Capítulo 2

395 30 1
                                    

¿Por qué?

- Marcia Cisneros – llega una oficial a la celda interrumpiendo el viaje en los recuerdos de Marcia. – Te esperan en la oficina del director. Vamos que no tienen tu tiempo, tía. – la apresura.

- Mucha suerte, amiga. – la anima Alba.
[...]
- Adelante. – dice el director de la cárcel cuando tocan la puerta.

- Buen día. – dice la pelinegra entrando a la oficina, observando a todos los presentes de manera dudosa.

- Toma asiento, por favor. – dice su abogado acomodando una silla al costado de él.

- Reclusa Marcia Cisneros Díaz, nos hemos reunido aquí para considerar la reducción de condena que ha solicitado su abogado. ¿Está usted de acuerdo con esa petición? – pregunta el juez.

Marcia voltea a ver a su abogado quien además se había convertido en su amigo durante estos 20 años. Como si leyera su mente, el hombre responde a las dudas de la ojiverde asentando con la cabeza.

- Sí, su señoría. – responde en un tono tranquilo.

- Bien, agendaremos una audiencia para considerar la petición. – avisa el juez.

Ciudad de México.
12:30 am

- ¿Lucía? – pregunta saliendo del despacho.

- Sí, soy yo. – responde mientras camina hacia las escaleras.

- ¿Dónde estuviste? Ya es tarde y se supone que mañana madrugas. – pregunta en un tono neutro caminando hacia la sala.

- Se detiene en los primeros escalones de las escaleras. - ¿De verdad te importa o solo lo preguntas para después comenzar a regañarme? – pregunta en un tomo desafiante y enarcando la ceja.

Bien dicen que la sangre no es agua. Ese gesto es el mismo que hacía su mujer cada que quería desafiarlo u obtener algo de él. Su hija no solo era el retrato vivo de su madre, sino que también poseía manías, gestos y actitudes de ella.

- se voltea hacia ella observando ese gesto y sonríe de lado. – No hija, solo quiero saber de ti. Anda, respóndeme y después te retiras a dormir. – toma asiento en el sofá.

- Pues... - baja los pocos escalones que había subido y camina en dirección hacia su padre. – En la mañana estuve en la universidad, después salí con Marco, fui con el padre José para ayudarle en la fundación, ahí se me fue gran parte de día y luego... – platica, mientras su padre se pierde observándola pues estaba maravillado con su hija.

Realmente disfrutaba el ver hablar a su hija, le parecía impresionante ver cuánto había crecido y lo madura que era a su edad. Si bien vivían bajo el mismo techo, Esteban era un padre ausente. Después de aquel día donde ocurrió el trágico suceso que cambio su vida completamente, no supo lidiar con la paternidad y sus efectos secundarios por lo que prefirió dejar en manos de sus hermanas la responsabilidad de la crianza de dos niños pequeños. Pero no solo era el hecho del cambio de Lucía, lo que más dominaba en la admiración de él hacia su hija era el gran parecido con su madre y la duda de no saber si ese pedacito de cielo realmente le pertenecía.

- Pa... – dice con tono de duda pues se da cuenta de que la estaba observando sin prestarle realmente atención a lo que decía.

- Te pareces tanto a tu madre. – la mira con ternura.

- ¿Si? A mi no me parece. De hecho, a nadie, ni a mis hermanos. – dice mientras observaba el gran retrato colgado en la pared de aquella mujer que estaba suplantando a su verdadera madre.

- Lucía, créeme cuando te digo que eres la copia exacta de tu madre y más cuando tenía tu edad... y no solo en el físico, tienes todo de ella. – dice con una sonrisa boba en el rostro.

- Ay papito... la extrañas mucho ¿cierto? – lo mira con nostalgia.

- Demasiado, no sé cómo he sobrevivido tanto tiempo sin ella. – suspira levantándose – Bueno señorita, mañana tenemos que despertar temprano, así que ya es hora de ir a dormir. Mañana es la misa de tu madre, no se te olvide. – le recuerda mientras le ofrece la mano para ponerse de pie.

