5- H A R B

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Azra no sabía que esperarse de la empresa de su esposo, pero definitivamente no se había preparado lo suficiente para lo que la esperaba.

Las miradas eran como balas, cada una peor que la otra. Naseer ignoraba aquello y sostenía su mano con un semblante serio hasta llegar al ascensor.

Miro la enorme mano de Naseer ocultando totalmente la suya acorralada entre aquella fría y áspera piel, sentía pequeñas cicatrices y callos en ella, se preguntaba que tipo de trabajo habría echo para tener esas manos tan desgastadas. Luego alzo su mirada para ver el rostro de este, totalmente diferente a la calida mirada que le regalaba esa mañana mientras desayunaban juntos por primera vez, y sus labios tensos que no sonreían como hace unos minutos cuando ella acepto ir tomados de la mano.

Cambiaba drásticamente en la zona de trabajo, por alguna razón no permitía que sus trabajadores lo viesen relajado o feliz.

¿Porque haría eso?

—¿Estas bien? —pregunto con curiosidad cuando el ascensor comenzó a subir hacia la última planta.

El asintio apretando ligeramente su mano como una forma de afirmar lo que habia dicho.

Naseer quiso preguntarle si ella estaba bien, las miradas que le habían dado no fueron especialmente agradables, traerla aquí fue una decisión acertada pues así tendría una escusa para explicarle todo. Solo esperaba que no sufriese de alguna forma.

Al llegar a la última planta vio un pequeño despacho donde estaba sentada una mujer que se levantó al instante para saludar a su jefe, Azra miró su atuendo con algo de sorpresa, una falda larga que llegaba hasta sus tobillos pero que apretaba ligeramente sus caderas y mostraba sus curvas sin pena alguna, y por encima una camisa plana blanca que dejaba ver el color de su sostén.

Azra realmente se escándalizo ante aquello, miro rápidamente a su esposo esperando ver alguna reacción de negación pero el solo miraba al frente fijo en aquellas dos enormes puertas que llevaban a su despacho.

Entro con el y una vez las puertas cerradas tras ellos miro el interior de este, una zona amplia con un despacho en el centro y una pequeña zona de descanso a un lado, los colores eran neutros, con muebles de color negro y detalles de madera de Agar.

Naseer soltó su mano tras unos segundos y camino a su despacho para ver el nuevo papeleo que tenía en la mesa. Se quito su abrigo listo para ponerse manos a la obra mientras Azra en silencio recorría cada esquina y miraba las vistas de la ciudad de Moscú. Miro a Naseer y se preguntó si podía interrumpirle pero al ver lo concentrado que estaba se mantuvo ahí mirando las vistas de la ciudad que quería volver a recorrer.

Olía bien en ese espacio y el silencio interrumpido por el movimiento de los papeles llegaba a relajar si no fuese por la imagen de aquella mujer caminando cerca de su esposo, se preguntaba como era posible que un musulman dejase que algo así sucediese en su empresa.

Volteo a verlo encorvadolo en el escritorio escribiendo algo en una libreta.

¿Era tan buen musulman como creía?

Tal vez sus padres se quivocaron.

—¿Que tienes Azra? —pregunto este interrumpiendo el cómodo silencio. Ella se sobresalto ligeramente por el susto y sin dudarlo un poco camino a su lado.

Ella sería sincera con el en todo momento y si algo como aquello le incomodaba, entonces se lo diría.

—¿Hay alguna norma de vestimenta para los empleados? —pregunto con suavidad.

—Mmmm, si, como en todas las empresas, vestimenta formal y lo más modesta posible, muchos trabajadores aquí no son musulmanes —indicó.

Azra asintio pensando en si la vestimenta de aquella mujer sería considerada modesta, para ella no lo era, para nada y para el...

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