Epílogo

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La doctora Kim Jennie soltó una risita. A estas alturas de la luna llena, era de extrañar que Lisa no hubiera preguntado hacía tres horas. Estar atrapada en un automóvil nunca era fácil para su novia cambiaformas, pero parecía especialmente difícil en la época en que se encontraba la luna llena. A poco más de cuarenta y ocho horas, la luna ya empezaba a enloquecer a Lisa, que se retorcía en su asiento, irradiando una curiosa mezcla de deseo y energía nerviosa.

Jennie levantó una ceja. "¿Lo preguntas porque quieres saber adónde te llevo o porque estás cachonda?".

"Por las dos cosas". Lisa se inquietó y Jennie captó un atisbo de una mueca en su visión periférica. "También tengo que hacer pis".

"¿Crees que podrás aguantar quince minutos?".

"Sí". Lisa cruzó los brazos sobre el pecho, claramente satisfecha. " Ya estamos cerca". Su diversión se desvaneció rápidamente, desviando la atención de Jennie de la carretera.

" ¿Qué otro problema hay?" preguntó Jennie.

Lisa irradiaba una sombría tristeza mientras contemplaba las secuoyas que pasaban. "Estamos en medio de la nada, cariño, y estás tan nerviosa que me duele el estómago. Llevas una semana nerviosa. Por favor, dime qué está pasando".

Jennie exhaló. Ocultarle cosas a Lisa era imposible. Con su vínculo emocional, Lisa sabía de inmediato que Jennie guardaba un secreto y, sin embargo, no se lo había preguntado, aunque era obvio que quería hacerlo. Jennie esperaba tener esta conversación desde hacía días y llevaba semanas ensayando lo que iba a decir.

Sintiéndose humilde, Jennie optó por la honestidad total. "Quería que nos fuéramos el fin de semana. Sé que no te gusta estar lejos de casa durante la luna llena, pero creo que es hora de que cambiemos tu rutina."

"Mi rutina existe por una razón..."

"Una razón que descartamos como infundada hace dos meses cuando tú, como lobo, me salvaste la vida". Jennie miró de reojo a Lisa, viéndola reaccionar a las palabras. "No voy a atarte más a esa mesa de acero. Sé que te preocupa que lo de aquella noche fuera casualidad, por eso acepté seguir tu rutina el mes pasado. Pero no eres peligrosa. No eres un monstruo, y no volveré a tratarte como tal".

Preocupación, miedo y un leve alivio emanaban del tenso cuerpo de Lisa, una compleja mezcla de emociones. "Sé que no te hice daño aquella noche, pero...".

"Sin peros". Jennie mantuvo el tono firme, tratando de no insistir en sus recuerdos de aquella noche. La primera vez que había presenciado la transformación lunar de Lisa había sido durante una lucha a vida o muerte con un asesino enloquecido. La loba Lisa le había salvado la vida, desmintiendo el temor de toda la vida de su amante a que la luna la redujera a una asesina sedienta de sangre y sin remordimientos. Jennie había imaginado que la noticia de que Lisa no era más que un cachorro gigante y ferozmente leal liberaría a Lisa de su ritual mensual. Sin embargo, Lisa aún parecía demasiado asustada para aceptar que no era el monstruo que siempre había temido. "Este fin de semana se trata de liberarte, literal y figuradamente. Te amo, todo en ti. Incluso el lobo. Y lo que es más importante, confío en ti. Así que no más ataduras. ¿De acuerdo?"

El miedo palpable de Lisa flotaba sobre ellas como una densa niebla, dificultando la respiración. Jennie apoyó una mano tranquilizadora en su muslo tenso.

"Si alguna vez te hago daño...". A Lisa se le entrecortó la voz. Su rostro se tensó con su evidente esfuerzo por no llorar. "No me lo perdonaría".

"No me harás daño". Haciendo acopio de un poco de su propia ferocidad, Jennie se lanzó a su conocida y apasionada defensa de la naturaleza de Lisa. "Tienes que confiar en mí, Lily. Conocí a la loba. La conozco. No me hará daño".

Feroz┃JENLISAWhere stories live. Discover now