VEINTIUNO.

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Tras ese susto horrible y la llegada del ser más precioso y delicado de la tierra, decidieron que era muy importante que sus familias supieran la noticia, la verdad es que no habían tenido cabeza para llamar a alguien más que Sarah.

Después de dos días horriblemente agotadores de recuperación en el hospital dieron de alta a Louis y a Miel, y pudieron ir a casa por fin. Harry metió a Miel en la silla para bebés y ayudó a Louis a subirse también en la parte trasera ya que la cesaría aún era muy reciente y le limitaba los movimientos y como Harry iba a manejar lo mejor era que Louis permaneciera cerca de Miel por cualquier cosa.

Miel se comportó increíble todo el camino y entrar a casa después de varios días se sintió como un respiro. Harry utilizó sus conocimientos aprendidos en los cursos de paternidad que tomó unos meses atrás con Louis para bañar a la pequeña, quien como todo una valiente no lloró ni un poco, Harry supo que estaba siendo bendecido cuando a mitad del baño la pequeña abrió sus ojitos y su mirada azul le mostró un poco del cielo despejado.

Harry puso la bañera a llenar mientras vestía a Miel quien se quedó dormida fácilmente después de que Harry le diera un biberón con leche que Louis se había extraído del pecho mientas él bañaba a la pequeña.

Acostó a Miel en una pequeña cuna que parecía más una canastita que pusieron en la habitación para los primeros meses y fue por su esposo para ayudarlo a bañarse, la tina tenía agua suficiente ahora, así que cerró las llaves después de asegurarse que tenía la temperatura adecuada.

Louis entró con mucho cuidado a la tina y se sentó con dificultad a pesar de la ayuda.

Harry lavó su cabello con mucho cuidado y dejó un par de besos en su hombro.

—Son cómo los tuyos.

—¿Qué cosa? —Louis estaba confundido y su ceño fruncido eran la muestra de ello.

—Los ojos, amor, mientras la bañaba, Miel abrió sus ojos y son tan hermosos como los tuyos.

—Tal parece que la genética Tomlinson es muy fuerte.

—Y no sabes lo agradecido que estoy por eso, eres precioso y que nuestra bebé sea como tú es una gran bendición.

—Te amo tanto, eres el amor de mi vida. —Louis estiró su mano para acercar a Harry a un beso.

Les abría gustado decir que durmieron tranquilos esa noche, pero la verdad es que casi no lograron dormir, tenían que estar al pendiente para que no se le pasara a Miel su hora de comer.

Aún así Harry vivió la mejor experiencia de su vida.

—Amor, hemos terminado la reserva de biberones que mamá dejó para ti— Harry le hablaba con una voz muy dulce a su bebé —vamos a tener que despertarlo.

Y así fue, con todo el dolor se su corazón sacudió un poco a Louis para que este abriera los ojos.

—Lo siento, cariño, no quería despertarte, pero nos terminamos los biberones y la pequeña Miel quiere comer.

Pareció entenderlo a la perfección a pesar de aún estar medio dormido. Muy lentamente se sentó en la cama y extendió sus brazos para que Miel le fuera entregada y Harry no dudó ni un poco en acomodarse atrás de su esposo, permitiéndole que apoyara la espalda en su pecho.

Louis arrugó la nariz cuando Miel se pegó a su pezón y es que aún no le quedaba muy claro cuál era la manera correcta de acomodar a la bebé para que amamantar no fuera doloroso.

Pese a sentir que Miel le iba a desprender el pezón, lo soportó todo, porque su pequeña hacía valer cada esfuerzo.

Mientras tanto Harry estaba hipnotizado cuando Miel con sus ojos abiertos y su manita enganchada a la camiseta que Louis mantenía arriba, se alimentaba, succionaba el pecho de Louis con la respiración un poco agitada en la desesperación, como si no hubiera sido alimentada a penas hace tres horas. Harry no se cansó de agradecerle a Louis todo el tiempo a la vez que dejaba cortos besos en su cuello y hombro.

Cama para dos. LSOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz