24 ⫸ Instinto de supervivencia

78.9K 6.1K 2.2K
                                    

El silencio era clave para cualquier movimiento arriesgado, pero esa no era razón del silencio en el auto en que estábamos Mario y yo.

Nadie más sabía de nuestra operación. Él y yo esperaríamos a cinco kilómetros de los almacenes, estratégicamente escondidos, y viendo todo lo que Fabriccio y Dakota hacían al entrar. Una vez tuviéramos las pruebas necesarias las enviaríamos a la policía y comenzaría la perdición de los Russo y el final de aquella pesadilla. Sin ellos en Sicilia y aplastados por la ley, no por nosotros, teníamos la oportunidad de limpiar todo sin llamar a venganzas.

Estábamos en los asientos delanteros, cada uno con un ordenador en las piernas y la vista fija en la pantalla, a la espera de que las cámaras de Fabriccio y Dakota se encendieran. De solo imaginarlos ahí dentro volvía a cuestionarme el haber aprobado aquel peligroso movimiento. Había estado a punto de cancelarlo más de veinte veces en las últimas horas.

Nuestro silencio era por la misma preocupación.

—Todo saldrá bien —dije por lo bajo y era que, a pesar del miedo que sentía, había logrado fingir que mi mente estaba centrada y en calma.

—No lo sabes —murmuró Mario.

—Tenemos que confiar en que sí.

Más silencio.

—¿Crees que es muy estúpido de mi parte? —preguntó—. ¿Consideras que no debería estar interesado en ella?

No quería hablar de Dakota, pero entendía que si él tenía una preocupación sobre el tema solo lo hablaría conmigo.

—No pienso nada al respecto —mentí y él se dio cuenta—. Bien... Si lo pienso, pero no es lo que imaginas. No juzgo que te... sientas atraído por ella. Ustedes pasan mucho tiempo juntos. —Tragué con dificultad—. Supongo que la has conocido lo suficiente para encontrar... cosas atractivas de su... personalidad. No me parece que la escasa paciencia y el temperamento irascible sean lo que llamara tu atención.

—Conmigo no es así.

—Entonces la parte mala de ella solo sale conmigo —murmuré.

Mario sonrió y volvió a mirar el ordenador.

—¿Te parece irracional? —Lo miré sin entender—. Pensar en alguien de esa forma —explicó—. No me atrae para una noche y ya. Conozco una parte de ella, pero ¿es muy estúpido querer conocerla de otra forma? ¿Crees que no debería arriesgarme?

Algo me invitó a decir que sí, que lo era, que estaba perdiendo el tiempo. Quise que Mario se mantuviera a kilómetros de ella.

—No está mal —dije sin hacerle caso a la batalla que se libraba en mi interior—. Cualquier persona debería sentirse feliz de llamar tu atención, de tener a alguien como tú cerca. Solo espero que ella sepa apreciarlo.

—Es peligroso.

—Siempre lo será.

—No la querré aquí, en esto, en este mundo.

—No tendrá que estarlo, ni ella, ni tú —aclaré.

—Si lo dices porque eliminando a los Russo todo volverá a...

—Lo digo porque si no logramos tener una vida medianamente normal en la que alguien no esté confabulando desde las sombras para cortarnos el cuello, no quiero que sigas a mi lado.

Frunció el ceño y se giró hacia mí.

—Si esto no sale bien —dije antes de que pudiera hablar—, si después de esto vuelve a aparecer alguien que nos amenace, quiero que desaparezcas. Tú, Fabriccio... Dakota. Los tres se irán y tendrán vidas nuevas.

Mi crush literario © [LIBRO 1 y 2]Where stories live. Discover now