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El agitado bailarín quitó los mechones ondulados de cabello que no le permitían ver el camino por el que corría con prisa hacia la universidad, a su vez intentaba colgarse correctamente su mochila en la espalda sin dejar caer su bolso donde cargaba sus cosas para su práctica matutina.

La parada de autobuses se hizo visible cuando dio vuelta en la esquina. Para su suerte el autobús que necesitaba tomar justo estaba en la estación abordando a unos cuantos pasajeros, pero para su mala suerte el vehículo arrancó antes de que Jimin llegara.

  — ¡No, no! ¡Espere, necesito subir! — sus plegarias no fueron atendidas. El autobús lo abandonó, al igual que su dignidad al haber corrido detrás de el sin éxito frente a una considerable cantidad de personas. — ¿Qué? ¿Acaso nunca se han levantado tarde? — se quejó con los que lo miraban burlescos antes de apartarse unos cuantos metros de la estación.

Jimin bufó sacando su celular, tendría que gastar sus ahorros de la semana en transporte privado o llegaría tarde (imperdonablemente tarde, en palabras de su estricta profesora, las cuales ya casi podía escuchar tronando sus tímpanos). 

Ya que tenía la vista en la aplicación de transportes no notó que un auto se estacionó frente a él, hasta que la voz del conductor se hizo audible.

Esa voz que lograba irritarlo sin importar qué palabras pronunciara.

  — Oh, pero si es el Cascanueces. 

Con la mandíbula ya apretada, Jimin lo miró. La mirada burlona que Min YoonGi le dedicaba desde su Mercedes lo hizo tragar amargamente.

Su suerte del día definitivamente iba en decadencia.

Primero, su alarma por alguna razón no había sonado a la hora correspondiente. Seguiría dormido de no ser por su padre que al no escuchar ningún indicio de que estuviera arreglándose entró a su habitación y lo despertó de inmediato.

Segundo, su auto consideró que justo ese día era el indicado para no encender. Perdió casi diez minutos de su valioso y limitado tiempo intentado encenderlo, pero no dio resultado. Desafortunadamente su padre ya se había marchado al trabajo, por lo que no pudo pedirle que lo llevara a la escuela y no consideró prudente pedirle que regresara por él, lo haría llegar tarde a su oficina.

Tercero, el autobús que lo había dejado sin pasaje y sin una poca de su dignidad.

Y por último, en la cúspide de su miseria matutina tenía que aparecer justamente él, Min YoonGi, aquel al que Jimin consideraba como el ser humano más irritante del mundo.

  — ¿Qué horas son estás de estar esperando el autobús, eh? — YoonGi miró su reloj en su muñeca. — Ah, cierto. El que debías tomar te dejó, a pesar de que corriste patéticamente detrás de él.

Lo que le faltaba, que YoonGi lo viera en su momento de desesperación. Seguramente lo agregaría a su larga lista de cosas con las que podría molestarlo.

  — ¿No crees que es muy temprano como para empezar a joder, Min?

  — No estás en posición de hablarme así, Jimin-ssi. — sonrió ladino, recargando con estilo su brazo en la puerta luego de bajar completamente la ventana del auto. — Podría ser quien te salve el día.

  — No te lo estoy pidiendo.

  — Pues deberías.

  — Sólo en tus sueños te pediría algo, Min.

  — Ni siquiera en mis sueños dejas de ser insoportable.

  — ¿Ah, sí? Pues-...

El tono de llamada del celular de Jimin interrumpió su primera discusión del día, siseó al ver el nombre del remitente y contestó.

I DON'T DANCE! «YoonMin»Where stories live. Discover now