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-Natasha-

Si la Natasha engreída, fiestera y altanera de universidad me viera en estos momentos, se burlaría en estos momentos de lo estúpidamente romántica que me he vuelto por una chica a la que le llevamos algunos años encima, cambiando una noche de fiesta por estar en la sala de nuestro nuevo hogar sentadas sobre la alfombra, tomando una taza de té en la madrugada mientras nuestra novia está sentada con sus lentes de vista cansada recargada en el sofá terminando los últimos detalles del disfraz que nuestra pequeña ocupará en su primer cumpleaños que la castaña a mi lado lleva organizando desde el mes de diciembre.

Riendo cuando de nuevo la aguja aterriza en su dedo haciéndola gruñir molesta.

Te dije que lo mejor era comprarle uno en la tienda de disfraces o mandarlo a hacer, cariño, te está quedando hermoso pero si continuas así te quedarás sin armas para la cama. -me lleve mi taza de té a los labios para esconder mi sonrisa.

Sabes que... ya me canse. -Lanzó el vestido en la mesita de centro molesta.

Espera Wanda, amor no te enojes. -Baje mi taza para ponerla a un lado del kit de costura.

Mirándola levantarse con rapidez alejándose de la sala subiendo a la segunda planta encima de la sala donde dejamos ese espacio para poder ocupar para el trabajo en casa.

Wanda, amor te enojaste. -pregunte levantándome de la alfombra.

Dando algunos pasos fuera de la sala para ver a la chica que buscaba animada algo entre los pequeños estantes que tenía arriba con sus cosas de arte.

Aquí tengo una herramienta especial. -se acercó al barandal con una sonrisa victoriosa.

Viéndola bajar las escaleras girando el cable blanco moviendo sus cejas con diversión.

Aún tendré armas para la cama. -se paró frente a mí poniendo sus manos en mi cintura.

Aún tenías armas para esas ocasiones. -sonreí pasando mis brazos por su cuello.

A si, como qué armas tendría. -pregunto comenzando a hacerme caminar de reversa.

No lo sé, tal vez aquellas que... ¡Wanda!. -me rei cuando me hizo caer al sillón.

Lo siento, prosigue princesa. -sonrió alzando mi camisa de pijama.

Esos juguetes que compramos hace poco, supongo que los podríamos ocupar. -comencé a abrir los botones de mi camisa para mirarla.

En eso tienes razón, pero esos son los refuerzos, cielo, las verdaderas armas son mis manos y estos dedos que tanto te gustan. -alzó su mano llena de anillos como siempre.

No sientes como que a ésta mano le falta un anillo en el dedo anular, yo creo que se vería bien que tuvieras uno ahí. -tome su mano izquierda entrelazando nuestros dedos.

Lo mismo digo, pero aun no encuentro el indicado que me quede en este dedo, creo que buscaré uno por ahí. -suspiro recargando su cabeza sobre uno de mis pechos.

Tal vez pronto tengas uno ahí. -sonreí aun jugando con sus dedos.

Cambiando mi mueca rápidamente por una de dolor ante el movimiento repentino que tuvo la castaña de alejarse de mi pecho para quedar a horcajadas en mi vientre.

Tomando mi mano izquierda para comenzar a inspeccionar cada uno de mis dedos.

Me checas la manicura que me hice para la fiesta, cariño, la pedí de tamaño bajo para no hacerte daño. -le mostré el color claro de acrílico en mis uñas.

Natasha en donde está tu anillo. -pregunto tomando mi dedo anular.

Oh, el anillo de mi madre, creo que lo perdí. -Le reste importancia haciendo un puchero.

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