Laura Guzmán no era una chica muy afortunada, se podría decir. Siendo la hija del medio en una familia grande al sur de América, con pocas posibilidades en la alta sociedad gracias a su mala situación económica y sin amigos, además de sus hermanos...
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Capítulo 33: fin del primer acto
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tercero; mis ojos se giran hacia su voz.
puedo distinguirlo en un mar de cientos.
su voz hace que los lindos cantantes que cantan canciones lindas suenen tontos.
su voz hace que todo suene feo.
—¡Espérame, Lily! ¡Ve más despacio!
—¡Corre, Laura!
Laura estaba a un paso de tener un ataque de asma. Nunca había llevado una vida sumamente deportiva, por lo que no podía correr mucho sin cansarse bastante. Lily la había hecho pegar una carrera desde el parque muggle hasta su casa solo porque sí.
La casa de Lily estaba en un barrio muggle bastante bonito. Su casa era blanca en la fachada, con plantas y flores en el porche y un techo de tejas anaranjadas. Por dentro, en la sala, las paredes estaban pintadas de un rojo vinotinto muy lindo, combinado con varios cuadros familiares y de paisajes colgados por doquier. Era una casa bastante acogedora.
El padre de Lily estaba sentado en el mueble leyendo un libro cuando las dos chicas entraron. Lily se acercó dando saltitos y se sentó en el apoya brazos del sillón.
—Creo que Laura quiere matarme porque la hice correr —le dijo la pelirroja a su papá.
—¿Cómo... la... soporta...? —preguntó Laura sin aliento, intentando recuperarse.
El señor Evans se carcajeó. Laura llevaba allí una semana, y ya se había ganado el cariño de la familia (a excepción de Petunia, la hermana de Lily, quien parecía odiarla)
—¿Qué lees, papá? —preguntó Lily.
—Asesinato en el Orient Express.
—¡¿De Agatha Christie?! —saltó Laura.
Padre e hija miraron sorprendidos a Laura, quien se sonrojó.
—Eh... perdón, es mi autora favorita...
—¿Te gustan las novelas policiacas? —quiso saber el señor Evans, mirándola a través de sus lentes de lectura.
