Cap. 6 - ¿Hablamos?

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Finalmente habían acordado que Manolita iría directamente a buscar a Luna al colegio, y así Luisita y Amelia podían quedar con tranquilidad, sin preocuparse por la pequeña.

- Hola... - saludó la psicóloga nada más llegar.

Habían quedado en el parque que les vió crecer, y donde empezaron a entablar una amistad, que ninguna de las dos imaginaría que llegaría hasta donde ha llegado.

- ¡Hola! - dijo una Amelia sonriente - ¿Qué tal el día?

- Bien... Nada fuera de lo común en la consulta de una psicóloga. - respondió Luisita.

Poco a poco se fueron acercando y cortando las distancias, hasta quedarse frente a frente.

- ¿De qué querías hablar? - preguntó Amelia cortando con ese momento tan íntimo.

- De nosotras... y también de algo que me he enterado esta mañana. - respondió.

Luisita siguió su camino. Tenía claro dónde quería ir, y Amelia la acompañó manteniendo unos pasos de distancia. Ese sitio era muy especial, y cada una tenía un ritual y una forma distinta de acceder a él.

- Nuestro sitio... - señaló Amelia cuando se sentó al lado de Luisita.

- Nuestro, y de media ciudad... Pero sí, un pedacito de nosotras tiene. - dijo sonriendo Luisita.

- ¿Qué pasa Luisita? Y no te vayas por las ramas, por favor. Llevo todo el día con unos nervios malísimos, y casi no he comido. - explicó la morena.

- Anoche Luna nos escuchó. - soltó Luisita sin pensarlo mucho.

- ¿Cómo? ¿Dónde? - preguntó Amelia.

Luisita le explicó la conversación que tuvo esa mañana con su hija, mientras intentaba mantener la postura seria, para no hacer pasar más vergüenza a Amelia.

- ¿Y me lo dices ahora? - dijo muerta de vergüenza.

- Amor, cuando he podido... Lo siento. - se disculpó la rubia riéndose.

Se quedaron un rato calladas. Observando las vistas que tenían justo en frente, donde se podía apreciar gran parte de la ciudad. Instintivamente también se buscaban, a veces coincidían y reían.

- Parecemos dos adolescentes en plena pubertad que no se pueden ni mirar a la cara por la vergüenza que tienen... - soltó Amelia mirando a lo lejos.

Luisita, al oír eso, se dió la vuelta y la miró. Observó sus ojos y por ende su mirada perdida entre la ciudad. Observó también sus rasgos tranquilos, relajados, y como poco a poco, con el paso del tiempo, se le iban marcando las líneas de la felicidad, como ella le llamaba, ya que para la rubia, que a su edad empezara a tener un poco de arrugas, era sinónimo de haber reído mucho, o eso quería pensar ella. No podía apartar la mirada de la morena. Sentía una atracción muy fuerte, de la que no se quería deshacer nunca.

- Te quiero. - susurró Luisita pensando qué lo había dicho para sí misma.

- ¿Qué? - Amelia había escuchado algo, pero no entendió lo que quería decirle.

- Hablemos, venga. - se animó la rubia - Que se nos hará tarde y no habremos aprovechado el tiempo.

- Luisita, estar así contigo, una al lado de la otra, sin decir nada... Para mí es aprovechar muchísimo el tiempo. - confesó Amelia - Siento que vuelvo a ser una niña, y disfruto de los pequeños detalles que en su día no hice... Pero tienes razón, ¿de qué querías hablar?

La rubia se puso muy nerviosa, no esperaba tener que formalizar la conversación, ella quería que surgiera, y que poco a poco, entre ambas, fueran poniendo las piezas para crear algo juntas, algo únicamente suyo.

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