Ya habían pasado unos cuarenta y cinco minutos, y no lograba conciliar mi sueño, tú si, ya que tu respiración era tranquila y no te moviste en ningún momento.
Comencé a inquietarme; era imposible no pensar lo que puede suceder con un hombre como tú en mi cama; los dos con poca ropa. Sentía calor y comencé a desesperarme.
Y fue como por inercia que toqué tu hombro para despertarte. Te necesitaba.
Abriste de apoco los ojos y me preguntaste que me pasaba.
-Tócame -te respondí.
Lamiste tus labios, me miraste a los ojos y después bajaste hasta la loma de mis pechos.
De repente sentí tu mano por debajo de las sábanas acariciando mis muslos y mi corazón comenzó a latir más fuerte.
Luego subiste un poco más la mano y jugaste con el elástico de mis bragas para después acariciar mi feminidad.
Ahogué un gemido y rápidamente me callaste con un beso.
-Nena, créeme que desde ahora todos los días te haré pasar una buena noche.