OO6.

1K 100 9
                                    

—Baby.—sentí su barba en mi cuello, abrí los ojos despacio cuando sentí la corriente de aire.

—Frío, papi.—susurré adormilada todavía.

—Dale, Sarabi.—acarició mi pelo.—¿Qué pasó, no descansaste?.—negué con mi cabeza, sentí como se tumbaba por completo.—Es el partido de Meek.—soltó una carcajada cuando me levanté de golpe.

—Mierda, casi me olvido.

—Te olvidaste, nena. Yo fui quien te lo recordó.

—Mámate un bicho.

—Mámamelo tu.

—Con gusto.—me tomó del cuello.—Diablo, Miky.—mordió mi labio inferior.—Tas' poniéndome caliente.

—Tu comenzaste.—se defendió.—Mi beso de la mañana.—se apoderó de mi boca, le seguí el beso y me hice con el control del mismo, lo escuché gruñir un poco por ello pero enseguida se le pasó cuando permití que su lengua se moviera a su antojo.

—Éntralo.—susurré.

—Sata, mejor ve a bañarte pa ver si me purifica ese alma, sierva.

—Rocíame con leche bendita, pues.—volvió a agarrarme por el cuello.

—Abre.—obedecí, cuando estábamos por besarnos el sonido de la puerta nos detuvo.

—¡Paaaaaa!

—¿Qué pasó, Meek?.—me salí de la cama para ponerme algo de ropa, una vez estuve vestida yo misma abrí la puerta.

—¡Simba!.—elevó sus brazos para que lo cargara.

—Hola, lindura.

—Tan tierno.

—¿Me ayudas a prepararme? .—asentí.

Fuimos a su habitación, él ya se había lavado sus dientes por lo que sólo quedaba ayudarlo con la ropa.

—Levanta tus manos.—pedí antes de pasar la camiseta de manga larga, encima de esa le puse la de tirantes de su equipación, debía abrigarse porque el día estaba medio raro y prefería prevenir que se enfermara.—¿Estás nervioso, Simba?

—Un poco.

—¿Serio?

—Sí, hay un compañero que me habla feo porque quiere el puesto en el que yo juego y el otro día me hizo una pupa, mira.—de reojo vi a Miky, estaba apoyado en el marco de la puerta y sabía que se desataría el infierno en el campo de juegos porque sin duda, él había escuchado el cuento completo y Miky carecía de control cuando de Meek se trataba.

Le ayudé con su pantalón, las medias y las zapatillas, peiné su cabello según sus instrucciones y comencé a llenar la bolsa de deporte con ropa de cambio.

—¿Sabes que tienes que hacer cuando encestes?.—me miró con atención.—Pones tu mano sobre tus labios, la parte de la palma.—siguió mis indicaciones.—Y rugir, deja que vaya a por pinturas para hacerte la boca del león.—Haré la boca de Sarabi en tu mano y cuando encestes lo colocas para que se vea bien y ruges, recuérdalo porque solo así sabré que me lo estás dedicando a mi.

—Dale, soy Simba rugidor.—colocó sus manos como garras y rugió.

—Ese rugido salió medio débil porque alguien no desayunó.—intervino el colorao'.—Ve.—el muchacho obedeció y se largó.—¿Qué tanto buscas?

—Ropa, ¿qué debería ponerme?

—Nada ajustado, provocativo, nada que haga que esos cabrones se te queden viendo porque después del papá del chamaquito que anda metiendose con mi hijo, me enfocaré en los mirones.

THE MVP ; Miky Woodz Where stories live. Discover now