¿A QUIÉN LLAMO, LOMODORADO?

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Nunca he querido ser original. A excepción de mi melena, no pretendo llamar la atención en ningún sentido, y por eso mi escasa imaginación ha hecho que acabe como cualquier hombre con un problema que no sabe solucionar. Bebiendo en un bar. La Serpiente Astada, para ser más exactos, que ya está cerca de convertirse en una segunda casa para mí.

Por lo menos, aquí los camareros me conocen y me dan la mesa más reservada para que no tenga que firmar autógrafos o hacerme selfies con los fans, algo que ahora mismo no estoy en condiciones de hacer ni por asomo.

Porque Ballister no me quiere ver más. Ha puesto distancia definitiva entre nosotros como ha hecho con el resto y no sé cómo cambiar eso. Claramente debí hacerle caso cuando me pidió que parase, pero sigo pensando que Todd se merecía un par de puñetazos. Aún así...me duele demasiado pensar que eso ha roto lo que creía que empezaba a ser algo más que amistad.

¿Habrá sido un sueño? Tratándose de Ballister y de sus increíbles ojos oscuros, no me extrañaría en absoluto.

Y por si la noche no estuviera yendo lo suficientemente mal, un joven soldado de un curso justo inferior al nuestro se me ha acercado y me está tirando los trastos. Aunque borracho, yo por supuesto conservo toda la amabilidad y actitud resplandeciente que me queda, que no es ni la cuarta parte de la que tengo sobrio pero que a él parece valerle para llevar a cabo las intenciones que tiene conmigo.

Me invita a una copa y me empieza a contar algo sobre su gran paso por el torneo del año pasado, en el que al parecer consiguió la medalla de bronce y por poco la de plata.

Está claro que está intentando impresionarme, y seguramente quiera enrollarse conmigo para impresionar al resto con el hecho de que ha estado con un descendiente directo de Gloreth. Por eso, cuando en una de sus conversaciones banales (digo suyas porque yo prácticamente no hablo, y tampoco es que mi cuerpo en este estado me lo permita mucho) me besa, no me sorprendo lo más mínimo.

De hecho, mi primer impulso es alejarme de él y mandarle a tomar viento. Sin embargo, no sé por qué, decido alargar la situación y continúo el beso. Bueno, en realidad si se por qué. Me estoy imaginando a Bal.

Porque estoy tan desesperado que nada me haría más feliz que el hecho de que Bal me bese, aunque solo sea en mi imaginación.

Gracias a esos pensamientos, sin darme cuenta estoy haciendo mucho más pasional el beso, algo que hace que el pobre chico de un curso inferior y pruebe suerte queriéndome llevar al baño.

Solo que al escuchar de nuevo su voz y ser consciente de la situación el hechizo se rompe y yo vuelvo a mi fría realidad en la que Bal no sólo no me está besando si no que tampoco quiere que sigamos siendo amigos.

Pero para mi sorpresa, y también la de todo el bar, el chico no se toma tan bien el rechazo.

—Entonces para que me besas, ¿eh? ¿Qué vas, de calientabraguetas?

—¡CÓMO TE ATREVES A HABLARME ASÍ! —Y me temo que yo acabo dejándome llevar por el cabreo y también subo la voz, aunque mi tono de persona con dos copas de más se puede oler a kilómetros.— YO SOY UN DESCENDIENTE DIRECTO DE GLORETH. ASÍ QUE APÁRTATE DE MI CAMINO.

Y para terminar la jugada imperfecta, intento darle un pequeño empujón al más puro estilo paternalista, que obviamente me sale mal y él me devuelve con el triple de fuerza, realmente cabreado. Normalmente, ni siquiera me habría rozado, y si lo hubiera hecho, no me habría movido ni dos centímetros del suelo. Sin embargo, en estas circunstancias, me desplaza lo suficiente como para chocarme con la mesa de al lado y tirarle unos tacos y unas cervezas a la pareja que está sentada en ella.

El chico, viendo lo que ha organizado, sale despavorido del sitio, dejándome solo con el marrón, y yo me limito, con toda la educación y dignidad que me queda, a recogerles las cosas del suelo y desearles un "Que aproveche" como si eso pudiera devolverme mi imagen impoluta de caballero.

Por suerte, Rachel, una de las camareras del lugar, viene en mi rescate y me ayuda a terminar de levantarme.

—Ponles una ronda a estos chicos, corre de mi cuenta.

—Si, Ambrosius no te preocupes. Ahora mismo les sirvo lo que quieran, vuelvo en un segundo.

—Ya lo han oído pidan lo que quieran. Y que sean muy felices juntos, no como a mí que no me quieren ni como amigo...

Me dirigí hacia la puerta mientras oigo como Rachel les pide de nuevo disculpas y se excusa un segundo para ir detrás de mí.

—Ambrosius Lomodorado. ¿Que tonterías dices si a ti te quiere todo el mundo?

—Si, pero es como el trabalenguas.

—¿Que trabalenguas?

—Ese de como quieres que te quiera si a mí no me quiere ese que yo quiero como yo quiero porque no me quiere y yo quiero que me quiera.

—Me da la sensación de que no es exactamente así.

—Da igual, me has entendido. Dame otra cerveza por favor, estoy muy triste...

—No, no, no. — Abre la puerta de la calle y agradezco el aire frío que se posa sobre mi rostro. — Tu lo que tienes que hacer es descansar y mañana verás todo con otros ojos. Incluso tu mal de amores. Venga.

Si no supiera que es camarera de la Serpiente Astada, habría jurado que era caballero por el movimiento tan preciso por el cual logró robarme el móvil en un visto y no visto.

Quizá si tuviera dotes de caballero. Quizá lo sería de no ser porque los plebeyos no tenían permitido alistarse en la escuela. Quizá por eso Ballister era tan importante.

—¿A quien llamo, Lomodorado? — Preguntó Rachel. —Alguien tiene que llevarte al instituto, así no puedes volver tú solo.

Vi sus dedos posados sobre el teclado de mi smartphone, listos para marcar algún nombre.

Y aunque no fuera lo más correcto, yo tenía claro a quién quería llamar. A quien necesitaba ver.

Caballeros de GlorethWhere stories live. Discover now