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Con lo amigable que solía ser Tignari cuando estaba de buen humor nadie se esperaría que cuando el estrés y el exceso de trabajo le agobiaban resultara ser tan irritable con esa cara casi inexpresiva, sus ojos caídos como si dijera de manera silente "no quiero escuchar tu mierda", incluso el viajero había sido testigo de la poca paciencia que solía tener en ocasiones. Quizás una maldición en la que los eruditos no sabían cómo lidiar con la gente que no estaba a su mismo nivel académico.

"Ah, pero si esto es tan fácil, ¿Por qué está mal hecho?"

"¿Es que no vieron los rastros de caracales, obviamente están acampando en su territorio."

" La diferencia entre este hongo venenoso y su variación comestible es muy sencilla."

No era muy frecuente esto, aunque el trabajo de guardabosques no era tan simple, tenía muchas responsabilidades, y quizás para un erudito era una gran carga liderar un equipo de guardabosques que aún estaba en formación.

Todos trataban de trabajar dando su mejor esfuerzo, nadie quería poner trabajo extra en el escritorio del botánico, después de todo no parece que estuviera durmiendo bien estos días, las ojeras eran evidencia de la falta de sueño así como de lo mucho que se esforzaba.

Con algo de preocupación Cyno había recibido una carta de Collei, la situación con su maestro de estaba tornando un poco extrema al punto de que apenas comía.

Cyno sabía que cuando Tignari estaba bajo mucha presión no escuchaba a nadie, era perfeccionista hasta cierto punto con su trabajo, además que ser un erudito de renombre en su área solo le agregaba más peso sobre su espalda cuando querían que asistiera a conferencias a dar charlas o apoyar algún proyecto.

No tardó en volver a la villa Gandharva, todos los demás guardabosques parecían trabajar diligentemente, incluso Collei se veía más concentrada de lo usual, esto reflejaba la tensión en el ambiente.

- Come uno y descansa - dice Cyno colocando al lado de la chica una pequeña bolsa con turrones y ella se sorprende de verle allí pero suspira aliviada, Cyno acaricia su cabeza recordando cuánto ha crecido, ha estado por un par de semanas lejos de la ciudad que sentía que había pasado mucho tiempo sin verle -Tranquila, yo hablaré con Nari.

-Gracias maestro Cyno. Por favor hágalo entrar en razón, sabe lo testarudo que es... Por favor no le cuente chistes no ha estado de humor.

Cyno no sabe si tomarse eso como un reto, pero cuando entra a la tienda del guardabosques sabe que este le ha detectado al poner un pie allí.

- Ahora no tengo tiempo para chistes - dice sin siquiera despegar su vista de los formularios.

-Que frío Nari, harías llorar a Alhaitham con esa actitud - expresa Cyno.

- Muy gracioso - dice Tignari sin mirarlo del todo.

Cyno ve que es casi imposible acercarse a él, al menos puede molestarlo un poco dejarle algunos turrones.

Cuando se acerca a la mesa a dejar los dulces Tignari levanta la mirada, pero no es para verle con un gesto de agradecimiento, en su lugar lo ve fruncir el ceño y como sus orejas se erizan de manera amenazante. Rápidamente Tignari se levanta y se acerca a Cyno dejandolo un poco desconcertado.

- ¿Nari? ¿Ocurre algo?

Tignari se toma su tiempo para responder viéndole como si hubiera hecho el peor chiste de su vida, Cyno está seguro de no haber dicho nada gracioso...

- Hueles a perfume... - Cyno le mira aún desconcertado - Hueles a orquídeas... Parece que el gran juez paseó por el teatro del día de hoy.

- Oh... Si te refieres a eso, Nilou fue quien me recomendó estos dulces en el bazar... - Cyno de pronto se queda en silencio, siente que cada palabra es una sentencia.

- Hueles a ella- la manera tan amenazante en la que Tignari lo dice deja a Cyno sin palabras, siente que es culpable de algún caso de infidelidad cuando no es así ¿Cierto? Ella solo se había acercado alegremente a él, pero nada más que un saludo.

Ah, los Valuka Shuna son realmente territoriales.

Si bien Cyno deseaba que Tignari dejara de lado su trabajo por un rato y descansara, no se esperaba que el joven zorro lo arrastrara a su cama para sentarse sobre su entrepierna y mirarle con esos ojos que brillaban ante la poca iluminación como un animal que está cazando a su presa.

Quizás el cansancio y el estrés le tenían más irritado de lo usual. Tignari apenas fue consciente de lo que había hecho, actuando de manera celosa, deseando que Cyno oliera a él, se repetía en su cabeza que el general mahamatra era suyo, así como su entrepierna, sino él mismo podría arrancarsela.

Aquello resultó más intenso de lo que esperaba, Cyno se sintió que había esquivado por alguna razón una flecha, algo le decía que los instintos salvajes de Tignari se habían apoderado de él haciéndolo actuar como una bestia ansiosa, pero él no puede más que amar cada parte de su ser, descubrir cada pequeño detalle le divierte, ahora que sabe un pequeño truco quizás pueda usarlo para hacerlo dormir cuando el guardabosques se excede en su trabajo, como ahora, en consecuencia se encuentra dormido en sus brazos, no parece que vaya a despertar pronto,  sus orejas tan cerca de su pecho son como si descansara con tranquilidad al escuchar los latidos de su corazón.

- Descansa, Nari.

Recuerdos del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora