Carlos Sainz había llegado a Mónaco en busca de una distracción, una forma de llenar el vacío que sentía en su corazón roto. En una noche lujuriosa y desenfrenada, esperaba encontrar el olvido temporal que tanto anhelaba. Sin embargo, lo que encontr...
"odio tus mensajes cuando dicen que tenemos que hablar"
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Carlos Sainz
—¿Como te va jugando a ser Ken?
Deje que el aire llenara mis pulmones cuando me apoye sobre mis rodillas buscando un alivio. Voltee mi mirada cansada al hombre frente a mi que me regalaba una sonrisa burlona.
—Horrible.
Rupert cambio su semblante divertido ahora mirándome con confusión.
—¿Por qué? ¿No se llevan bien?
«Ese era el problema: ni tan siquiera nos llevábamos.»
—No nos llevamos, Rupert. Siento que convivo con un robot programado para evitarme. —Respondí.
Mara se había enfrascado en su mundo, aunque debo de admitir que yo también. Era como si me evitase a toda costa. La pelinegra se pasaba fuera de casa en entrevistas, sesiones de fotos o reuniones, y aún estando en casa siempre buscaba un motivo para encerrarse en su habitación a trabajar; era como si huyera.
—¿No es mejor así? digo...Quizás así evitan mal entendidos. —Habló.
Había tensión, joder, más que tensión. Cualquiera lo notaría a kilómetros. Guardábamos distancia, claro esta. Habían pasado tres días desde que estábamos viviendo juntos y las únicas veces que nos dirigimos las palabras son para los «buenos días» por educación y discusiones laborales, no más.
—Lo es en cierta parte, si. —Asentí. —, pero eso no ayuda en nada con nuestra pequeña farsa. Si estamos de esta manera en privado, ¿sabes lo difícil qué será fingir en público?
Gracias a Dios no habíamos tenido otra aparición pública, la verdad es que no tenia ni la más remota idea de cómo lo manejaríamos. Y eso era un problema; uno muy grande.
—En ese caso, tienes que resolver eso antes de España. —Advirtió.
Suspiré cerrando mis ojos con fuerza escuchando la advertencia de Rupert. En cuatro días viajaba a España, a mi Gran Premio de casa, y los nervios me carcomían por dentro.
Luego del Gran Premio de Mónaco, todo fue un choque a la realidad; a mi realidad. Tenía un millón de cosas encima, pero lo que más me preocupaba era mi familia. Ir a Madrid solo significaba una cosa y era fingir, fingir frente a las personas que mejor me conocen en este puto mundo.
¿Como podía lograr aquello, cuando mi compañera de crimen aún no cae en cuenta de que somos dos en juego?
