Capítulo 156. - Llevarla a casa

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La fiesta se prolongó hasta la madrugada.

Gerda y Janet se emborracharon mientras que los demás, quienes no se habían unido a la competencia de bebida, continuaron disfrutando tranquilos de sus tragos mientras comían y hablaban.

Una vez que se dieron cuenta de que Janet no podía casi mantenerse en pie, decidieron terminar la noche.

Los colegas trabajaron juntos para levantar a las dos chicas de sus asientos y las llevaron afuera. "Oigan, ¿qué debemos hacer con estas dos? No pueden ni con sus vidas".

Mirando a Janet todavía inconsciente, Christopher se aclaró la garganta. "Yo llevaré a Lind a casa".

"Oh, sí. Tú y Janet fueron a la misma universidad, ¿cierto?", preguntó una de sus colegas con un brillo travieso en sus ojos.

Christopher solo sonrió. "Sí, éramos compañeros". Él no era particularmente guapo, pero siempre se veía pulcro y era tranquilo y gentil, lo cual hacía que las personas se sintieran seguras a su lado. Además, era alto y de hombros anchos también.

De pronto Gerda abrió los ojos y sonrió. "Escuché que ustedes dos son cercanos. ¿No fuiste tú quien la defendió cuando Ike la atacó?".

"¿Y tú no estabas borracha?". Sorprendidos, todos se giraron hacia ella y no pudieron evitar admirar su aparentemente indestructible sobriedad.

"Solo estaba fingiendo. Lind es demasiado terca. Ella sabe que no aguanta mucho alcohol, pero aun así insistió. Si yo no hubiera actuado como si estuviera ebria, ella habría seguido así hasta que tuviese que ser llevada de urgencia a la UCI", explicó Gerda, pero en ese instante hizo una pausa para soltar un fuerte eructo, y se puso roja como un tomate. "Bueno, entonces Christopher la llevará a casa. Él puede encargarse de esa tarea".

Después de llegar a un consenso, llamaron a sus respectivos taxis y se despidieron.

Christopher se quedó observando a Janet, quien estaba desplomada contra la pared del restaurante.

La brisa de principios de otoño era fría, especialmente a esa hora, de modo que él se quitó el abrigo para colocárselo sobre los hombros a la chica, y luego le pasó un brazo por la cintura para sostenerla en la acera.

Su agarre en ella era flojo y casual, sin ningunas segundas intenciones, pues él solo quería asegurarse de que ella regresara a casa sana y salva, y tal vez pasar un poco más de tiempo con ella en el proceso.

Habiéndose colgado el bolso de ella al cuello, la ayudó a salir a la calle, aunque no fue fácil ya que prácticamente arrastraba un peso muerto. En ese momento, ella comenzó a gruñir suaves quejidos.

"¿Janet?". Él separó su cabello despeinado para encontrarla luchando por abrir los ojos. Sus labios carnosos se fruncieron cuando él colocó sus mechones detrás de la oreja. "¿Estás bien? ¿Te sientes mal?", consultó Christopher.

"Tranquilo. Quiero dormir un poco". Ella parecía estar hablando dormida cuando comenzó a levantar sus delgados dedos para rascarse la nariz. Antes de que él se diera cuenta, ella se había acomodado en una posición cómoda en sus brazos y estaba durmiendo profundamente contra su pecho.

"De acuerdo... Duerme entonces". Christopher no se dio cuenta de que tenía una gran sonrisa en ese momento, e incluso había olvidado el hecho de que Janet ya estaba casada.

Poco después, llamó a un taxi y la colocó a ella en el asiento trasero con mucha dificultad antes de dejarse caer a su lado.

Con mucha educación, le pidió al conductor que los llevara a la comunidad residencial donde vivía Janet. Él solo sabía el nombre del lugar, pero no tenía idea de en qué edificio quedaba su departamento.

El taxi arrancó, y durante todo el viaje, Christopher permaneció rígido y prácticamente inmóvil. Cabe destacar que la cabeza de Janet estaba acurrucada en el hueco de su hombro. Pronto la escuchó murmurar algo, por lo que bajó su cabeza y se quedó mirando fijamente su delicado rostro. "¿Qué? ¿Puedes repetir eso? No te escuché bien".

Janet resopló mientras sus pestañas revoloteaban ligeramente. "Pregunté que si no me vas a besar".

Christopher sintió que le ardían las orejas, y tras aclararse la garganta, respiró hondo. "¿Sabes quién soy?", le preguntó.

Él era solo un hombre uno con sentimientos por ella.

"¿Por qué no me estás besando ya?", cuestionó ella al tiempo que le colocaba una mano sobre el otro hombro y lo atraía hacia sí. Ella había sonado irritada aunque tímida.

Con su mano presionando la parte baja de la espalda de Janet, Christopher se inclinó hacia su invitación, y trazó la curva de su mejilla con su dedo índice hasta detenerse cuando su ardiente mirada se posó en sus labios. Un músculo de su mandíbula se tensó mientras dudaba.

La Novia Más Afortunada.Where stories live. Discover now