Capítulo 63. Corazones fríos.

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«Corazones fríos»

Ese Edén era un mundo completamente distinto al que yo había conocido, ni siquiera se parecía a la ilusión que tuve cuando me arrojaron al otro lado después de muerta

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Ese Edén era un mundo completamente distinto al que yo había conocido, ni siquiera se parecía a la ilusión que tuve cuando me arrojaron al otro lado después de muerta. Mientras planeaba para alejarme del sol y descender, pude verlo todo: la falta de color y de vida.

Todo era gris y marrón, incluso el cielo. Aún se trataba del último paisaje que Caelum creó —la pradera para nuestra boda— solo que el río se encontraba seco, el aire rancio y el pastizal crecido y chamuscado. Y ahí, en medio de ese paraíso sin vida, estaba nuestra casita.

El aleteo de mis alas cubrió el de mi corazón y solo entonces me di cuenta de que no estaba lista para este lugar. Mucho menos para encontrarlo así. Volé hasta mi refugio y recuperé mi forma humana cuando aterricé sobre el porche. Ese porche en el que nos habíamos besado, bailado y hecho el amor a la luz de las estrellas, quién sabe cuántas veces.

Hacía frío, el sol no calentaba y una extraña neblina rodeaba la casa. Cubría casi por completo el establo de Kalon, destrozado por la última pelea que se suscitó ahí, cuando mi esposo se arrodilló para suplicar por mi vida y Forcas me lo arrebató sin piedad.

Me estremecí. Un ala cálida se posó sobre mi espalda.

—¿Qué sucedió aquí? —pregunté.

—Atrapado en Paradwyse, Caelum no pudo seguir cuidando de este mundo —informó Malik.

Apreté mis puños a cada costado. Otra cosa que el Concejo nos arrebató: nuestro hogar. Los vestigios de cada sueño me golpearon con fuerza y lo recordé, pidiéndome que nos quedáramos para siempre en ese pequeño paraíso que era solo de nosotros. Prometiéndome que haría habitaciones para que mis padres y hermanos me visitaran cada que quisieran. Que seríamos felices ahí, juntos.

Y por un momento lo vi, frente a mis ojos, con sus alas intactas. Sonriéndome. Llenando la casa de color. Creando la recámara de nuestros hijos tras enterarse de que yo estaba embarazada. Enseñándoles a tocar el piano en esa preciosa sala de música con una vista exquisita. Corriendo y jugando libremente por todos los mundos que Caelum hubiera creado para nosotros: soleados y lluviosos, llenos de hierba y de nieve, montañas y acantilados, ríos y mares, bosques y desiertos...

Llevé mi mano al diamante de estrella que colgaba sobre mi cuello y se me escapó una respiración entrecortada, por el anhelo a la vida que jamás existiría.

—¿Estrella? —susurró Noah.

Parpadeé varias veces, eliminando las lágrimas que estuvieron a punto de formarse.

—Solo necesito un minuto —pedí, débilmente.

El ala de Malik me ayudó a estabilizarme.

—¿Dónde está la daga?

Féryco 3. Caella. +18Where stories live. Discover now