Capítulo 71

2.5K 231 152
                                    

NARRA DAMIAN

Tengo que admitir que yo tampoco conocía el lugar. Conocí a los padres de Mira, pero jamás llegué a ir a su casa, así que a primera vista me sorprendió el hecho de escucharle a Ewen decir que este era el jardín. Aparentemente, a la familia Klein le gustaba estar apartada de la cuidad y tener muchísimo espacio para ellos.

«A mí también me gustaría vivir en una casa como esta», pensé sin poder evitarlo mirando los alrededores.

Me atraía mucho vivir una casa alejada de la ciudad, donde no hubiera ruido y donde pudieras estar tranquilo en todo momento.

Anduvimos en línea recta y, eventualmente, logramos ver un trozo de la mansión. Estaba lleno de árboles y vegetación, lo cual indicaba que era una casa que intentaba pasar desapercibida.

Anya estuvo apunto de llamar a la puerta cuando yo le detuve a tiempo.

—¿Qué? —preguntó ella.

—No llames. Si se enteran de que estamos aquí, nos meteremos en problemas —dije y la separé de la puerta.

—¿Entonces para qué hemos venido aquí? —me preguntó confusa.

—Tenemos que contactar con Ken —dijo Lockridge— y luego ya veremos lo que haremos.

—Está bien, pero... ¿dónde está Ken? —preguntó Anya.

—En eso estoy —dijo Ewen chateando con él—. Vale, dice que llegará enseguida. Que nos quedemos aquí.

Miré alrededor por si alguien nos estaba vigilando. No quería que por nada del mundo los padres de Mira nos vieran. No quería que, a causa de eso, nos metiéramos en problemas. Solo quería hablar con Mira y ayudarla.

En unos pocos minutos Ken llegó totalmente apurado adonde nosotros.

—Ken —dijo Becky—, ¿estás bien?

Tenía el pelo revuelto y unas ligeras ojeras. Parecía cansado.

—¿Cómo está Mira? —le pregunté inmediatamente.

Él nos miró deprimido.

—No deberíais haber venido —murmuró cabizbajo.

—¡Claro que sí! ¡Sé que Mira está teniendo problemas con sus padres! —dije firmemente.

Él me miró y suspiró.

—Eres demasiado obstinado, Dami —sonrió un poco—, pero sigues siendo encantador a tu manera.

«¿Cómo debería tomarme eso?», me pregunté y vi a Anya echar una risita.

—¿Podemos hablar contigo y con Mira, Ken? —preguntó Emile.

Se quedó en silencio, sin saber cómo responder a eso.

—Si estáis dispuestos a correr el riesgo de hacerlo, claro que podéis —dijo él.

—Yo sin lugar a dudas lo estoy —dije.

—Me lo imaginaba... —dijo y se dirigió a una puerta trasera que había a las afueras de la mansión.

Miraba el lugar sorprendido. Era más grande de lo que pensaba...

—¿Tienes la llave? —preguntó Ewen.

—Claro que no —contestó Ken—. Ni yo ni vosotros deberíamos estar aquí.

Eché un resoplido.

—¿Entonces cómo piensas que entre...? —pregunté cuando la puerta se abrió sola—...mos? —Abrí los ojos, atónito.

Apreció Mira de repente.

—¡MI...! —dije, pero ella me tapó la boca.

—Ni se os ocurra, gritar o decir nada en voz alta —nos susurró—. Como os pillen, lo acabareis lamentando.

Nos hizo un gesto de silencio y otro de que la siguiéramos.

Nos callamos y la seguimos durante todo el camino.

Era un pasillo largo y estrecho, el cual acabó llevándonos a un sótano muy oscuro.

Una vez ahí, pudimos hablar más alto.

—Bien, ¿por qué estáis todos aquí? —nos preguntó mientras nos miraba de brazos cruzados.

Tenía la cara tan pálida como la de Ken.