- Sí pa, jamás se me olvida. – se levanta con su ayuda - Buenas noches, descansa. – le da un beso en la mejilla.

Cada año celebraban el supuesto aniversario luctuoso de aquella mujer, que, si bien ella no había muerto aquel día, el alma de Esteban sí.

Mientras observa a su hija marcharse, va a servirse un vaso de whiskey. Hoy se cumplían veinte años de aquel día que le destrozó la vida. Los primeros años era invadido por la rabia y la decepción, pero al paso del tiempo la duda, la tristeza y la culpa reinaban en sus sentimientos. Todos los días se cuestionaba el por qué antes de dormir y era lo primero que hacía al despertar. Al principio era el porqué de la traición, después fue el porqué de la duda y ahora porqué de la culpa.

Flashback

2003
Palma de Mallorca, España.
10:40 pm.

- ¡No, Marcia! – camina rápido hacia su esposa que venía escoltada por un grupo de policías.

- Esteban... Esteban, por favor. – dice desesperada mientras era empujada por un policía.

- ¿Qué pasó? ¿por qué se llevan a mi esposa? Marcia, estas llena de sangre. – no entendía lo que estaba pasando, solo seguía caminando a lado de su esposa y los policías forcejeando con ellos tratando de zafarla de su agarre.

- Su esposa está detenida por asesinato – dijo un policía.

Esteban soltó de golpe los brazos de Marcia y se detuvo viendo cómo se llevaban a la ojiverde. No daba crédito a lo que el oficial dijo, no entendía como en menos de una hora había sucedido todo esto.

El supuesto crimen cometido por Marcia fue la oportunidad perfecta para que Lucrecia sacara de sus vidas a la pelinegra. No era un secreto que nadie en el grupo de amigos y socios de Esteban la despreciaban por ser de diferente clase social y por tener la vida de ensueños; era la mujer perfecta a los ojos de cualquier hombre y la envidia de muchas mujeres, era bella, amada y feliz, pero en el caso de Lucrecia, el odio que sentía hacia su cuñada era insano. Fue la envidia, odio y celos que los motivaron a confabular en su contra, envenenando la mente de Esteban y construyendo la teoría de que ella le era infiel con Nicolás siendo aquel crimen su salvavidas ya que se sintió amenazada, tal vez él quería hacer su relación más formal y ella por no querer ser descubierta, lo asesinó. El empresario al ver que todo inculpaba a Marcia y no había ninguna prueba a su favor, se dejó llevar por los celos y la rabia creyendo esa versión.

- Me mentiste – dice en voz baja - ¿cuánto tiempo llevabas revolcándote con Nicolás? con mi mejor amigo – recalca las últimas cuatro palabras.

- ¡No! Esteban, yo no te engañé – estira sus manos hacia las de él, pero este las retira de inmediato. - ¡Mírame! – pide desesperada.

- ¿Lucía es mi hija? – pregunta viéndola a los ojos.

- ¿Qué? – pregunta incrédula – Esteban ¿cómo puedes preguntar eso? ¡CLARO QUE LUCÍA ES TU HIJA! – grita.

- ¿Por qué, Marcia? – pregunta poniéndose de pie – te di todo, teníamos todo, te amaba. No entiendo. – deja salir las lágrimas – regresando a México voy a tramitar el divorcio, no puedo estar casado con una asesina. – la observa negando – y olvídate de mis hijos, no los mereces. No me importa si Lucía no lleva mi sangre, es mi hija. ¡OFICIAL! – le grita al policía.

- No Esteban, tú no puedes separarme de mis hijos. – se pone de pie yendo hacia él - ¡Son mis hijos, Esteban! Por favor, créeme. – suplica llorando – yo no te engañé, yo no mate a Nicolás. ¡ESTEBAN! –grita mientras Esteban se marcha.

La MadrastraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora