๑•Capítulo Uno•๑

672 41 9
                                    

Septiembre de 1996.

—¡Mamá, mamá! —los gritos de Choi Yejun retumbaron en el lago Andong esa mañana de principios de otoño.

Yejun, un niño de diez años, extremadamente delgado y demasiado alto para los años que tenía, corría a toda prisa en medio del bosque, mientras dejaba escapar su aliento en cada zancada. La pequeña cabaña que su familia había alquilado para pasar el fin de semana, con la intención de pescar y cazar liebres o algún que otro venado, parecía no aparecer nunca ante sus ojos. Cuando por fin la divisó, tampoco aminoró la marcha.

Jiwoo, su hermana mayor, le salió al encuentro.

—¡Por Dios, Yejun! ¡Vas a alarmar a todo el mundo! —le gritó y frunció el ceño. Antes de subir los escalones de madera, Yejun se detuvo en seco para poder recuperar el aire.

—¿Dónde está mamá? —Yejun hizo caso omiso a las quejas de su hermana y se escabulló en la cabaña antes de que ella lograra sujetarlo por el brazo. Corrió hacia la cocina y se abalanzó sobre el regazo de su madre.

—¡Yejun, cariño! ¿Qué sucede? ¡Tu padre y yo pensábamos que estabas peleando con tu hermana!

Choi Misuk acomodó los mechones azabache de su hijo más pequeño detrás de sus orejas, y le apoyó una mano en el pecho.

—¡Tú corazón está realmente acelerado! —dijo, y comenzó a preocuparse, sin duda, no se trataba de ninguna de las rabietas que él y Jiwoo estaban acostumbrados a tener.

—¿Qué sucede, Yejun? —preguntó su padre mientras probaba un pedazo de pastel—. Creía que ibas a poner algunos señuelos esta mañana, estoy ansioso por ir a cazar.

Yejun respiró hondo y lanzó sendas miradas a sus padres.

—¡Mamá, papá! —Estiró el brazo y señaló hacia fuera—. ¡Hay un joven allí, creo que está muerto!

Choi Jihu se levantó de un salto, y la silla terminó estrellándose contra el suelo.

—Yejun, ¿qué dices?

—¡Lo he visto, papá! —aseguró y abrió sus ojos negros como platos. Misuk lo sujetó de los hombros y lo obligó a mirarla.

—¿Dónde?

—En el bosque, junto al tronco caído —explicó.

Misuk y su esposo se miraron un instante, ambos eran conscientes de que Yejun tenía una imaginación bastante activa, pero también sabían que su hijo jamás inventaría semejante historia, solo con la intención de jugar con ellos.

—Será mejor que vayamos a echar un vistazo. —Jihu se puso su viejo sombrero de fieltro y, tras pedirle a su esposa que se quedase con Jiwoo en la cabaña, tomó la escopeta que colgaba de la pared y salió en compañía de su hijo.

Padre e hijo caminaban rápido por el sendero donde, segundos antes, Yejun había aparecido corriendo desesperado. Iban impulsados, sobre todo, por la ansiedad de descubrir lo que les estaría esperando en medio de aquel bosque.

—Ya falta poco —murmuró Jihu y se abrió camino a través de unos matorrales—. ¿Estás seguro de que era por aquí?

—Sí, papá. —Yejun se puso la mano sobre la frente porque los rayos de sol le estaban dificultando la visión—. Estaba allí, junto al árbol caído.

Cuando por fin el árbol al que Yejun se refería apareció ante sus ojos, Choi Jihu se sintió embargado por una sensación inquietante. ¿Y si el muchacho que Yejun había visto estaba muerto? No quería ni siquiera pensar en esa posibilidad. Lanzó un vistazo a su hijo y, con ambas manos, apretó la escopeta contra su pecho. Se cercioró de que estuviera cargada y lista para ser usada, en caso de ser necesario. Cualquier cosa podía suceder en un lugar apartado como aquel. No habían visto a ningún excursionista ni a ningún cazador desde la tarde anterior, y no estaba dispuesto a arriesgar la vida de su familia ni la suya.

Siempre Me Recordarás- MiniMoni Where stories live. Discover now