XLV

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—Me perdí el nacimiento de mis hijos por tu culpa.

—No es mi culpa que me hayas ido a buscar.

—Madre solicitaba su presencia.

—¿Y no podías decir qué simplemente no estaba?

—Madre dijo que era urgente.

—Me fui pero no por ir a la Calle de Seda o ahogarme en vino.

—¿Entonces? ¿Para qué irías entonces? —Aemond preguntó burlándose del caso.

—Es personal.

—Por los Dioses Aegon, te vieron masturbándote en una ventana, nada de lo que digas o hagas es personal.

—Era un niñato hormonal ya déjame.

—Mi esposa pudo morir en el parto y no estuve para ella buscándote a ti, no me pidas que te deje, te dejaré hasta que te corte las bolas y haga comértelas.

—Deja mis bolas en paz. ¿Quieres? —Aegon cansado suspiró. —necesito hablar con mamá.

—Mamá está con Aeysant y los niños.

—¿Quieres saber por qué el día de su nacimiento me marché?

—¿Hmm?

—¿De dónde crees qué Aemon sacó su peluche?

—Creí que había sido un regalo del pueblo.

—Sí, es del pueblo, pero yo lo pedí, pedí un dragón como lo es el suyo, ya sabes negro con alas celestes.

—¿Te fugaste sólo por eso?

—También le traje dragones a mis hijos, el verde para Jaehaerys, ya sabes, por Shrykos, el morado con azul para Jaehaera, por Morghul y el dragón sin color para Maelor, su huevo no ha eclosionado.

—Hmm, supongo que debo de agradecer que tu regalo ha hecho feliz a Aemon.

—Cuando los demás huevos eclosionen también recibirán uno.

—Sí es que lo hacen.

—¿Qué dices?

—Mi huevo se rompió Aegon, tú, Rhaenyra, sus bastardos y Daeron son los únicos de mi familia que son jinetes de cuna.

—Dijiste que Rhaenyra y sus hijos son de tu familia.

—No dije eso.

—Sí lo dijiste, yo te oí. —Aegon empezó a reír. —¡Aeysant ha hecho que tengas sentimientos! —Aegon celebró.

—Cállate si no quieres que mi espada descanse en tu garganta.

—Ya está bien, me calló, pero, madre y Aeysant están en los aposentos de mamá, sí me asesinas, ellas lo verán.

—Oh, mis niños juegan como cuando eran niños. —Alicent sonrió.

—Es lindo verlos relajados.

—Y este pequeñín se parece mucho a su padre. —Alicent sonrió, haciéndole cosquillas a Caerys.

Aeysant sonrió, a su lado estaban sus pequeñas princesas, sus adoradas hijas junto a su adorado príncipe mayor, quien jugaba con Jaehaerys.

—Un dragón muere, un león vuelve. —Helaena murmuró, sin dejar de coser.

—¿Dijiste algo querida?

—No. —Helaena sonrió. —Gaelle se parece mucho a ti. —sonrió, jugando con las manos de la menor. —es como verte en miniatura, pero, tiene rasgos valyrios.

𝐀𝖾𝗒𝗌α𐓣𝗍 ─ 𝐀𝖾ꭑⱺ𐓣ᑯ 𝐓α𝗋𝗀α𝗋𝗒𝖾𐓣Where stories live. Discover now