10🖤 Álex 🖤Acantilado

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Me encantó ver cómo Mery le dio un zasca bien dado a Irene, se lo merecía, cada vez estaba más convencido de que había sido ella la culpable del destrozo del coche de la chica temeraria. No me gustaba nada que ella creyera que era de su propiedad, yo no era de nadie y tampoco estaba con nadie. Podía ir con quien me diera la gana y tenía que demostrárselo.

—¿Estás contenta? —Pregunté nada más arrancar el coche.

—¿Yo? ¿Por qué? —Respondió con una sonrisa inocente.

—No te hagas la loca ¿crees que soy tonto? Se perfectamente que me has ofrecido tu coche solo por joder a Irene.

—¿Por que has aceptado entonces? Puede enfadarse contigo...

—Desde que llegaste está muy pesada, no me gusta que me controlen.

—Pero... ¿es tu novia?

—No —dije mirándola a los ojos cuando dejamos las curvas atrás -solo somos amigos.

—Ya...

—Lo digo enserio, yo no quiero nada serio.

—¿Dónde vamos? —Preguntó al darse cuenta que salíamos a la autovía.

—Quiero enseñarte un lugar.

El resto del camino lo hicimos en silencio, un silencio agradable y para nada incómodo. Mery era la clase de persona con la que no tienes que forzar nada, esa clase de persona con la que no necesitas hablar de nada para estar a gusto.

Llegamos en diez minutos al acantilado, ese en el que me encantaba ir solo, ese que recordé cuando me llevó a esa colina donde se recostó para escuchar el silencio. Ese lugar que ahora quería compartir con ella.

—Me encanta saltar desde aquí —anuncié cuando llegamos al acantilado tras dejar su coche aparcado.

—¿Estás loco?

—Pensaba que no le temías a nada.

—Y no lo hago, pero esto... —dijo acercándose al borde- no sé, puede que algún día vuelva aquí y me lance.

—¿Porque no ahora? El mar está tranquilo, no hay problema.

—No sabría hacia dónde nadar, no me conozco la zona.

—Tírate conmigo —dije sin pensar.

La había traído hasta allí solo para enseñarle esta maravilla de lugar. Quería compartirlo con ella, no tirarme de nuevo, pero la situación se estaba poniendo emocionante y cada vez me apetecía más.

—No me fío de ti —dijo muy seria— seguro que en el último momento me dejas caer sola.

—Venga, confía en mí —dije acercándome a ella, acariciándole la cara con mi pulgar.

—¿Por qué debería hacerlo? —Contestó mirándome con esos ojos que me volvían loco, esos ojos en los que me encantaba perderme.

—Porque eres la única persona que he traído hasta aquí.

—¿Qué tiene de especial este lugar?

—Es muy importante para mí -admití seriamente.

—Como me la estés jugando te vas a enterar —dijo sonriendo solo para mí—. Comenzó a quitarse las superstar blancas, después se quitó la cazadora vaquera y me miró.

—¿Que pasa contigo? —Dijo señalando mi ropa aún en su lugar.

—Sí, claro.

Comencé a desvestirme, hacía algo de frío pero solo por verla en ropa interior mereció la pena.

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