—¿Todavía nada? —pregunté cuando Fabriccio entró a mi habitación.
—No.
Pude sentir lo que le frustraba el fracaso.
—Los Russo tienen almacenes supuestamente vacíos y en desuso, pero la zona está cercada, custodiada con máxima seguridad y nadie sabe lo que sucede ahí —resumió—. Hasta ahora creímos que era solo entrada de drogas y ya no estoy tan seguro de eso.
—Hay más —murmuré al ponerme el saco.
Se puso más derecho cuando estuvimos frente a frente.
—Vas bien —agregué para que no se castigara a sí mismo por llevar más de una semana investigando sin llegar a nada que nos sirviera—. Estoy seguro de que encontrarás la manera de saber qué hay ahí dentro y no serán yates de lujo.
—Están cerca del mar —dijo con la mirada dura, glaciar, la mandíbula contraída.
—Lo sé... Tráfico de personas. —Tomé una respiración profunda—. Teniendo en cuenta los gustos que tiene Russo, aunque no tengamos cómo comprobar que es un pedófilo, no dudo que sea para prostitución.
Fabriccio, solo por sus años de entrenamiento militar, pudo mantener la calma. El tema le tocaba muy de cerca. Había nacido al sur de Italia y, cuando era adolescente, sus dos hermanas fueron secuestradas y vendidas como prostitutas a un negocio establecido en Sicilia.
—Mañana puedes poner a tus hombres en función de esto —dije para cerrar el tema porque teníamos un desfile al que asistir.
—Tenemos una manera de averiguarlo más rápido y ese era el plan —dijo cuando mi mano tocó el pomo de la puerta—. Se suponía que Dakota se acercaría a Angelo y nos daría algo de información, pero tú irrumpiste en un club privado con un arma y se la pusiste en la cabeza para llevártela.
Una locura, un descuido, las acciones de alguien impulsivo, alguien que yo no era y Fabriccio me lo estaba recordando.
—Cuando regresemos a Palermo organizaremos un mejor plan. —No sabía cómo, pero Angelo Russo no se acercaría a ella—. De momento no quiero hablar de eso.
Fabriccio asintió y me siguió rumbo al elevador. Pasamos frente a la habitación de Dakota y no hice comentario alguno.
—La señorita Jensen nos espera en el vestíbulo —dijo él al notar, quizás, el leve movimiento de mi cabeza.
No respondí, no quería. Al día siguiente de lo sucedido en el club, del encuentro en el elevador y lo que había hecho después, decidí que solo le hablaría si era necesario, pero la decisión no sirvió de mucho. En el desayuno, sus ojos se encontraron con los míos, avellana, un color suave que brillaba con la luz del sol de la terraza, con esas largas pestañas y sus labios. Al instante me imaginé cómo se sentiría mi polla en su boca y fue un error porque mi tercera noche en Catania volví a tocarme pensando en ella.
No era normal, era enfermiza la manera en que mi cuerpo pedía alivio en la noche y solo funcionaba si lo hacía con ella en mis fantasías. No era la atracción a la que estaba acostumbrado, la que me habría llevado a invitarla a mi cama. Que fuera mi empleada no era importante mientras ambos estuviéramos de acuerdo. El problema era lo primitivo que me volvía al pensar en ella, al imaginar a alguien tocándola o hablándole al oído.
La solución fue no mirarle a la cara, no hablarle, darle la espalda en todo momento y funcionó porque el miércoles pude dormir sin que apareciera en mi cabeza al cerrar los ojos. Fue un descanso plagado de pesadillas. Lo mismo pasó el jueves. Me levanté sudando y alterado en la noche, pero, al menos, esos eran los monstruos y las culpas que me perseguían, eran conocidos, sabía sobrellevarlos.

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Mi crush literario © [LIBRO 1 y 2]
RomanceCuando su crush literario aparece en la ciudad, Dakota debe ayudarle a regresar al libro antes de que su saga favorita termine de la peor manera. ⫷⫸ Dakota vive para leer. Está obsesionada con Skyler Moretti, jefe de la mafia y protagonista de una n...