(LGBTQ+) Una joven burguesa se enfrenta a una maldición, al mismo tiempo que se enamora del fantasma de un chica atormentada. ¿Qué pasará cuando ese vínculo la lleve a terminar en el epicentro de una guerra?
***
El reino de Idalia se enfrenta a una...
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
«Es tarde ya, quizás, para comenzar a escribirte pero antes no hallaba una excusa convincente para ello. Mejor dicho, allí estaba la excusa pero no sabía si lo mejor era revelar todo lo que estoy a punto de dejar por escrito. Perdón que lo diga, perdón si te hiere, pero consideré mantener esto como un secreto entre nosotros. Mas, acabo de darme cuenta de que las mentiras y las verdades ocultas entre tú y yo no pueden existir.
¿Por qué? Eres más que mi hermano, eres mi mejor amigo. Jamás te he ocultado nada, no puedo ahora simplemente ocultar esto.
¡Sí, he seguido viendo fantasmas pero con cada día que pasa dejo de tenerles algo de miedo! Bueno, mejor dicho, no le temo a una en específico. Su nombre es Anne. De ella, del momento en que fue de carne y hueso como nosotros, no conozco casi. Comprenderás lo mucho que se siente fuera de lugar hacer cuestiones irreverentes sobre lo que fue en vida, pero hemos comenzado a hablar. Diría que somos amigas, si es que eso posible dadas nuestras circunstancias. Sin embargo, desde que la vi por primera vez, siento algo muy distinto a la complicidad de una amistad. ¿Sabes a que me refiero, verdad? Incluso estando muerta, con sus ojos vacíos, es hermosa, más de lo que podría describir sin gastar tantas páginas y sin tener que obligarte a escucharme por más tiempo.
Digo únicamente esto porque, aunque no lo escuchas, las campanas de la medianoche están sonando a la distancia. ¡La veré en muy poco tiempo!
No es lo que deseo, pero hasta aquí dejo lo que tengo yo para contarte, al menos por eta noche.
Ya quiero verte de nuevo, para leer contigo este escrito y los que se aproximan tan, igualmente llenos de mi cursilería, solo para que tú te rías de lo que siento y al final me alientes a no desistir.
Te quiero, Allerick.»
Hice lo que mi hermano indicó si es que me veía en la necesidad de contarle algo: escribí todo lo que me urgía expresarle. En un cuaderno viejo, olvidado en el rincón más oscuro y polvoriento de mis cajones, empecé a anotar todos los detalles sobre la figura fantasmal cuyas visitas estaba recibiendo gustosa y complacida. Vi ocupada poco más de una carilla, no era consciente de que pronto una cantidad considerable de hojas estarían colmadas de palabras similares. Consideré ese acto como insólito en mi persona porque jamás escribí nada que ahondara en mi mente. Allí coexistían pensamientos que atormentaban demasiado mis días, no quería verlos esbozados en forma de letras y renglones interminables. Pero fue diferente en esa ocasión, eran palabras de exaltación hacia la belleza y calidez que admiraba, no era nada terrorífico o inquietante.
Tan pronto como dejé de un lado la pluma, ella se apareció. Noté su presencia por un haz luminoso de matices levemente doradas, que iluminó de forma tenue pero muy firme cada espacio que la lámpara de gas no alcanzaba.
Aunque cada parte del espejismo que veía estaba formado por niebla y era intangible para mí, era a su vez extraordinaria la manera en que la falta larga de su vestido rozaba contra el suelo y los muebles, como adquiría sus formas y se movía a favor de lo que la física previó. Su presencia era más real o eso me pareció esa noche: su luz aunque le hacía competencia a la lámpara, no era sobrenatural y radiante, ni su cuerpo parecía una triste y simple ilusión a punto de desaparecer, entremezclada en su debilitamiento con la realidad. Me quedé maravillada al verle.