El destino de Valeria

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Cada cierto tiempo los investigadores de Dashleen vienen a La Tierra
en busca de información nueva y descubrir cómo avanzan los
humanos. Eso mismo es lo que ocurrió la noche en la que la pequeña
Valeria fue secuestrada de su hogar.

Eliana y Micah contemplan con curiosidad a la pequeña criatura de
ojos verdes que tienen justo delante. Recostada sobre su cómoda cuna
se encuentra Valeria, mirándoles fijamente a ambos como si llevase
esperándolos desde que nació; como si realmente supiese que ese era
su destino.
La noche es tranquila y calurosa al oeste de Chicago, como
cualquier día en Dashleen. Los niños de más edad duermen en el resto
de habitaciones de la pequeña casa, sin saber lo que el destino tiene
preparado a tan solo unos pasos de ellos. Los padres de la pequeña
niña tienen cinco hijos en total y, tanto Micah como Eliana, saben que
son una buena familia. Pero los sentimientos no están hechos para los
dashleenianos, así que no tienen ningún problema en llevarse a la
pequeña de la familia con ellos.
De pronto el sonido de una cama les alerta. Saben que deben actuar
rápido y con cautela o se irán de vuelta a Dashleen con las manos
vacías.
 –Eliana, coge a la niña. No nos queda tiempo –susurra Micah con
la mirada puesta en la puerta.
Eliana obedece, se acerca a la niña y retira la sábana rosa que cubre
su diminuto cuerpo para descubrir el pequeño reloj de mano que tiene
la cría entre sus manos, como si fuese parte de ella. Eliana intenta
quitárselo con cuidado, pero la niña continúa aferrándose a él. Con
cuidado y un poco más de fuerza consigue arrancar el reloj de sus
diminutas manos, pero al hacerlo se fija en la cara de la pequeña, a
punto de llorar. Eso sólo les traerá más problemas, así que
rápidamente decide que lo mejor es devolvérselo y sacarla de allí
cuanto antes.
–Eliana –insiste Micah–, es un objeto pequeño, no pasará nada si
se lo lleva. Debemos irnos ya.
Eliana coge a la pequeña con dificultad, ya que la niña ahora no
quiere estar entre sus brazos, y rápidamente se la entrega a Micah.
Éste admira por primera vez la enorme belleza de la niña sin poder
apartar la mirada de esos ojos verdes llenos de vida.

Al final del pasillo se encuentra un niño rubio adormilado entrando
en la habitación de sus padres, desvelado por un mal sueño. La
madera cruje bajo sus pies en la oscuridad del pasillo, pero es un
sonido familiar. La madre se levanta rápidamente de la cama
dispuesta a alejar ese miedo de su querido hijo, teniendo cuidado de
no hacer ruido y evitar despertar a su marido. Coge al niño en brazos
y lo mece hasta tranquilizarlo, como sólo una madre sabe hacer. Sale
de la habitación con el niño aún en brazos, pero antes de bajar las
estrechas escaleras hasta la cocina decide pasar por la habitación de la
pequeña Valeria para comprobar que todo esté bien.
Lo que no sabe es que su peor pesadilla acaba de empezar.
–¡¡¡VALERIAAAAAAA!!!

Fuera de la casa el grito de esa madre rota se les graba en la mente
a Eliana y a Micah, sin saber por qué. No se preocupan por esa mujer
porque no saben lo que significa ese sentimiento, pero entienden su
frustración ante la pérdida de esa niña tan hermosa, a la cual ellos
ahora no dejarán sola porque desde ese instante forma parte de su
familia.
Todas las luces de la casa se encienden mientras Eliana pone en
marcha la nave transparente con la que llegaron. Micah observa con
atención las sombras que recorren la casa roja que tienen justo
enfrente.
–No la llamaremos Brittle –dice él con seguridad, obteniendo una
mirada sorprendida por parte de Eliana.
–Tiene que llamarse así en un sitio como Dashleen si no queremos
que destaque más de lo normal –contesta ella tajante, con la mirada
puesta ahora sobre los mandos de control de la nave.
Micah continúa en silencio sin poder apartar los ojos de la casa
durante un rato más.
–Entonces se llamará Valeria Brittle, no hay nada más que hablar –
contesta Micah, zanjando el tema de una vez.
Eliana no intenta convencerle de ninguna forma porque sabe que la
discusión será en vano, pues él terminará ganando como siempre. Sin
decir nada más acepta su decisión, concentrada en el espacio que
ahora se expande a su alrededor.  

LIMERENCEWhere stories live. Discover now