capitulo 2

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POV Zee

Hoy hacía exactamente seis años que habían fallecido mis padres. Su vacío se sentía en toda la casa y en todos los lugares en los que frecuentábamos.

Ellos eran mi vida, los que me enseñaron como ser una buena persona y nunca sobrepasar a los demás por el puesto categórico que tenía nuestra pequeña gran familia -solo hablando económicamente, claro-. Es evidente que su enseñanza no la ponía en práctica, desde que partieron yo no hice otra cosa que denigrar a los otros, pero eso era lo que me salía, no podía tratar bien a nadie, estaba enojado con todos y odiaba a la vida por haberme quitado lo que más quería.

-Zee, no saliste de tu despacho en todo el día. Hoy es domingo -La suave, pero recriminadora voz de Anna, me regañó.

Ella era la única persona que conocía al real Zee Pruk Panich. Al que fui cuando mis padres aun vivían y no tuve que enfrentar todas las desgracias que luego me pasaron. Anna fue la persona que me crió junto a mi madre y mi padre, así que para mí era como mi segunda mamá.

Sus cálidos ojos marrones oscuros y esa sonrisa de todo-estará-bien, eran como una medicina para mí. Sentía que cuando ella me sonreía, había una cierta probabilidad de que todo se solucionara y que yo pudiera salir adelante, tanto como a mi madre le hubiese gustado que sucediese.

-No tengo ganas -respondí desganado tomando un sorbo de mi whisky.

-Sé que estas triste mi niño, pero piensa que ellos siempre van a estar aquí con nosotros -afirmó acercándose a mi lado.

-Eso no me sirve, ya no están conmigo, me dejaron solo -dije golpeando la mesa fuertemente.

-No digas eso, ellos no te abandonaron. Solo fue el destino Zee, no hay nada que contra eso - agregó abrazándome.

Sentir el abrazo sincero de Anna me hacía sentir vivo, por más que fuera de esta casa sea un témpano. Dentro de la mansión podía ser el que siempre fui: el chico tímido y frágil llorando por la ausencia de sus padres.

Siempre habíamos tenido una relación muy estrecha, éramos muy unidos. Pero todo cambió ese maldito día que se fueron para descansar a un crucero en unas merecidas vacaciones y jamás regresaron.

Me costó muchísimo asimilar que ya no estaban más físicamente, es más... todavía no dejaba que se fueran completamente. La poca familia que me quedó -mis tíos y mi primo Nat- habían venido para darme el pésame, pero en su mirada solo vi la lástima que sentían por mí. Entonces me dije que nunca más me iban a ver vulnerable ni mucho menos volverían a verme con lástima en sus ojos.

-Recién terminé de hornearte el pastel de chocolate que tanto te gusta -avisó Anna, acariciándome el cabello.

-Cada vez que haces eso me siento el niño de diez años que rogaba porque me lo cocines -contesté con una media sonrisa.

-Siempre vas a ser mi niño -respondió con una sonrisa maternal-. Pero bueno, basta de melancolías y vamos a la cocina

-Está bien, pero ¿Me puedes acompañar luego a un lugar? -pregunté con un nudo en la garganta y ella, a entender a que me refería, asintió con la cabeza.

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Juro por lo que sea que odiaba estos lugares tan sombríos, serios y tristes. Pero... ¿qué más se podía esperar de un cementerio?

Nos acercamos hasta el lugar en donde aparecían las placas de mis padres. Richard y Maiá Panich. Aquí descansaban mis padres hace seis años. Seis años que no los veo ni recibo sus abrazos, ni sus consejos ni nada referente a ellos.

Solo necesito a alguien como tuDove le storie prendono vita. Scoprilo ora