vingt-quatre

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Leonarda era un pequeño huevo cuando lo adoptaron unos desconocidos.

Recuerda con perfección aquel día de adopción, se había quedado grabado en su mente y, a su vez, lo atesoraba demasiado que lo tenía guardado en lo profundo de su pequeño corazón.

Cucurucho les había dicho a él y sus hermanos que se pusieran presentables, que iban a tener cuidadores y que por fin iban a poder explorar el mundo. Había ansiado ese día desde que se les fue anunciado.

Pero llegó tarde.

Logró escapar de la vista del oso blanco, a quien consideraba un buen amigo, para poder explorar un poco el exterior. Claro que eso causó que se perdiera, estuvo casi una hora dando vueltas por si sólo, triste y decepcionado de que había perdido su única oportunidad de ser adoptado y explorar el mundo, tal vez incluso iba a morir ahí. Sólo, como siempre había sido. Al ver a Cucurucho se alegro ligeramente, corriendo hacia él y abrazándolo de su pierna, con miedo de haber estado sin compañía alguna. El oso no dijo nada, no lo regaño, estaba acostumbrado a ese pequeño que sabía que algo así iba a ocurrir, por lo que se lo llevó tranquilamente al centro de adopción, donde Leonardo vió como todos sus hermanos tenían a sus nuevos cuidadores ya, tragándose el nudo en su garganta al ver qué, nuevamente, iba a quedar desplazado, pensando que estaba condenado a estar solo el resto de su vida. Cuando su amigo oso se fue, él aprovechó para encerrarse en aquella pequeña cápsula donde, suponía, habían estado sus hermanos, observando su alrededor, intentando grabarse lo que veía.

Tal vez eso sería lo único que tendría del mundo exterior.

En sus ojos empezaban a acumularse las lágrimas, negándose a llorar o a dejar salir un sollozo. Después de todo, había sido su culpa por llegar tarde.

Y fue ahí cuando los escuchó por primera vez.

Su mirada fue de miedo los primeros minutos, temblando ligeramente, cohibiendose al ser el único huevo ahí y ser aquellos extraños los únicos que estaban dentro. Buscó por uno de sus hermanos a su alrededor, pensando que estaban por obligación a causó de alguno de ellos.

«He is so cool!»

Esa frase dicha por ambos lleno de alegría el corazón del pequeño, sonriendo tímidamente. Miraba sus pies, aún con algo de miedo de causar una mala impresión a los otros. Hasta que una pequeña flor de color rojo (al igual que su gorra) apareció frente a él. La tomó con sumo cuidado, tratando de no maltratarla, admirando su belleza. Saltó de felicidad al notar lo linda que era, abrazándola con fuerza, viendo al hombre que se la dio, agradeciendo con su mirada por el obsequio.

Y cuando menos se dio cuenta, ya tenía una familia.

Fueron ellos quienes le habían puesto el nombre de Leonardo, cambiando a Leonarda cuando un día estaba con su papá Vegetta, muriéndose de miedo por pensar que no la iba a querer como los primeros días. Su papá Foolish aceptándole tal cual era, a pesar de no entender mucho sobre lo que decía, pero si su hija era feliz, entonces él también lo era.

Vegetta y Foolish eran los mejores padres que pudo haber tenido, agradeciendo a los Dioses por hacer que se perdiera el día de la adopción. Habían pasado por varios momentos juntos, sus primeras aventuras siempre sería de lo que más recordaría. Aún recuerda cuando su papá Vegetta solía hablarle en inglés por pensar que no sabía español, recuerda la vez en que se enojo tanto consigo misma que volvió al centro de adopción para que sus padres (en ese momento solo Foolish) no tuvieran que lidiar con una niña mocosa como lo era ella.

«I always thought all in life were construction but then you came to my life, now I know it isn't»

Ese día se dio cuenta que jamás quería abandonar lo que tenía, que amaba a su pequeña familia. Ella quería estar para ellos como sus papás lo estuvieron para ella.

Luego tiempo paso, viendo siempre como parejas se formaban y otras se disolvian, siempre eran coqueteos cada que iba a visitar a sus hermanos para asegurarse de que estuvieran bien. Había veces en las que solo veía de lejos a las parejas, decidiendo que ese sería su objetivo con su familia.

Su papá Vegetta y su papá Foolich tenían que acabar juntos sí o sí.

Debido a que uno era más madrugador que el otro, sabía que iba a ser complicado, pero en su ecuación jamás tomó en cuenta la constante que tenía que ser resuelta para poder seguir adelante con su problema: la relación que Foolish y Mariana tuvieron.

Al principio creyó que sería pan comido ("A piece of cake" como solía escuchar a su tío Bad decir), que lo que habían tenido esos dos se lo llevaría el viento, que cada recuerdo se borraría rápidamente una vez que Foolish pasará más tiempo con Vegetta, que, si se lo pedía, lo que sea que quisieran intentar terminaría ahí, con un punto final.

Se dio cuenta de lo equivocada que estaba.

Aquella relación había marcado a su padre, lo hacía dudar de lo que estaba bien y mal (según ella). Había veces en las que tenía miedo que por culpa de Mariana su padre la dejara sola junto a Vegetta.

Ya había probado lo que era sentirse querida, la sola idea de la soledad ahora le aterraba el doble de lo que ya lo hacía.

Recuerda que un día, cuando estaba sola, le pidió a los Dioses que la ayudarán a que sus papás estuvieran juntos, que no le importaba el precio a pagar, quería verlos siendo felices solo con ellos, ayudarlos a seguir adelante y hacerles ver qué podían ser una verdadera familia.

Ese mismo día, tras una tormenta, apareció en su mochila una flor diferente a las que hubiera visto, siendo está la que causaría los problemas entre sus padres. Ella jamás se percató de eso, porque aquella flor fue depositada cuando ella dormía, y puede que nunca se enteraría de eso.

Leo dijo que estaba dispuesta a pagar lo que sea para ver a sus padres juntos, jamás se imagino que los Dioses iban a tomar su palabra.

Porque antes de la calma, siempre viene una tormenta.

—★—

[🍌] Les dejé un animatic en la multimedia que hice, espero les guste, sentía que debía recompensarles de algún modo por el reciente drama 😊

Poción || FooligettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora