Dolor

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 –¡Esto es inaceptable! –grita Cratón con furia–. No he venido hasta
aquí para que ahora de repente te hayas decidido por el primer
pretendiente.
Eliana y Micah salen del salón rápidamente al oír gritar a Cratón,
sorprendidos por el cambio de aptitud tanto como yo por su alzada
voz.
–¿Qué ha ocurrido, Valeria?
–Yo..., he decidido que...
–Parece que vuestra descendiente ya ha elegido a su pretendiente y
no es él, eso está claro –suelta Asher también molesto con los brazos
cruzados.
Le lanzo una mirada afilada porque no debería comportarse así, no
tiene ningún derecho.
–¿Valeria? –suelta Eliana para que continúe, como si esperase que
todo esto fuese una broma.
–He decidido que quiero formar una familia con Clitarco. He..., he
valorado las dos propuestas y..., y creo que... –los nervios vuelven a
dejarme sin palabras. Todos me miran molestos y creo que voy a
desmayarme en cualquier momento.
–Esto es inaceptable, mandaré noticias en cuanto llegue a casa,
pero os aviso que no serán buenas –dice Cratón con la voz todavía
alzada.
Sin dejar que nadie conteste sale corriendo hacia su coche de color
llamativo y arranca sin mirar atrás. Micah, que fue corriendo tras él,
entra en casa con cara de pocos amigos y cierra la puerta principal a
sus espaldas, creando un silencio cargado alrededor de todos nosotros.
–¿Puedes explicarnos por qué de repente te has decidido por
Clitarco? –me pregunta Eliana con los brazos cruzados por delante del
pecho.
–Yo... –balbuceo, siguiendo con la mirada el cuerpo de Asher que
ahora se aleja hasta su habitación y cierra tras él.
Ni siquiera ha cerrado la puerta con fuerza y lo he sentido como un
golpe en el estómago.
–Se acabó, hablaremos más tarde de tu futuro. Micah, llama a la
familia de Cratón y diles que Valeria está arrepentida y desea tener
otra cita con él para arreglar las cosas. Le invitaremos a cenar si hace
falta, pero consigue que vuelva. Podría fastidiar todo lo que hemos
trabajado.
Hablan delante de mí como si yo no estuviese ahí, pero aún así no
consigo entender a dónde quieren ir a parar.
–¡No quiero tener nada que ver con Cratón, Eliana! –grito,
consiguiendo que por fin me miren.
–¿Qué te ha dicho para que le rechaces tan rápido? –me pregunta
Micah y me da la sensación de que está preocupado.
¿Cómo les voy a decir que me ha dado miedo hacerme esas
pruebas de sangre? No puedo decirles que el temor a conocer la
verdad de mi enfermedad me ha echado atrás. Cratón tiene una buena
familia, dinero y podría darme la mejor vida que podría llegar a soñar,
pero sería una vida vacía y no sé si prefiero morir de Limerence. La
mente me está jugando una mala pasada y tal vez deba pensarlo con
más calma, alejada de todos ellos y de mis propios sentimientos.
–Simplemente no quiero que sea él –contesto tajante antes de salir
corriendo hacia mi habitación para encerrarme en ella.
–¡Valeria, vuelve aquí! –grita Eliana con el mismo tono autoritario
de siempre.
–Déjala, tiene que tranquilizarse –escucho decir a Micah,
cabreándome del todo.
Me quito el pañuelo del pelo con un solo movimiento y lo tiro
sobre la cama con una especie de rabia corriendo por mis venas. Sin
pensarlo abro la ventana de la habitación y salgo por ella hasta
terminar sobre el jardín delantero de casa. Dejo la ventana abierta para
cuando regrese y corro hacia el mismo lugar de siempre, pero esta vez
necesito correr más allá. Me quito el calzado cómodo que llevaba
puesto y corro sobre la hierba para eliminar el enfado y la rabia de mi
cuerpo. Necesito sentirme viva y dejar todo atrás.
Corro hasta que mis pulmones arden y no reconozco el lugar en el
que me encuentro. Todo a mi alrededor es hierba verde que me llega
por encima de las rodillas y me acaricia la piel desnuda. Freno en seco
cuando siento que se me saldrá el corazón por la boca y me dejo caer
sobre el suelo mullido y fresco. Me quedo inmóvil observando el cielo
rosado que nunca cambia de tono y me pregunto si Eliana y Micah se
habrán dado cuenta de que me he ido de casa. No creo, están
demasiado ocupados en su trabajo y en quedar bien con Cratón como
para pensar en mí. Ni siquiera Asher se habrá dado cuenta por la
forma en la que me miraba como si no me reconociese.
De repente me encuentro pensando en él mientras mi respiración
va volviendo a la normalidad. Me permito pensar más de la cuenta en
él ahora que estoy lejos de casa. Si cierro los ojos puedo recordarle
casi encima de mí aquel día en el salón, respirando entrecortadamente
y susurrándome cosas bonitas. Como si fuesen pequeños secretos
entre nosotros que nadie más pudiese saber.
No sé cuándo, pero termino quedándome dormida hasta que sueño
con él.
–Nunca nadie había tartamudeado por mí –dice a escasos
centímetros de mi cara. Pero esa frase no es suya, lo sé. Esas
palabras me las dijo Cratón.
Me acaricia dulcemente pasando sus manos por mi rostro y mi
cuello y siento que podría marearme en cualquier momento.
–Eres diferente, Valeria. Eres... humana.
–¿Humana? –pregunto extasiada por sus caricias, incapaz de
abrir los ojos.
–Dime qué quieres ahora mismo –susurra con la voz ronca,
haciéndome temblar.
Justo en ese momento abro los ojos y veo que no es Asher el que
me mira con esos ojos claros llenos de vida, sino Cratón. Intento
apartarme de su abrazo, pero mi cuerpo está inmovilizado por su
fuerza mientras intenta acercarse a mi cara con una sonrisa
asquerosa en el rostro, sin parar de reírse.
–Te prometo que no te dolerá –susurra sin dejar de reírse.

–¡No! –grito, despertándome sobre la hierba con el vestido blanco
manchado por debajo.
¿Cómo he podido quedarme dormida? Ni siquiera sé si he estado
mucho rato durmiendo, aunque nadie ha venido a buscarme. Me
levanto del suelo y recojo los zapatos antes de salir corriendo a casa,
aunque esta vez no tan rápido.
Llego más tarde a casa y decido entrar por la ventana para que
nadie me vea, pero mi plan se ve trastocado cuando alguien me llama
desde la puerta principal.
–¡Valeria! –grita Asher, corriendo hacia mí–. ¿Se puede saber
dónde has estado? –pregunta, mirándome de arriba abajo, observando
el vestido manchado y las malas pintas que debo tener.
Parece preocupado, pero también molesto. Cuando llega hasta mí
me mira con reproche y pongo los ojos en blanco, caminando de
nuevo, aunque esta vez hacia la puerta principal.
–¿Eliana y Micah me han estado buscando?
–No, ellos han estado en el Centro de Investigación todo el rato.
Yo fui a verte a la habitación, pero no estabas. Te estuve buscando por
todos lados, pero no te he encontrado. Tus vecinos tampoco sabían
nada de ti.
–También son tus vecinos ahora –contesto, haciendo caso omiso a
lo demás, aunque me ha llegado al alma que haya estado buscándome.
Entro en casa con Asher pisándome los talones y paso
directamente a la cocina, dejando mis zapatos a un lado de la puerta.
Abro la nevera, cojo un plato con fruta preparada y me siento en la
mesa sin que Asher deje de mirarme.
–Así que al fin has decidido tu camino en la vida. Te has
decantado por el guapo de Clitarco –suelta sin venir a cuento,
sentándose en la silla que tengo justo delante.
Levanto la mirada del plato de fruta y le miro con mala cara.
–¿Y tú? ¿Acaso no has tenido nunca una cita para encontrar a tu
pareja de vida?
La pregunta sale sola y sé que, por mucho que quiera esconderlo,
me lo he preguntado muchas veces.
–No, todavía no he sentido la necesidad de ello.
Sus palabras se clavan justo donde más duele, en mi corazón. Me
levanto rápido de la mesa con el plato de fruta a medio comer y lo
dejo sobre la mesa de limpieza. Ahora mismo no estoy preparada para
tener una conversación con él.
–Valeria.
–Dime una cosa, Asher –le digo al girarme hacia él, que,
curiosamente, esta vez está muy lejos de mí–. Vienes a vivir aquí con
mi familia, así que me pregunto qué papel tienes en todo esto.
–¿Qué? –pregunta extrañado.
–¿Me espías para conseguir que te cuente mis problemas y
contárselos a mi familia? ¿Eres una persona que simplemente quiere
tener todo controlado? ¿O eres un amigo? Me gustaría saberlo,
sinceramente.
–¿Hablas en serio? –suelta, y parece dolido–. Pensé que eso había
quedado claro. No quiero controlarte por interés de otros ni para el
mío propio. Simplemente quiero conocerte.
–Así que amigos.
El silencio se hace protagonista de repente y asiento lentamente sin
saber muy bien qué significa su silencio.
–Entonces hazme un favor, amigo, déjame estar sola.
Sin esperar que conteste cojo mis zapatos del suelo y salgo de la
cocina hasta llegar a mi habitación. Entro en mi cuarto de baño, me
desvisto y me meto en la ducha hasta que siento que vuelvo a ser yo
misma. Como si eso fuese posible.
Toc. Toc.
La puerta se abre después de un rato sin obtener una contestación
por mi parte y la cabeza de Micah asoma desde el pasillo.
–¿Puedo entrar?
Llevo demasiado rato tumbada sobre la cama mirando el techo sin
poder dormir, así que asiento y me acomodo para dejarle sitio a mi
lado. Entra, dejando la puerta entreabierta, y se sienta a los pies de la
cama.
