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La rapidez con la que el fin de semana había acabado, era el recordatorio de una semana difícil para la chica, no podía negar que estando con Javier, el tiempo parecía desvanecerse entre sus manos mientras que, entre semana, parecía convertirse en tortura.
— ¿Qué planeas hacer hoy? — preguntó Javier mientras terminaba de alistarse. La chica lo miró fijamente antes de encoger los hombros — ¿Por qué no sales? — sugirió.
— ¿Puedo hacerlo? — preguntó sorprendida.
— Claro, ¿por qué no? — este la miró con obviedad — Al principio no, por todo lo que había sucedido, pero han pasado semanas... supongo que ya podrías hacerlo. Solo me preocupa que te pierdas de regreso a casa. ¿O quieres esperarme? — Esta negó levemente.
— Podría intentar solo con algunas cuadras y regresar, no me iré para siempre — comentó esta, provocando la risa del pelinegro.
— Disculpa, cariño, pero no lo he preguntado, ¿cómo te has sentido? — este se acercó a ella, tomando su rostro entre sus manos e inspeccionando.
— He estado bien, no ha pasado nada interesante — mencionó, cerrando los ojos ante el tacto de Javier. Este sonrió, sintiendo sus latidos aumentar y ante la cercanía, aprovechó para unir sus labios en un suave y delicado beso.
— Cualquier cosa, no dudes en llamarme.
— ¿Y si estás ocupado? — preguntó la chica con el ceño levemente fruncido.
— Para ti, siempre estaré disponible — aquello produjo algo agradable en ella y Javier pudo notarlo — De todos modos, mi padre estará aquí, ¿por qué no intentas hablar con él?.
— Creo que es más fácil hablar con la pared — Javier negó con la cabeza.
— Es un poco frío pero sin duda, es noble... — Lina suspiró derrotada antes de asentir y separarse de él — Ten — este extendió un fajo de billetes — por si quieres comprar algo lindo.
