CAPÍTULO 25

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SARA

Sábado, 4 de noviembre, 23:26

Estábamos haciendo la cola para entrar a la discoteca en la que íbamos a celebrar la fiesta de cumpleaños de Alberto.

El de seguridad le puso el sello a Elisa, y yo me di prisa para enseñarle el DNI y poder reencontrarme con mis amigos. Solo quedábamos Lucas y yo por entrar, y estaba segura de que se había puesto justo detrás de mí en la fila para intentar que le hablara.

Sonreí al de seguridad. Y en cuanto me selló el dorso de la mano, abrí la puerta del local dispuesta a entrar, pero alguien agarrándome del brazo me lo impidió.

—Espera, Sara. —Oí la voz Lucas a mi espalda. Y yo me di la vuelta para mirarlo—. Si quieres, olvídate de lo que te dije el otro día. Pero, por favor, háblame. No soporto que me ignores.

No era que no quisiera aceptar su propuesta, de hecho, lo estaba deseando, pero es que una parte de mí estaba muy asustada por no saber qué es lo que realmente estaba buscando él haciendo todo esto. ¿Estaba jugando conmigo o había algo más honesto detrás?

Tenía muchas dudas, pero una destacaba por encima de todas: si le abría las puertas de mi corazón, ¿me lo rompería o acabaría de sanarlo por completo?

Y no tenía la respuesta, por mucho que le diera vueltas a la pregunta.

—Por favor, pequeña...

Di un paso al frente y lo abracé. Ahora mismo daba igual todo, necesitaba tenerlo cerca.

Me envolvió entre sus brazos y yo sentí que por fin podía respirar.

—Ya está, lo olvidamos. Lo olvidamos...

Alcé la cara para mirarlo y una sonrisa de alivio se escapó de mis labios, aunque en el fondo, no estuviera para nada aliviada.

Lucas me sonrió de vuelta.

—Venga, vamos a entrar, que nos estarán esperando.

Me despegó de su cuerpo y, entrelazando sus dedos con los míos, me arrastró hacia el interior de la discoteca.


       


Me lo estaba pasando realmente bien bailando con Elisa y con Cris.

Es que, ¿qué más podía pedir? Buena compañía, buena música, buena bebida... Hacía demasiado que no disfrutaba tanto de una fiesta.

—¡Eso! —nos gritó Elisa a Cris y a mí mientras bailábamos—. ¡Esas son mis chicas!

Moví las caderas al ritmo de la música y sonreí.

«Sí, definitivamente me lo estaba pasando genial».

—¡Rubia! —le gritó Alberto a su novia, mientras la agarraba de la cintura—. ¿Te invito a otra copa?

—Tengo novio, ¿sabes? —bromeó ella.

—No soy celoso... —contestó él arrastrándola fuera de la pista de baile.

—Son tan monos, que dan hasta asco —se quejó Elisa arrebatándome la copa que tenía en la mano y bebiendo un buen trago.

—¡Ey! —protesté—. ¡No me la acabes!

—¡Tarde! —Se limpió los restos de alcohol de las comisuras de los labios y me regaló una amplia sonrisa.

—¡Te odio, Elisa!

—¡Me amas, Sara! —gritó dando vueltas a mi alrededor—. ¡Me amas!

Le iba a replicar, cuando, de repente, alguien en el fondo de la discoteca captó toda mi atención.

Desde Siempre Fuimos [+18]Onde histórias criam vida. Descubra agora