—Mira, estábamos preocupados por ti —dijo Becky acercándose a ella—. Nos enteramos de que no regresarías a Eden y...

—Ya lo sé, pero... debéis entender que no podéis hacer nada. Fue elección de mis padres y no hay nadie que pueda llevarles la contraria. Es mejor que os vayáis rindiendo y que os vayáis olvidando de mí...

Ken abrió los ojos y la agarró por los hombros.

—¡Pero, Mira, me dijiste que...! —dijo Ken alterado.

—Ken, te dije que no les dijeras nada y no me hiciste caso... —le dijo ella frunciendo el ceño.

—¡Mira, podemos ayudarte! ¡Es por eso que hemos venido hasta aquí! —intervine.

—¡Damian, hazme caso! ¡No hay nada que podáis hacer! ¡¿Por qué no lo aceptáis de una maldita vez?! —exclamó enfurecida.

—¡Porque somos tus amigos! —dijo Anya con lágrimas en sus ojos. Mira se quedó de piedra—. Pro... prometimos que seríamos amigas, ¿re... recuerdas? —Las lágrimas de Anya no cesaban—. Con... siete años me hice tu amiga... porque quería ayudarte. Quería protegerte y evitar que te metieras en problemas. Por eso prometí que te ayudaría a que tu noviazgo con el Segundo prolongara y se estableciera. Sabía que tenías tus motivos por los cuales debías estar con él, así que prometí que te ayudaría... porque eso es lo que los verdaderos amigos hacen: se ayudan mutuamente... porque significan tanto para ti que darías tu vida por ellos solo para que sean felices.

De pronto, recordé el día en el que Anya salvó a Ken en la piscina de pequeños. No eran amigos, pero el simple hecho de haberlo salvado hizo que su amistad fuera inmejorable.

No podía despegar la mirada de Anya. Escucharle decir esas palabras solo me estremecía el corazón. La amaba tanto...

Mira dio unos pasos hacia atrás, nerviosa.

—N... no..., no... —decía agobiada—. No sabes lo que dices, Anya. —Se le cayeron unas lágrimas. La mirábamos con tristeza—. Yo... —la miró fijamente—. ¡Ya no podemos ser amigas! ¡Se acabó!

Eché un jadeo. Todos lo echamos. Estábamos impactados con lo que Mira acababa de decir. No lo había visto venir.

Mira dejó de llorar. Solo nos miraba con seriedad.

—Mira... —dije cabizbajo—, algo que aprendí de mi hermano es que cuando hay problemas, lo mejor es contarlos. No es bueno que te los guardes para ti misma. Eso solo empeorará las cosas —Mira apretó los puños—. Si tan solo nos dijeras lo que te pasa, podríamos ayudarte y liberarte de este enredo.

Nada más decir eso, Mira explotó:

—¡QUE NO! ¡NO TENÉIS NI PUÑETERA IDEA DE LO QUE ES MI VIDA! ¡NO SABÉIS NADA! ¡SI DECIDÍ NO DECÍRSELO A NADIE, ESO ES LO QUE HARÉ!

—Mira, créenos. Te ayudaremos. Solo debes confiar en nosotros —le dijo Becky acercándose a ella para abrazarla—. Solo dinos lo que te pasa y...

Mira le empujó.

—¡SI OS LO LLEGARA A DECIR...! —empezó a llorar—, la... la... despedida sería... aún más... dolorosa...

«¡¿QUÉÉ?!», pensé.

—¿Qué... qué... despedida? —preguntamos.

La espera fue eterna. Estábamos todos esperando a que Mira dijese algo. Era como si el tiempo se hubiera detenido.

—Yo... —todos le prestamos atención— me iré para siempre porque... me han... —nos miró con los ojos cristalizados— comprometido.

«¡¿COMPROMETIDO?!», exclamé en mi mente.

Léeme - Damian x AnyaWhere stories live. Discover now