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De un cabezazo Yeonjun se cargó al imbécil sentado y esposado a su lado. Todos los demás tipos en la angosta camioneta se quedaron estáticos, rotando en si observar el cuerpo desmayado o al imponente hombre de cabello azabache con cara de pocos amigos que acababa de cerrarle el puto hocico.

—Al próximo que comente algo sobre los tatuajes en mis manos le corto la polla y se la meto en la boca.

Enseguida voltearon la mirada a cualquier otro sitio de la camioneta. Incluso los hombres con mucho más musculo que Yeonjun, más grandes en tamaño y en edad, no se atrevieron ni a respirar ruidosamente.

Los ojos fríos y rasgados como el filo de un cuchillo destilaban tanta furia, que incluso siendo uno de los más jóvenes en ese grupo de futuros reclusos, se consiguió algo de respeto.

Yeonjun tenía varios motivos para estar tan hostil. Empezando por la molestia de cargar esposas marcándole la piel de las muñecas, por el olor pestilente asfixiándolo, y el maldito viaje. Los policías de mierda pisaban cada bache, como si supieran que estaban colmándole la paciencia y provocándole punzadas de irritación en la cabeza.

La vena que se le solía marcar en la frente estaba a reventar.

Y aun así, todas esas molestias menores no eran las causantes de la sangre hirviendo en cada parte de su cuerpo.

Estaba seguro, confirmadisimo, podía incluso visualizarlo con claridad, dándole una paliza a Soobin por incumplir sus ordenes, y en consecuencia, llevándose a Beomgyu a la cárcel consigo por el fallo de un atraco.

Le tocó inflirtrarse para solucionar el problema él mismo, dejar que lo capturaran a propósito para que se lo llevaran por segunda vez a la misma puta cárcel. Pero era lo de menos, él estaba dispuesto a sacar a Beomgyu aunque tuviera que matar en el proceso, y a Soobin, por ser su secuas y mejor amigo, desafortunadamente y con la ira que llevaba encima, lo sacaría también a toda costa.

No sin antes darle unos buenos puñetazos, un sermón, y un ultimátum, de que jamás lo dejaría hacer un atraco solo con Beomgyu, y menos de manera espontánea sin ninguna preparación ni su permiso.

Pensar en que eso iba a ser lo primero que haría una vez lo instalaran le relajaba un poco los músculos. El cabezazo a penas le sirvió para drenarse.

Apoyó su cabeza en el respaldo del incomodo asiento y cerró los ojos, descansó como pudo hasta que el movimiento del vehículo se detuvo y un guardia abrió la puerta trasera. La luz chocó con los demacrados rostros de los delincuentes que lo acompañaban.

Debido a que él había planeado su ingreso a la cárcel con ayuda de Taehyun, era el más compuesto y menos intimidado por lo que sucedería a continuación. Agregando a eso el hecho de que era su segunda vez allí, y era para él simplemente como la casa de un familiar a la que nunca quieres ir de visita de nuevo.

Solo un día de comisaria, una tarde en el juzgado, y ya estaba saltando al interior de la camioneta policial para adentrarse en la cárcel.

Cabe destacar que a la hora de justificar se declaró culpable de robar los pendientes de esa tienda desde el primer momento, así que le otorgaron un mes de cárcel. La joya no era nada cara, y de todos modos él no necesitaría más tiempo que ese. Ni siquiera tres días.

No más situarse en fila frente a la prisión los guardias abrieron las rejas y los escoltaron a él y a los demás por los largos pasillos llenos de puertas que a Yeonjun se le hacían un completo fastidio. Ni siquiera tenían una cerradura difícil de abrir, era todo para espantar a los nuevos que se veían inmersos en ese oscuro lugar del que no había retorno.

—Aquí de nuevo, Choi —dijo una voz burlona en cuanto llegaron a la penúltima puerta, la que separaba las oficinas del comedor de los guardias.

—He venido a saludarte, Jeon.

Prisión | yeongyu.Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu