27 💜 Mery 💜 Dolor

1K 72 7
                                    

Odio, decepción, ira y dolor, mucho dolor..., eran algunos de los sentimientos que se mezclaban entre sí y no me dejaban respirar.

Oír lo que salió por la boca de esa persona me había hecho sentir sucia y decepcionada conmigo misma. Me odiaba por haber sido tan tonta, por haber fallado a Gonzalo de tal manera. No lo soportaba y en ese momento solo quería pensar en Gonzalo. Él fue la única persona que me quiso de verdad, tal y como era, la única persona que me entendía a la perfección porque él, era como yo.

Me monté en mi coche saliendo a toda velocidad de aquel lugar. Ese lugar en el que un día perdí a Gonzalo, ese lugar que me había dejado rota de nuevo. Porque estaba rota, me rompí hace años y lo había vuelto a hacer dejando mi alma y mi corazón destrozados.

Esa persona que me había devuelto a la vida, me había utilizado, me había hecho sentir de nuevo el amor para dejarme caer desde lo más alto. Había jugado conmigo de la peor manera, sabiendo que yo fui la novia del chico que murió por su culpa. Porque la muerte de Gonzalo fue su culpa.

Conducía sin destino hasta que me vi en las puertas del cementerio. Ese cementerio en el que descansaba Gonzalo.
No lo pensé dos veces y salte la verja con algo de dificultad.
Corrí y corrí hasta llegar donde tantas veces había llorado desde que salí del internado. Miré su fotografia y sonreí entristecida al ver como Gonzalo sonreía, era un chico feliz y no se merecía morir tan joven.

—Lo siento —susurré entre sollozos—, te juro que no lo sabía —continué acariciando su foto, deseando haber sido yo la que ocupara su lugar—.Perdóname.

Lloré amargamente durante horas a pesar que pensé que no podría llorar más, la oscuridad de la noche me consumió, haciéndome sentí algo oscuro que iba llenando poco a poco todo mi interior. Mi alma rota empezaba a empaparse de aquella sustancia que me agotaba, dejándola muerta por completo. Mi corazón latía con fuerza debido al ataque de nervios que sentía cada vez más fuerte y una presión muy sobre mi cabeza hizo que perdiera las fuerzas, llevándome a un estado de paz, haciéndome sentir con calma. Mis latidos ya no eran desbocados, ahora ese pequeño corazón tan solo quería dejar de sufrir.

Pero no tendría tanta suerte, desperté recostada sobre una lápida debido al ruido de unos jarrones moverse. Ya era de día pero demasiado temprano para que nadie entrara a aquel lugar. Presté atención sin ni siquiera pestañear y pude darme cuenta que no estaba sola. Había alguien allí, alguien muy cerca de mí me tocó el hombro asustándome, haciéndome mover bruscamente.

—No te voy a hacer nada —susurró una voz de mujer.

Me levanté entumecida y dolorida por el golpe que me debí dar en la cabeza, y supuse que debí desmayarme. Me frote los ojos para aclarar mi visión y me quedé de piedra al darme cuenta quién era ella.

—Lo siento —pude decir muy afectada— no debo estar aquí —susurré limpiando las lágrimas que comenzaron a salir.

—No lo sientas tesoro —siguió hablando aquella mujer, la misma que tantas veces observaba en la distancia esperando que se marchara; ella era la madre de Gonzalo.

Oír cómo me llamó me llenó de emoción, su hijo me llamaba así y no soportaba que nadie más lo hiciera hasta ese momento. Escucharlo de su madre me gustó pero a la vez esa simple palabra hizo que mi cuerpo temblara de nuevo, haciéndome sentir realmente mal, ya que pude recordar porque estaba allí, porque había pasado la noche junto a la tumba de Gonzalo.

Esa mujer no parecía la misma que vi hace seis años. Estaba muy desmejorada y demasiado delgada. Pero lo que más me sorprendió fue que ella se acercó a mí y me abrazó.
Me abrazó tan fuerte que no quise que dejara de hacerlo. Necesitaba eso, necesitaba comprensión. Lloramos las dos juntas durante un rato sin hablar. No necesitábamos decir nada, porque las dos compartíamos esa misma sensación, ese dolor tan fuerte que nos acompañaría por siempre.

Línea ContinuaWhere stories live. Discover now