–Cratón ha aceptado venir a cenar con nosotros en un rato –
comenta, pero ni siquiera me inmuto porque sabía que no tendría
escapatoria–. Tienes que saber que es tu destino y que viene de una
familia con mucha influencia. Podrá darte todo lo que necesites y
vivirás una vida de ensueño. También debes saber que, aunque os
comprometáis ahora, no estaréis juntos hasta mucho después. El
papeleo tarda en hacerse y no se perdona ni por una familia con mayor
linaje. Así que, bueno, seguirás con nosotros en casa y te enseñaremos
lo que necesitas saber para vivir una vida. Tu vida.
Mi vida, já. Suena tan gracioso como penoso, así que simplemente
me dedico a mirarle sin ningún tipo de emoción.
–El sanador Aldo me ha enviado un bote con tu medicina para que
estés tranquila porque a lo mejor los nervios pueden estar jugándote
una mala pasada. Tómatela entera, ¿de acuerdo? Y cuando estés más
tranquila vístete y ven al salón, te estaremos esperando.
Su cara parece triste cuando deja el bote sobre la mesita de noche
que hay al lado de mi cama y sale con la cabeza gacha de la
habitación sin haber conseguido sacarme ninguna palabra.
Miro la medicina fijamente y hago lo que Asher me enseñó. La
llevo al baño y tiro todo el asqueroso líquido por el lavabo hasta que
no queda rastro de él. Después me pongo un vestido rosa y, para
molestar a Cratón, me pongo un pañuelo sobre el pelo del mismo
color.
Cuando estoy lista me pongo unos zapatos cómodos y salgo de la
habitación. Desde el pasillo puedo escuchar las voces que llenan la
casa desde el salón y me envalentono para hacer frente a lo que venga
a partir de ahora.
El salón está decorado como si hubiese algo que celebrar, aunque
yo no lo sienta así. La mesa grande que nunca abrimos está ahora
llena de platos, vasos, cubiertos y flores de color celeste. Las mismas
flores que Cratón hizo referencia hacia mí.
Él está junto a Micah hablando tranquilamente y con un traje rojo
demasiado llamativo y feo. Resoplo y entro del todo al salón,
haciéndome notar por fin.
–Valeria –me llama Eliana al percatarse de mi presencia.
–Hola –saludo con una voz apenas audible, intentando evitar la
mirada de Cratón.
–Vamos a traer la comida de la cocina. No tardamos –dice Micah.
Ambos salen del salón a la vez y nos dejan a Cratón y a mí a solas
en un momento incómodo.
–¿Siempre sueles llevar un pañuelo puesto en el pelo?
Sí, si es para fastidiarte a ti, me gustaría contestarle.
–¿Es que está prohibido?
–Para nada, aunque me gustaría verte sin él.
Camino hacia la ventana que da a la parte delantera de casa y veo
que ahí se encuentra la caja de herramientas de Oleg y Aziz y el
césped ahora está más recortado, más limpio todavía que antes. ¿Les
han pedido que lo arreglen para Cratón?
Antes de que pueda hacerme más preguntas la puerta entreabierta
del salón termina de abrirse y me giro hacia ella esperando que sea mi
familia, pero lo que veo me deja con la boca abierta.
Asher, vistiendo únicamente unos pantalones caídos por la cintura
y el torso desnudo sudoroso y brillante, nos mira desde el marco de la
puerta. Respira jadeante a la vez que se pasa la mano por el pelo
húmedo, echándoselo hacia atrás, y sé que me he quedado embobada
mirándole. Pero es increíblemente imposible no mirarle.
–Otra vez por aquí, Cratón –suelta, acercándose a él y dándole la
mano para saludarle–. ¿Todo bien?
–Todo estupendamente, sí.
Reprimo una sonrisa al sentir el nerviosismo de Cratón al ver a un
chico como Asher casi desnudo delante de su futura pareja, aunque
me gusta ver que no soy la única que se siente descolocada ante un
cuerpo como el suyo.
–¿Te quedarás a cenar con nosotros? –pregunta Asher.
–Sí, Valeria y yo tenemos que zanjar el tema del compromiso
cuanto antes.
Es entonces cuando Asher me mira por fin y un golpe de calor se
apodera de mi cuerpo. Debo tener toda la cara roja, pero delante de él
ya no me importa. Nunca he visto a un chico así de... apetecible. Y
creo que podría acostumbrarme a verle de esa forma. Ya no es su
cuerpo, es todo él.
–Genial, entonces voy a darme una ducha y me uniré a vosotros, si
no os importa.
Una ducha. Mi mente vuelve a jugarme una mala pasada al pensar
que lo está haciendo todo para provocarme, pero no puede ser ese el
motivo.
–Claro, únete. Esperaremos a que te duches y... te vistas –contesta
Cratón, mirándole el torso desnudo sin disimulo.
–Fantástico.
Antes de darse la vuelta hacia la puerta me vuelve a mirar y me
guiña un ojo sin que Cratón pueda verle, acompañándolo con una
sonrisa que consigue derretirme. Cuando sale por la puerta siento un
vacío monumental y vuelvo a caer en la cruda realidad.  

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