. —Chuuya recoge nuevamente su camisa, la mira con las cejas fruncidas y sale del baño sin dirigirle una segunda mirada a Dazai. Sin embargo, ella se detiene en la puerta—. Iré al puesto de lavado del primer piso. Eso, por si llego tarde a clase, Dazai-san.

Dazai se estremece con el portazo, y deja salir un suspiro que se siente helado contra sus pulmones.

Golpea su cabeza contra la pared varias veces, hasta que siente un dolor de cabeza muy entusiasmado.

—Mierda —maldice, arrugando la nariz—. ¿Por qué todos parecen empeñados en sacar tanto de mí?

Aun así, esa noche, frente a su atril en casa, Dazai se queda mirando el lienzo en blanco, repitiendo en voz baja la palabra pasión como si fuera un mantra sagrado.

Turquesa, caramelo, coral, durazno.

Los colores se despiertan como los chispazos de un fuego artificial sobre el océano de estrellas.

Dazai no se detiene hasta que el amanecer lame su nuca y su espalda.

Entonces, frente a ella, hay una grieta. Una pequeña y resonante maravilla que habla por sí misma.

私のミューズ my muse 🌧️☄️ 𝐒𝐎𝐔𝐊𝐎𝐊𝐔 𝐅𝐄𝐌 ¡!Where stories live. Discover now