EL ANTICUARIO

2. EL BROCHE

El primer día de la semana laboral ya estaba terminando cuando Paulo comenzó a ordenar las herramientas de trabajo. En el tiempo que había tenido entre un cliente y otro, había aprovechado para terminar de restaurar un antiguo reloj de pared, que pasarían a retirar a la mañana siguiente. Ya había comenzado la primavera, los días parecían más largos, ya que anochecía más tarde y los rayos de sol recién empezaban a desvanecerse para dar paso lentamente a la luz de la luna.

Como todas las tardes, dejó todo en perfecto orden. Apagó las luces de las lámparas que estaban en exhibición, cerró las ventanas, verificó que la puerta trasera estuviera cerrada, puso la alarma y se dirigió al frente para cerrar el negocio.

Por ser el primer día solo en el negocio no había estado nada mal, pero sentía la ausencia de su abuelo, pensaba en como sería estar todos los días allí sin tenerlo a su lado para preguntarle sus dudas de como restaurar un reloj, como reparar una joya ó cual sería el color más conveniente para un nuevo tapizado del sillón que todavía tenía en reparación desde hace dos meses.

-Tengo que pensar como lo haría él y agregarle mi toque personal - pensó mientras caminaba a paso lento por la calle ,que a esa hora de la noche estaba muy concurrida. 

Decidió pasar por la heladería, no sabía porque razón pero no quería volver a su casa tan temprano, extrañaba las charlas con su abuelo mientras tomaban un café en el bar de la esquina del negocio, como lo hacían habitualmente luego del horario de cierre del local. No quería ir a ese bar, al menos por ahora, todo era tan reciente y su corazón no estaba preparado todavía para enfrentar completamente su ausencia.-

Tomó su helado sentado en la mesa de la vereda, mientras distraídamente miraba el ir y venir de los transeúntes.-

Ya había pasado suficiente tiempo y decidió encaminarse hacia su destino fijado de antemano. Debía regresar a su hogar y terminar de organizar las entregas del día siguiente. Si había algo que había caracterizado a su abuelo  era la prolijidad y la puntualidad en la entrega de los objetos que le encargaban y él estaba dispuesto a continuar con esa regla.-

A la mañana siguiente el primer cliente en llegar al negocio fue el Sr. Lombert, quien había encargado un antiguo broche de cabello con un delicado diseño, el cual tenía la forma de 2 mariposas con sus alas realizadas en piedras de turquesa y el resto de las hermosas alas formadas por pequeños zafiros y un par de pequeños diamantes. Estaba ya listo en su caja de regalo, una caja antigua restaurada por Paulo un par de años antes. Esa restauración había sido uno de sus primeros trabajos. El broche estaba colocado dentro de la caja sobre terciopelo negro, la caja era de raso negro y cerrada con un hermoso moño azul. El Sr. Lombert lo había escogido hacia un mes para el cumpleaños de 15 de su hija mayor, especialmente para que ella lo luciera el día de la fiesta sobre su hermosa cabellera dorada.-

El Sr. Lombert fue puntual. Llegó a la hora prevista con anticipación, retiró su regalo y dejó el cheque por el valor del objeto adquirido. En ese momento Paulo pensó en la historia de ese broche, pero optó por no contarle nada a su nuevo dueño.

El broche había sido adquirido por su abuelo en una subasta del banco pignoraticio hacía ya varios años. Se decía que tal vez había pertenecido a alguien de la nobleza y que no había tenido un buen final. Luego no se supo que había pasado con el broche, estuvo desaparecido muchos años, hasta que alguien, que no estaba en buena situación económica, decidió venderlo y terminó en el sector pignoraticio del banco.

Su abuelo había buscado por mucho tiempo el origen del broche hasta que realmente supo cual había sido su historia que se remontaba un par de siglos atrás. Había sido diseñado por un famoso joyero, tanto por sus exquisitos diseños sino también por su fama de engatusar a sus clientes, cosa que en realidad nunca había sido probada. Nadie en el pueblo había querido admitir haber comprado una joya falsa, porque era un desprestigio.