Arqueaba mi espalda cada vez que hundías tus dedos en mi sexo. Mis manos se apretaban con las sábanas y mis ojos se mantenían cerrados ante el contacto.
Estaba delirando cada vez que movías tus dedos, me acuerdo que decía cosas sin sentido y que te pedía que siguieras y te quedaras.
Tu respiración en mi cuello me daba escalosfríos y aumentaba mi excitación.
Cuando te dije que estaba a punto de llegar, me besaste.
Te quedaste un rato sobre mí mientras me dabas besos en el cuello.
-Es mi turno –Susurré.
Te incorporaste y sonreíste.
-Quizás otra noche nena. Pero quiero que sepas que haberte hecho sentir excitada, fue más que suficiente.