Capítulo 61. De ángel a demonio.

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«De ángel a demonio»

Estrella

Me sentía sumamente extraña, como si aún no lograra conectar del todo con mi cuerpo

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Me sentía sumamente extraña, como si aún no lograra conectar del todo con mi cuerpo. Morir había sido relativamente fácil; solo fue dolor, pérdida de conciencia y flotar, tan ligera como nunca. Cruzar un vacío de estrellas y aparecer en el Edén, vestida de novia.

En cualquier otra ocasión, el corazón se me hubiera encogido tan solo por ver de nuevo ese mágico escondite: nuestro refugio. Pero, a pesar de que en ese lugar tenía un cuerpo —o lo más parecido a uno— los latidos de mi corazón estaban congelados y en silencio.

Muertos.

Volver había sido lo difícil. Ser arrastrada por una magia que iba más allá de los límites y retornar al dolor, al miedo y la incertidumbre. A unos huesos que pesaban toneladas y una migraña que amenazaba con tumbarme ahí mismo. Me sentía débil, exhausta y mareada, apenas podía mantenerme en pie y fue por eso que permití que Caelum se marchara solo, en busca de nuestros niños. Él tenía razón, en este estado yo solo lo retrasaría o terminaría por distraerlo.

Mi familia seguía ahí, conmigo, acompañándome con una preocupación desbordante. Los cuatro estaban muy serios, con las espaldas rectas y todo el cuerpo bullendo en tensión. Me miraban como si estuviera a punto de irme de boca.

Tal vez lo estaba.

Miré hacia mi izquierda, intentando desviar la atención sobre mí. Evalué la cama chamuscada y pintada con mi sangre, las cenizas grises a nuestro alrededor.

    —¿Qué pasó? —musité.

Mamá hizo una mueca culpable, pero no dio ninguna explicación.

    —Eso mismo queremos saber —señaló Noah, bastante inquieto.

Antes de que pudiera responder, Aiden volvió a la recámara y una de sus manos, tan cariñosas como siempre, se posó en mi cabeza para invitarme a inclinarla hacia atrás.

    —Bebe esto, te ayudará con la pérdida de sangre. —Lo obedecí, tomando el líquido de la taza que acercó al borde de mis labios partidos. No tenía sabor, pero sentí un cosquilleo cálido recorrer mis venas—. ¿Cómo te sientes?

    —Extraña —me sinceré, entrecerrando ligeramente los ojos. Mi vista todavía no terminaba de adaptarse a la brillante luz del techo.

Al escuchar mi respuesta, Mamá se sentó junto a mí. Acarició mi cabello, enredado y tieso, por la sangre que lo había alcanzado.

    —¿Te ayudo a limpiarte? —ofreció, aparentando una tranquilidad que no cuadraba del todo con ella.

    —Necesito más fuerzas para eso —confesé.

Un chasquido mágico podría resolverlo rápidamente, pero el olor y sabor a cobre permanecerían impregnados en mi boca y nariz. El recuerdo de la muerte, también. Había cosas que solo un baño caliente —y el tiempo— podrían borrar. Esta vez no todo se resolvería como por arte de magia.

Féryco 3. Caella. +18Where stories live. Discover now