CAPÍTULO 114: La más bonita despedida

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Capítulo 4 del maratón

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Capítulo 4 del maratón

Después de ganar el concurso, Salomé volvió junto con Jimmy, sus amigas y los demás al país.

Uno de los premios que recibieron fue unas vacaciones de un mes en las islas Palawan, a dónde viajó todo el equipo junto con la maestra, menos ella y las gemelas.

Quería pasar los dos últimos meses de embarazo en casa con su familia y así lo hizo. Las hermanas la acompañaron en la mansión la mayor parte del tiempo, junto con su tía Victoria.

Jimmy volvió al proyecto, pero con la ayuda de Paul, pudo hacer un balance entre el trabajo, ella y su objetivo de superar la pérdida de sus madres.

Él seguía en la terapia psicológica, aunque ya no tan a menudo como antes, y Salomé estaba viendo grandes resultados en él. Ya no tenía muchos momentos de crisis depresiva y cada vez parecía más realizado y feliz. Estaba tranquila, hasta que llegó ese día...

❤ღ❤

Faltaba tan solo un día para la cesárea de su esposa y de repente, luego de un partido de futbol, se sintió tan deprimido que no quiso volver a la casa.

Todos sus compañeros se marcharon y él se quedó solo en la cancha.

Ese día Paul no había podido ir a jugar porque debía estar presente en un juicio; tal vez por eso sucedió, no tuvo quien le subiera el ánimo cuando la crisis apareció...

Parado en el centro de la cancha, comenzó a meter goles en la portería vacía; uno tras otro, golpeaba los balones que volvían a él luego de chocar contra la malla.

Pensaba en sus madres y en lo mucho que habría deseado que ellas conocieran a sus hijos.

Siempre había soñado con ver a pilar cargando a sus nietos y Anita cantándoles canciones para hacerlos dormir. Ese ahora era un sueño frustrado porque nunca podría hacerse realidad...

Ellas no estaban para cumplirlo y nunca las vería siendo abuelas.

Los ojos se le llenaron de lágrimas y cada vez pateaba los balones con más fuerza.

Una llovizna empezó a caer, pero no le importó; no podía detenerse, simplemente, necesitaba sacar todo el dolor que tenía atravesado en el pecho por la ausencia de ese par de mujeres que adoraba, y se quedó ahí... dejándose mojar por el agua que caía del cielo empapándolo. La lluvia se convirtió en tormenta y el sonido de los truenos retumbaba en el cielo.

Cuando ya no había un solo balón cerca de sus pies, corría hacia el más cercano y lo pateaba, enviándolo lejos. Los guayos se le llenaron de lodo, debido a que en algunos sitios de la cancha no había pasto, sino tierra por lo deteriorada que estaba, y tenía las piernas salpicadas hasta las rodillas.

Ese había sido su sitio favorito para entrenar desde que era niño, a pesar de estar abandonado y descuidado; porque allí era donde su madre iba a verlo jugar y se quedaba sentada durante horas en las gradas, observándolo y gritándole palabras de ánimo. Celebraba sus goles en grande, corriendo hacia él para abrazarlo y llenarlo de besos; luego, ese papel lo había tomado Anita cuando ella se fue, y aunque no era tan efusiva como Pilar, trataba de serlo por él con tal de llenar ese vacío...

Selenelion (Sol y Luna)Where stories live. Discover now