Capítulo 1

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Caminaba a paso veloz entre las calles de la fría ciudad. Acomodando su capucha con su campera de nylon para cubrir su cara un poco más, después de notar que posiblemente alguien la seguía. Intentó pensar que solo era paranoia. Echo un vistazo a los que caminaban a su lado, pero todos mostraban calma en sus expresiones.

Dobló en una esquina, debía intentar deshacerse de esa figura. Si es que había alguna. En ese momento había menos personas. Le sería más fácil llegar a notar si estaba en lo cierto. Aunque sería más blanco fácil ella también.
Miraba discretamente hacia atrás cada algún segundo, no lograba ver por completo. Una figura vestida de negro sola mente se hacía presente y desaparecía continuamente.
Decidió buscar su celular para hacer una llamada a la oficina donde estaba volviendo en ese instante, marcó el número y nadie contestaba. Los nervios continuaban y crecían mientras escuchaba unos pasos más de cerca.
La computadora sonó del otro lado de la línea y maldijo por lo bajo. Con impotencia, insistió una vez más hasta escuchar a su compañera de trabajo.

—Mimi, escúchame. Necesito que me digas si Mark ha llegado —susurró ocultando su inquietud.

—Madison, ¿Dónde demonios estás? Sabes que Mark no te perdonará otro día tarde, cariño.

—Solo dime si ha llegado —repitió.

—Todavía no. Aún se encuentra en la reunión desde esta mañana. ¿Ya vienes? —La chica respiró un poco aliviada, no aguantaría otro escándalo con su pareja.

—Si. No te preocupes, estaré allí en minutos —cortó sin dejar continuar hablando a la mujer y notó que esa persona estaba más cerca.

Ya estaba cansada, no escaparía como la última vez. Apuró sus pasos hasta otra esquina, dobló y se dirigió a un local. Abrió la puerta, dejó pasar a un hombre mayor que salía del lugar y pudo ver en el reflejo de la puerta de vidrio la imagen de quien la acechaba. Pensó rápido y se metió en el local.

Caminó para hablar con el joven que atendía.

—Buenos días, señorita. ¿En qué la puedo ayudar? —sonrió amablemente.

—Necesito usar su baño —indicó sin rodeos. Y escuchó la puerta abrirse nuevamente—. Por favor, es una urgencia. El joven de lentes, muy simpático, llegó a notar el temor en los ojos de la chica. Luego desvió su mirada hacia la persona que tenía detrás. Se lo veía confundido.

—Claro, pase —dijo con voz apenas temblorosa.

—Gracias —sonrió y caminó sin espera. Entró en un pasillo al fondo. Pudo escuchar al joven hacer la misma pregunta a esa persona, pero no esperó.

Entró, se quitó la capucha y buscó en su bolso desesperadamente unos guantes que su entrenador le había regalado como premio cuando terminó las clases de defensa personal.

Se situó al lado de la puerta y no tardó en abrirse lentamente. Su corazón se aceleró, dejó que la adrenalina fluyera por sus venas. No dio tiempo a que el desconocido actuara. Trepó en su espalda, este desesperado se movió para tirarla al piso. Decidió caminar hacia atrás y chocó junto a ella contra una pared. Se tragó el dolor que eso causó en su espalda. El hombre giró, sacó una cuchilla y por acto reflejo ella la pateó a unos centímetros. Iba a golpearla, pero no tuvo éxito. Ella fue más rápida dándole una patada en su entrepierna. Al agacharse, le dio un rodillazo en su cabeza. Este cayó al piso, pero rápidamente se levantó, la tomó del cuello otra vez contra la pared. En ese momento, pudo ver con claridad sus ojos azules oscurecidos tenebrosamente. No lo conocía. Necesitaba soltarse, luchó para zafarse le llevó varios segundos. Hasta que el odio volvió a apoderarse de ella por completo. Dejó de hacer fuerza soltando las manos de él y cerró sus ojos.

Caminando Entre Sombras © AMAZON/KDPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora