Carlos Sainz había llegado a Mónaco en busca de una distracción, una forma de llenar el vacío que sentía en su corazón roto. En una noche lujuriosa y desenfrenada, esperaba encontrar el olvido temporal que tanto anhelaba. Sin embargo, lo que encontr...
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Carlos Sainz
Aquella noche en Mónaco marcó un antes y un después en mi vida; su cuerpo y mirar marcaron un antes y un después en mi.
Un corazón herido es un arma de doble filo y yo había incrustado aquella arma en mi propia piel.
¿Hasta donde llega un corazón roto para olvidar?
Al parecer la respuesta a mi incertidumbre poseía unos ojos azules que me capturaron aquella noche estrellada de Mónaco.
Su mirada estaba fija en mí. Mis manos dando vueltas al vaso que desbordaba whisky y un solo objetivo; llenar un vacío.
La pelinegra dio el primer paso, cosa que me hizo sonreír cuando la vi acercarse a mi. Sus labios se curvaron en una sonrisa socarrona cuando me recogí las mangas de mi camiseta y la miré sin descaro.
El alcohol recorría mis venas y mis pensamientos congruentes habían desaparecido. Ella se sentó junto a mi, miro mi vaso lleno de whisky y conecto su mirada con la mía.
Ella lo sabía. Ella podía ver lo jodido que estaba, pero no se alejó, aquello la atrajo más.
Me concentre en el azul de sus ojos que se reflejaba con mayor brillo bajo las luces del bar. Su rostro me parecía conocido, aquella mirada y labios los había visto antes.
—Ahogando penas en el alcohol. —Afirmó aquella chica rompiendo el hielo.
Mire mi vaso con una mueca y luego subí mi mirar, mientras le regalaba una sonrisa.
—¿Se nota tanto? —Pregunte.
Ella soltó una pequeña carcajada haciendo que sus ojos brillaran con una especie de reto; de lujuria.
—Entre personas rotas nos reconocemos. —Respondió devolviéndome la sonrisa.
Mordí mis labios. Joder, aquello era poco. ¿Como debía sentirme al saber que la mujer a la que amaba estaba a punto de casarse con mi compañero de equipo?
La miré con mucho más interés luego de sus palabras. Su mirada me escudriñaba intentando encontrar algo.
La pelinegra volteó su cabeza en dirección a la barra meditando sus siguientes palabras, mientras recorría con sus dedos su copa de vino.
—¿Qué trae a alguien como tú por estos lares? —Susurro mirándome con cautela.
Su pregunta me tomo por sorpresa, haciéndome acomodar en mi lugar. Recogí las mangas de mi camisa para luego cruzarme de brazos con su mirada fija en mi.
