Capitulo 5: El misterio

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El joven, incapaz de apartar de su mente la imagen del cuerpo de Duria que había contemplado, se debatía entre la atracción y la repulsión que sentía. Los pensamientos impuros se habían apoderado de él haciendo que fuese incapaz de conciliar el sueño.

El resplandor de la luna filtrado por las rendijas de las viejas paredes añadía una pizca de misterio a aquel lugar. El joven se encontraba inmerso en un torbellino de emociones, luchando contra sus deseos y su deber. La pureza y la seducción que irradiaba Duria mientras dormía lo consumían por dentro, desatando una tormenta de pasiones y anhelos prohibidos.

Consciente de su vulnerabilidad y del peligro que podría representar para Duria, el joven optó por alejarse de su presencia. Salió de la habitación en silencio, cerrando la única puerta que la separaba de su descanso pacífico y reparador. Aquel acto de precaución era necesario para evitar perturbarla y protegerla de los pensamientos turbulentos que lo atormentaban.

En el silencio de la estancia contigua, el joven se debatió entre sus sentimientos encontrados y su deber. Sabía que debía mantenerse alejado de Duria, resguardando los secretos que portaba y cumpliendo con su encomienda, aunque ello significara negarse a sí mismo la posibilidad de explorar aquellos deseos que lo perturbaban.

La noche avanzaba y los susurros del viento se colaban por los recovecos de la cabaña abandonada. El joven, sumido en sus pensamientos y confundido por el deseo y la responsabilidad, intentaba encontrar claridad en medio de la oscuridad.

A medida que la luna se desvanecía en el horizonte y los primeros rayos del sol asomaban tímidamente, el joven se alejaba aún más de Duria, protegiéndola en la distancia. Sabía que pronto tendrían que enfrentarse nuevamente, pero por ahora, era imperativo mantenerse alejado para preservar su integridad y salvaguardarla de cualquier peligro oculto.

La habitación, con su única puerta cerrada, se convirtió en un símbolo de separación y contención. Era el refugio de Duria, un lugar donde podía encontrar tranquilidad mientras él lidiaba con sus propios demonios internos.

Así, el joven se debatía entre la pasión y la responsabilidad, anhelando el contacto que lo consumía pero resistiéndose a ceder a la tentación. Mientras tanto, Duria descansaba ajena a la lucha interna que él enfrentaba, sumida en un sueño profundo y reparador, sin sospechar el abismo que se abría entre ellos.

Cuando ya pasaron unos cuantos minutos el joven se sumergío por fin en los abismos de sus sueños apoyado con su espalda en la degastada puerta de madera que lo separaba de la habitacion contigua, las imágenes de Duria cobraban vida en su mente de manera hipnótica y seductora. El velo de la realidad se desvanecía por completo, dejando espacio para que sus pensamientos más oscuros se manifestaran en formas y escenarios vívidos.

Veía a Duria en la oscuridad del bosque, iluminada por destellos de luna que resaltaban su figura misteriosa y tentadora. Su piel pálida brillaba con un resplandor irreal, y su mirada profunda y enigmática lo envolvía en una telaraña de deseo incontrolable.

Cada movimiento de Duria en sus sueños era grácil y cautivador. La seducción se tejía en cada gesto, en cada curva de su cuerpo. Su cabello era de un color oscuro, en su sueño, y  ondeaba como el viento enredado en pasiones prohibidas, y su voz susurraba promesas tentadoras que resonaban en el alma del joven.

La ropa de Duria se desvanecía en la penumbra, revelando su desnudez esculpida con perfección y deleite. La luz lunar acariciaba cada centímetro de su piel, acentuando sus formas delicadas y sus curvas que invitaban al pecado. El joven se encontraba hipnotizado por la visión de su belleza divina y prohibida.

En sus sueños, los cuerpos de ambos se entrelazaban en una danza ardiente y frenética. El deseo los consumía sin piedad, mientras el bosque de rosas gigantes se convertía en un escenario de pasión desenfrenada. Pétalos caían como lluvia sobre ellos, fusionándose con sus gemidos y susurros, creando un ambiente surrealista y embriagador.

La intensidad de los sueños aumentaba a medida que sus cuerpos se fundían en uno solo, perdiéndose en un éxtasis salvaje y primitivo. El joven se entregaba sin restricciones a los placeres prohibidos que Duria le despertaba, dejando de lado todas las inhibiciones y temores.

Sin embargo, mientras el éxtasis crecía en sus sueños, también crecía el conflicto en el corazón del joven. La lucha entre el deseo desenfrenado y la moralidad se entrelazaba con cada movimiento, y un sentimiento de culpa se colaba en medio del placer y la entrega.

La frontera entre los sueños y la realidad se desdibujaba, y el joven luchaba por mantener la cordura en medio de la pasión y la tentación. Sabía que aquellos deseos ocultos no podían ser explorados más allá de los confines de su mente, pero su subconsciente los exponía sin piedad, despertando en él una mezcla de excitación y remordimiento.

Con los primeros rayos de sol que se filtraban por las rendijas de las viejas paredes de madera, Duria despertó, sintiéndose más tranquila después de un sueño reparador. Al principio, se encontraba desorientada, sin reconocer su entorno. Su rodilla dejó de sangrar y solo quedaba una costra en ella, la herida en su pecho estaba mejorando pero aún estaba enrojecida y le dolía. Sin embargo, lo que más la sorprendió fue la manta que la cubría. No recordaba haber encontrado algo similar en la habitación ni en toda la casa. Miró a su alrededor y notó que, a diferencia de la noche anterior, la puerta de su habitación estaba cerrada.

Curiosa, se acercó a la puerta y trató de girar el picaporte, pero parecía estar trabada desde el otro lado. Le resultaba extraño que alguien la hubiera cerrado sin su consentimiento. Comenzó a sentir una leve sensación de intranquilidad mientras intentaba abrir la puerta sin éxito.

Decidió explorar la habitación en busca de pistas o una forma de salir. Sus ojos recorrieron cada rincón, buscando algún indicio de lo que podría haber sucedido durante su sueño. Sin embargo, no encontró nada fuera de lo común, excepto por la manta que la cubría, que seguía siendo un misterio para ella.

La sensación de estar atrapada comenzó a aumentar su nivel de ansiedad. Intentó llamar la atención golpeando la puerta y llamando en voz alta, pero el silencio reinaba al otro lado. Una oleada de pensamientos confusos invadió su mente, preguntándose quién o qué podría estar impidiendo su salida.

En medio de su preocupación, recordó que el joven con quien había estado en el bosque la noche anterior había desaparecido. ¿Podría ser él quien la había encerrado allí? No sabía qué pensar de esa posibilidad, ya que no tenía suficiente información sobre él ni sobre sus intenciones.

El tiempo parecía transcurrir lentamente mientras Duria intentaba desesperadamente encontrar una solución. La sensación de estar atrapada y sin control la abrumaba, creando un ambiente de angustia y desasosiego en la habitación. Cada intento de abrir la puerta solo alimentaba su frustración y la incertidumbre sobre lo que le deparaba su encierro.

Mientras tanto, el exterior de la cabaña permanecía en silencio, como si el bosque mismo estuviera conspirando para mantenerla cautiva

DuriaWhere stories live. Discover now