Pájaro de mal agüero

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Empieza a anochecer. Los rayos del sol poniente daban luz al ocaso en la ciudad mientras que una joven se balanceaba por los edificios.

Durante las últimas horas estuvo ayudando a los ciudadanos: a una anciana cruzar la calle, a dar direcciones a los turistas, a acompañar a transeúntes para hacerles sentir a salvo hasta que no hubiera rastro de ningún acosador... Así era el día a día que esta muchacha había decidido tomar.

Tras varias horas de patrulla, decidió tomarse un descanso en la cornisa de un tejado, quitándose la máscara y suspirando en el proceso.

—Uf... Pues un día normalito, ¿no? —Se decía a sí misma, secándose el sudor de su frente alzando la sudadera que tenía puesta.

Voces interiores le preguntaban si lo que hacía estaba bien, si creía que con esto solventaría lo ocurrido... Que qué trataba de conseguir haciendo esto. Se quedó mirando el ocaso desde ahí, tranquilizando su mente de todo pensamiento intrusivo que se le venía a la cabeza, que la suave brisa de la primavera le golpeara levemente en la cara.

—¿Y quién lo hará si no lo hago yo? —Se preguntó, respondiendo a su propia pregunta.

Miró a la máscara que tenía en sus manos, agarrándola con fuerza.

—Los héroes... Claro —dijo cabizbaja—. Ellos o la policía pueden.


La activación de un Kosei, ya sea para hacer el mal o para ayudar a los demás, está penalizado por ley si no se tiene una licencia que permita su uso. Eso me hace una delincuente; una vigilante. La policía no tardaría en dar conmigo y detenerme. Pero algo tengo que poder hacer, no puedo estar de brazos cruzados sabiendo que él podría seguir ahí fuera y pudiendo hacer lo que le venga en gana con personas inocentes solo porque la policía no va a mover un @#$% dedo.


De repente, un zumbido seguido de una melodía estridente interrumpió sus pensamientos. Al mirar a un lado y buscar la fuente de ello, dio con su móvil.

—¡Aiko...! —susurró sorprendida de ver su nombre en la pantalla para luego pulsar el botón verde y llevarse el auricular a la oreja—. ¡H-Hola!

—¡Eh, Arisa! —respondía al otro lado de la línea la voz de la pelirroja—. ¿Qué tal en el trabajo?

—O-Oh, de maravilla. Me pillas justo tomándome el descanso —mintió—. ¿Qué hay de ti? ¿Ha sido el club de ingeniería lo que te esperabas?

—Pues fíjate que todo lo contrario —respondió—. Me esperaba un mal recibimiento por parte de los compañeros, en plan "¿qué hace esta intrusa en nuestro club?" o algo así.

—Pff, venga ya. ¿Por qué harían algo así?

—¡No sé! Mi cabeza me daba todas estas situaciones en las que algo saldría mal y, al final, todo ha salido fenomenal —comentaba, notándosele por la voz que sonreía—. Los chicos me han recibido con los brazos abiertos, contentos de tener a "una más en el grupo".

—Jo, suena a que te lo has pasado bien.

—¡Sí! Aunque una de las chicas sí que ha sido más o menos como lo que te decía. Ha sido un tanto borde, pero los demás me han asegurado que ella siempre es así.

—Vaya —dijo, callándose por unos segundos—. Entonces... ¿Todo bien?

—Sí, sí —dijo la chica a modo de calmar a la otra—. Seguro que al final nos hacemos amigas y todo.

—Je, tú siempre tan optimista —comentó—. Siempre me ha... Siempre he admirado eso de ti.

—Ay, no digas esas cosas que me pongo colorada —bromeaba la chica al otro extremo.

La excepcional Tangled-WebWhere stories live. Discover now