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Los párpados de Beomgyu se apretaron antes de abrirse, su vista tardó en enfocarse, pero sus oídos escuchaban pequeñas succiones y su sensible piel se erizó ante los besos que alguien dejaba en su nuca.

Yeonjun estaba ahí, Beomgyu lo sabía. No tuvo el más mínimo rastro de pánico.

El azabache hundió su nariz en su cuello haciéndolo estremercerse. Beomgyu soltó un largo suspiro al ser rodeado en un cálido abrazo, despertando satisfactoriamente de su siesta.

—Tuve tanto miedo cuando vi a la policía llevárselos la otra noche en la patrulla —murmuró Yeonjun cerca de su oreja—. Solo podía pensar en que debía seguirte lo antes posible y sacarte de aquí.

—Yeonjun...

—Nunca experimenté ese terror —declaró abatido— Ni siquiera cuando yo mismo fui encarcelado la primera vez.

Beomgyu se giró y ambos se recostaron de lado. Se miraron a los ojos y el castaño se dió cuenta de la culpabilidad en la cara de Yeonjun. De repente parecía una persona sensible y no el hombre gruñón que aparentaba ser con el resto del mundo.

Beomgyu también había sentido mucho miedo, pero en el fondo estaba seguro de que Yeonjun encontraría la manera de resolver la situación. Ya había salido de prisión una vez, había demostrado que nada era imposible de resolver para él.

—Estoy bien —murmuró— Soobin no se ha separado de mi ni un segundo.

—En cualquier otro contexto no permitiría tal cosa —se quejó el azabache con el ceño fruncido de solo imaginarlos tan cerca—. Pero en verdad le agradezco que hiciera exactamente lo que habría hecho yo.

—Somos un equipo Yeonjun, él lo habría hecho por cualquiera de nosotros.

De cierta forma, ellos eran más una familia que un grupo de amigos vandalos. Todos huérfanos que no fueron adoptados y que crecieron apoyándose en las calles.

Yeonjun era el mayor, el que tomaba la mayoría de decisiones y que siempre sacrificó de su plato para compartirlo con los demás.

Luego estaba Soobin, que tenía una gran habilidad para aparentar que era una persona común y corriente, y que utilizó su cordialidad para conseguirles un espacio seguro donde habitar.

Hueningkai, el miembro más tranquilo y que en ocasiones cuestionaba los actos vandálicos en los que se implicaban. Pero aun así, siempre encontraba un punto medio en discusiones y debates.

Taehyun era el cerebro, capaz de hacer un plan y seguirlo al pie de la letra, sabía usar sus recursos y poner a todos los del grupo a hacer algo útil. Debido a eso tomó como su responsabilidad el que el último plan terminara mal. Y hasta que sus compañeros no salieran de prisión no dejaría de sentir que falló.

Por último estaba Beomgyu, que se consideraba a si mismo el eslabón más débil. Era el protegido, por lo que la mayoría del tiempo debía presionar a Yeonjun y los demás para que le dieran tareas importantes.

Que tuvieran tanto cuidado con él lo frustraba. A veces parecía más una carga que un apoyo.

Si alguien se sentía el completo culpable de lo que había pasado era él. Aunque fuera Soobin el primero en desobedecer las órdenes del grupo.

—No pongas esa cara —soltó Yeonjun.

—¿Qué cara?

—Esa cara de "Perdoname por ser un inútil" —le reclamó—. Hemos hablado de eso con los muchachos, nos importas y por eso te cuidamos.

Beomgyu soltó un gemido de mortificación.

—No es eso... —suspiró—. Yo solo quiero que confíen en mi.

Prisión | yeongyu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora